A Washington le preocupa Tamaulipas. Frecuentemente emite alertas a sus ciudadanos en las que recomienda no salir de noche, no transitar por carreteras, enumera la gran cantidad de delitos que ahí se cometen, desconfía de las autoridades mexicanas… pero a la hora de deportar migrantes olvida todo y los pone en máximo peligro: prefiere las ciudades tamaulipecas para regresarlos, los devuelve de noche, se desentiende de su suerte. Proceso documentó 10 casos de personas que desaparecieron después de ser repatriadas de este modo. He aquí las historias de la mayor indefensión.
Por Marcela Tutati/ Proceso
El pasado 13 de abril el gobierno de Estados Unidos lanzó una alerta a sus paisanos para que no arriesguen su vida y eviten pisar el “Estado sin ley” que es Tamaulipas. Esa peligrosa frontera, sin embargo, es su sitio favorito para deportar migrantes, a pesar de los repetidos informes que advierten que en cuanto los expulsados cruzan los puentes internacionales quedan a manos de los cárteles de la droga y pueden ser asesinados, secuestrados, torturados, extorsionados, esclavizados o reclutados a la fuerza para su guerra.
Proceso pudo documentar los nombres de 10 personas que fueron desaparecidas en las ciudades de Nuevo Laredo o Matamoros, momentos después de su deportación. El primer caso data de 2010; una es mujer. En varios casos las familias interpusieron denuncias ante la Procuraduría de Tamaulipas y advirtieron al gobierno estadunidense sobre lo ocurrido y, pese a eso, el número de migrantes expulsados por la frontera tamaulipeca ha seguido en aumento.
En 2014 Tamaulipas se convirtió en el primer destino de mexicanos deportados (77 mil 859 de un total de 242 mil 905 expulsados entró por sus fronteras) y ha mantenido ese lugar durante 2015. Alrededor de una tercera parte de todos los repatriados llegan a esa entidad, que Estados Unidos declaró fuera de control por tanto crimen.
En una base de datos realizada el sexenio pasado por la Procuraduría de Tamaulipas fue posible encontrar observaciones como las siguientes: “Lo deportaron de Estados Unidos y se hospedó en un hotel de Laredo y de allá salió en un taxi con rumbo a Reynosa y ya no supieron de él” (averiguación previa 0222/2011, iniciada el 22 de agosto de 2011). “Fue deportado de EU e iba a viajar de Matamoros a Fresnillo, Zacatecas, y es fecha que no saben de él” (16 de febrero de 2011). “Lo deportaron e iba a salir de Nuevo Laredo a Reynosa y ya no supieron de él” (19 de agosto de 2011). “Estaba de ilegal en los EU y la deportaron” (averiguación previa 425/2010). No se encontraron afiches de búsqueda sobre esos casos.
Otra víctima es el señor Maximino Morán Martínez, padre de familia mexicano, cuyo caso quedó registrado en la procuraduría estatal de esta manera: “Lo deportaron a una estación camionera y ya no apareció”.
En el sitio de internet elbuscapersonas aparecen más detalles: “Al ser arrestado en Georgia, fue deportado a la ciudad de Matamoros, Tamaulipas, el 7 de abril de 2011. Y hasta la fecha no se sabe nada del paradero de él”.
Sus rasgos particulares son: “Tez morena, cabello negro rizado, complexión delgada, ojos café claro, cejas tupidas negras, nariz aguileña”, se indica en la descripción, con otro dato que llama la atención y que denota su posible profesión como obrero: “huellas digitales dañadas por el trabajo”.
“Estaba de ilegal en Estados Unidos y la deportaron por Nuevo Laredo”, se lee en el listado de denuncias por desapariciones en Tamaulipas. Es la que lleva el número 425/2010. La víctima es una mujer de 31 años (se omite su nombre porque fue imposible contactar a su familia), originaria de Norias del Refugio, en Guadalcázar, San Luis Potosí. El reporte lo puso su padre, que se dedica al campo.
Otra víctima fue Luis Benito Monsiváis Lara, de 27 años, cuya desaparición ocurrió el 23 de julio de 2011 y quedó asentada en la averiguación previa 536/2010.
