Por Susana Martínez
Mientras Estados Unidos avanza en el reconocimiento constitucional del derecho de las parejas del mismo sexo a contraer matrimonio, en México la jerarquía católica nos devuelve a tiempo de la Inquisición, condenado el matrimonio civil de homosexuales.
Las expresiones más intolerantes de católicos las vimos la semana pasada en Chihuahua. Un grupo de sacerdotes ataviados con sus sotanas bloquearon junto a sus huestes las puertas del Palacio Legislativo del estado para protestar por la legislación que permite casarse a parejas del mismo sexo.
Por más berrinches, plantones, manifestaciones y protestas que realicen los fundamentalistas católicos, lo cierto es que el mundo avanza hacia una dirección contraria a la que la jerarquía católica inquisidora e intolerante quiere imponer en este país.
Lo más llamativo de estas manifestaciones de intolerancia de nuestros representantes católicos es su doble moral.
¿Cuántos sacerdotes católicos homosexuales conoce usted? ¿Habrá escuchado alguna vez que los chicos que acompañan a los curas son siempre sus ahijados o sobrinos? ¿En algún momento habrá leído sobre los abusos sexuales de los sacerdotes en contra de menores varones?
Si existe una buena cantidad de sacerdotes homosexuales dentro de la Iglesia católica, no entiendo la razón por la cual, esa Iglesia católica es tan intolerante con la homosexualidad.
He escuchado sacerdotes que dicen públicamente que la homosexualidad puede aceptarse siempre y cuando sea oculta. No comprendo por qué la jerarquía católica condena las expresiones de amor entre personas del mismo sexo. La base del Evangelio es el amor y cualquier manifestación no tiene por qué esconderse.
Además, no existe nada en la Biblia que condene el sexo gay como lo entendemos hoy en día y todas las interpretaciones apocalípticas de algunos fundamentalistas católicos al respecto, son referencias revisionistas muy alejadas de la palabra del Señor.
Hay importantes estudios al respecto, como el del sacerdote católico Daniel A. Helminiak, autor del estupendo libro What the Bible really says about homosexuality (Lo que realmente dice la Biblia sobre la homosexualidad) publicado por Alamo Square Press, New Jersey, en donde explica que no hay que interpretar las enseñanzas biblícas como la última palabra en la ética sexual.
Helminiak es contundente: la Biblia no incluye bases reales para la condena de la homosexualidad. De igual manera, John Boswel con su estudio “Uniones del mismo sexo en la Europa posmoderna” o el profesor del Nuevo Testamento, William Countryman, señalan que no hay nada que condene la homosexualidad como la entendemos hoy.
Estos estudiosos del conocimiento bíblico erudito, contradicen totalmente a todos aquellos que utilizan la palabra infalible de Dios para condenar la homosexualidad. Los tiempos de la Biblia y nuestra era contemporánea no tienen nada que ver con la visión antihomosexual de algunos sacerdotes y jerarcas.
Y para quienes aseguran que el sexo lésbico o gay es maligno, habrá que decirles que no tienen ni idea de de las escrituras originales en hebreo y griego de la Biblia que al traducirla a distintas lenguas tiene ciertamente inmensas lagunas de interpretación.
Conozco homosexuales profundamente católicos. Son seres humanos practicantes con fuertes convicciones religiosas. La culpa lanzada por el fundamentalismo católico los ha atormentado durante toda su vida. Algunos logran liberarse sin abandonar su fe, pero otros, en un acto héroico, han preferido aceptar estoicamente su penitencia en silencio y aguantar.
Los gays católicos han sufrido muchísimo. Los he visto llorar, esconderse, atormentarse por su opción y condición sexual frente al catolicismo más conservador imperante en muchas ciudades mexicanas. Ellas y ellos, han esperando durante siglos que la modernidad toque a la puerta de nuestra anacrónica institución de la Santa Sede, para ser reconocidos con comprensión y los brazos abiertos llenos de amor.
Hasta el papa Francisco ha mostrado de manera amorosa su comprensión hacia los homosexuales a quienes llama verdaderos “heridos sociales” porque sienten que la Iglesia siempre les ha condenado: “Una vez, una persona, para provocarme, me preguntó si yo aprobaba la homosexualidad. Yo entonces respondí con otra pregunta: “Dime, Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o la rechaza y la condena? Hay que tener siempre en cuenta a la persona… y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición”. Y añade para aquellos que utilizan y manipulan la ética sexual desde la Biblia: “El anuncio del amor salvífico de Dios es previo a la obligación moral y religiosa”.
Y va más allá: “Si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, quién soy yo para juzgarla. El catecismo de la Iglesia católica explica y dice que no se deben marginar a esas personas y que deben ser integradas en la sociedad”.
¿No es suficiente este mensaje para que la jerarquía católica mexicana se muestre más tolerante con el matrimonio de parejas del mismo sexo?
¿Qué más necesitan los cardenales Juan Sandoval Iñiguez y Norberto Rivera para dejar de satanizar a los homosexuales, las madres solteras o a los divorciados? Los tiempos modernos exigen que dejen cuanto antes, su condena apocalíptica y su hipocresía protectora de curas pederastas.
La congruencia también es necesaria en los ministros de culto. ¿Cómo pueden condenar a los homosexuales si su propia Iglesia está llena de ellos?
Ojalá y pronto, esas uniones civiles de personas del mismo sexo, sean bendecidas en un altar de una Iglesia católica. Ese día, el Vaticano habrá cumplido al pie de la letra la palabra del Señor, porque siempre, Dios es y será amor.
#LoveWins
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Fuente: Sin Embargo