“La persona radicaba en EU y fue deportado, se encontraba en Nuevo Laredo y necesitaba dinero para trasladarse a Saltillo, Coahuila”, indica el reporte que puso en la Procuraduría uno de sus hermanos, quien dijo ser obrero. Para más señas, registró que tenía un tatuaje en la espalda con el apellido “Monsivais”, y otros en ambos brazos. El caso se boletinó, pero el joven no ha aparecido.
Dora Lara, abuela de Luis Benito, dice desde Saltillo que el gobierno estadunidense no les ayudó a localizarlo. La desgracia familiar estuvo a punto de repetirse ya que “hace poco tiempo” su hijo, el papá de Luis Benito, también fue deportado por Laredo, Texas, y tuvo que cruzar por Tamaulipas.
Luis Benito tenía cinco hijos y se había criado en Estados Unidos.
Sobre el nieto ausente desde hace cuatro años la abuela comenta: “Salió del hotel donde trabajaba y lo han de haber agarrado (la migra). Ya no lo dejaron regresar a su casa ni nada, lo deportaron de inmediato por Laredo, Texas. Llevaba como 25 años de vivir allá, mi hijo se los llevó desde chiquitos, vivían muy bien. No sé por qué no fueron a legalizarse. No tenía seguro ni nada ni servicio de medicamento ni nada. Ya toda la familia vive aquí”.
Lo único que supo la familia es que pidió a su esposa que le depositara dinero a una cuenta del Banco Azteca, en una sucursal de Elektra. Alguien recogió el dinero por él.
“No se volvió a saber nada de él ni en accidente ni secuestrado ni deportado más para allá de Estados Unidos, nada, nada”, insiste.
La única infracción que cometió su nieto fue haber entrado de manera ilegal a Estados Unidos (“siempre trabajó en ese hotel, no creo que… no asesinaron a nadie, no robaron, no secuestraron”). Su castigo entonces fue la deportación por Tamaulipas.
Advertencias ignoradas
Para nadie es sorpresa la peligrosidad de Tamaulipas. La organización estadunidense National Security Archive ha logrado desclasificar cables en los que el consulado de Matamoros advirtió –desde 2010– la violencia extrema que se vive en el noreste mexicano, y en particular en Tamaulipas, o “Mataulipas”, como lo nombran en redes sociales. (Proceso 1931).
El 4 de enero de este año el Departamento de Estado de Estados Unidos fijó un “toque de queda” nocturno a todos sus empleados radicados en esa entidad controlada por bandas criminales en disputa, y emitió una prohibición de viajar por algunas carreteras debido a los robos y secuestros.
En su alerta señaló que en Tamaulipas no hay carreteras que se consideren seguras, pero destacó las rutas entre Matamoros-Ciudad Victoria, Reynosa-Ciudad Victoria, Ciudad Victoria-Tampico, Monterrey-Nuevo Laredo y Monterrey-Reynosa como las más peligrosas.
A su vez, el consulado estadunidense en Matamoros alertó por Twitter a sus ciudadanos y funcionarios de la posibilidad de ser víctimas de secuestros exprés, comunes en las inmediaciones de tiendas de conveniencia y cajeros automáticos.
En abril la alerta subió de tono. La advertencia del Departamento de Estado a los viajeros señalaba que en Tamaulipas “los enfrentamientos violentos entre elementos criminales rivales y/o el Ejército mexicano pueden ocurrir en cualquier sitio a cualquier hora del día”, “la violencia criminal, incluyendo el homicidio, el robo a mano armada, el secuestro, la extorsión y los ataques sexuales suponen un significativo riesgo para la seguridad”, “la capacidad estatal y municipal de imponer la ley es limitada o inexistente”, “en Matamoros, Reynosa, Nuevo Laredo y Ciudad Victoria se registran batallas armadas y ataques con explosivos”, “no hay autopistas que se puedan considerar seguras”, “el número de secuestros declarados es de los mayores de México y la cifra de estadounidenses abducidos o desaparecidos ha aumentado en 2014”.
A pesar del diagnóstico, entre enero y febrero de este año, de los 31 mil mexicanos deportados por Estados Unidos, 9 mil 257 fueron expulsados por Tamaulipas.
Entre 2006 y 2012 las repatriaciones de mexicanos a Tamaulipas aumentaron hasta cinco veces al pasar de 25 mil 376 a 122 mil 36. En este mismo periodo, el número anual de homicidios reportados se duplicó. Las deportaciones siguieron en aumento a pesar de la masacre de 72 migrantes en 2010 y del hallazgo de casi 200 cadáveres –la mayoría de migrantes– enterrados en fosas.
En 2013, aun cuando la inmigración mexicana a Estados Unidos cayó a un mínimo histórico, Estados Unidos repatrió a 88 mil 38 personas a Tamaulipas, lo que representa alrededor de 26% de todos los retornados. En 2014 subió a 30%.
La organización Washington Office on Latin America (WOLA), dedicada a informar sobre los derechos humanos en la región, ha advertido en diversos reportes, los más recientes en mayo de 2014 (What Happens to Migrants After They Are Deported?) y febrero de 2015 (On the Front Lines: Border Security, Migration, and Humanitarian Concerns in South Texas), esta “perturbadora” situación.
“El gobierno estadunidense prohíbe a sus ciudadanos que trabajan en los consulados en Tamaulipas estar fuera entre medianoche y las seis de la mañana. Debe tener la misma preocupación para los migrantes mexicanos y asegurarse de no retornarnos de noche. También debe hacer una evaluación de sus prácticas de deportaciones de mexicanos detenidos en el interior de Estados Unidos y evitar regersarlos a la parte más peligrosa de la frontera mexicana”, dice en entrevista Maureen Meyer, directora del Programa México de WOLA.
Según el informe más reciente, los mexicanos expulsados son una presa particularmente fácil: basándose en su ropa y sus bolsas de plástico –hechas en Estados Unidos– en las que guardan todas sus pertenencias, los grupos criminales saben que tienen parientes con capacidad de pagar un rescate.
Varias de las personas que la organización entrevistó en Reynosa y Matamoros expresaron su preocupación por la colusión entre las autoridades mexicanas y los grupos criminales.
Tanto en las investigaciones de esa organización como en las del profesor Jeremy Slack, de la Universidad de El Paso, Texas (UTEP), se revela que las autoridades migratorias estadunidenses deciden arbitrariamente a quiénes deportar a través de ciudades como Reynosa o Matamoros, ya que lo mismo son expulsados migrantes arrestados en la frontera que en el interior de Estados Unidos, sin importar si son personas con muchos años de residencia que ya no tienen familiares en México.
“Hay un aumento en la cantidad de gente deportada a Tamaulipas y Coahuila. A pesar de que ésta es la zona más conocida por las masacres de migrantes, también tiene la fama de tener los grupos de crimen organizado más brutales del país. Hay más expulsados en esta zona que mexicanos agarrados por la patrulla fronteriza en el otro lado; los demás, más o menos unas 50 mil personas, vienen de todos lados de Estados Unidos. No sabemos por qué (en Estados Unidos) tienen este política, nunca lo han justificado ni aceptado”, apunta Slack.
Tras haber vivido medio año en albergues de migrantes en Tamaulipas, el investigador encontró que 34% de los migrantes reportó haber perdido por lo menos alguna pertenencia durante su trámite con las autoridades: esto incluía dinero para poder tomar el autobús y salir de las zonas peligrosas, la credencial electoral que se requiere para recibir dinero de familiares o amigos y teléfonos celulares con números de contacto de sus parientes.
“Los deportados son muy buenas víctimas porque no tienen apoyo local, supuestamente tienen familia en Estados Unidos que puede pagar un rescate y son altamente visibles en las calles de las ciudades fronterizas más peligrosas del país”, asienta en entrevista por escrito con este semanario.
El autor del estudio “Cuerpos cautivos: secuestro y deportación de migrantes en México” (Captive bodies: migrant kidnapping and deportation in Mexico) y “La sombra del muro: Separación familiar, inmigración y seguridad” indica que las deportaciones hacia el noreste mexicano suelen “alimentar” al crimen organizado y la inseguridad fronteriza.
“En mi tiempo viviendo en albergues de migrantes en Tamaulipas no conocí a ningún migrante que no lo hayan intentado reclutar. A veces era una simple oferta pero otras veces era una amenaza o secuestro. Pocos iban con ellos, pero no tengo idea de qué porcentaje. Ya que empezaron en este mundo, era muy peligroso acercárseles y desaparecieron rápido”, menciona sobre su investigación.
A pesar de la gran violencia en Tamaulipas, detalla WOLA, cada año entran por Tamaulipas más migrantes deportados, y sólo en 2014 recibió 30% del total, a pesar del riesgo de que sean asaltados, secuestrados, robados o padezcan otros crímenes.
Meyer confirma que esta tendencia existe desde 2009, en detrimento de posibilidades como Sonora y Chihuahua. Las autoridades no consideran la vulnerabilidad de los expulsados ni los pocos servicios disponibles en Tamaulipas.
“La Patrulla Fronteriza debe retornar a los migrantes mexicanos a las mismas zonas por donde ellos cruzaron originalmente, y no hay nada que justifique que el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) regrese a migrantes detenidos en el interior de Estados Unidos, muchos de los cuales llevan años viviendo en el país, por una de las partes más peligrosas de la frontera mexicana”, considera.
Según un comunicado de la Secretaría de Relaciones Exteriores del 7 de julio de 2014, por un acuerdo entre los presidentes Enrique Peña Nieto y Barack Obama se reunió el Grupo Ejecutivo de Políticas de Repatriación para acordar procesos de deportación de mexicanos y garantizar un retorno “digno, seguro y ordenado”.
“En esta sesión, las delegaciones de ambos países instruyeron a sus respectivas agencias e instancias a efectuar las repatriaciones por 12 puntos en los que existen infraestructura y programas de asistencia establecidos para recibirlos. Por otra parte, se acordó realizar las repatriaciones primordialmente en horario diurno”, se lee en el boletín.
Sin embargo, WOLA evidencia que los retornos siguen haciéndose de noche. “Esta práctica supuestamente quedaba limitada después de un acuerdo logrado entre los gobiernos de Estados Unidos y de México en julio de 2014, no obstante, las casas del migrante en Matamoros y Reynosa han confirmado que en los últimos meses centenares de migrantes han sido retornados de noche cada mes”, expone Meyer.
“Deportar migrantes mexicanos durante la noche es la manera más evidente de incrementar su exposición a los riesgos. Los refugios generalmente están cerrados, no hay autobuses en circulación y para quienes son de bajos ingresos la única opción es quedarse varados en la calle. Mientras estén lejos de las zonas hoteleras, albergues o estaciones de autobús, están en peligro de ser extorsionados por grupos criminales o policías corruptos.”
El reporte enfatiza los riesgos que representan las autoridades mexicanas.
Deportado, luego desaparecido
Dos jóvenes fueron deportados a Matamoros por la Patrulla Fronteriza al caer la tarde y no recibieron asistencia de ningún agente de migración. Cuando caminaban una cuadra a un sitio de taxis fueron secuestrados por un grupo criminal, golpeados y retenidos por horas hasta que dieran un número telefónico de alguien que pudiera pagar su rescate, reportó WOLA.
Otro caso: La organización Amnistía Internacional reportó que el 18 de marzo de 2014 tres mujeres recién deportadas fueron secuestradas mientras esperaban en la fila de Western Union en Matamoros. Siguen desaparecidas.
“En un centro de atención para migrantes dentro de la estación de autobuses en Matamoros, recientemente establecido por la iglesia católica y el gobierno del estado, un anuncio advierte a los migrantes no concretar transferencias electrónicas con sus familias a través de Western Union. La razón: sus sucursales están muy lejos de la terminal. La distancia incrementa sustancialmente las probabilidades de que los migrantes sean secuestrados”, indica WOLA.
Pocas veces existen denuncias de desapariciones de migrantes ante las autoridades. Algunas veces las redes sociales sirven para difundir los casos.
En la página de Facebook de Esperanza por Tamaulipas se pide información sobre otros mexicanos desaparecidos tras haber sido expulsados de territorio estadunidense. Algunos son Juan Rodríguez, de 50 años, desaparecido el 12 de noviembre de 2012 en Matamoros; Ricardo Gutiérrez Muñiz, de 31 años, desaparecido en marzo de 2010 (cicatriz en mano izquierda con el nombre de Jeidi); Ranulfo Leonel Jiménez, guatemalteco, de 35 años, a quien se le perdió el rastro en julio de 2010, en Piedras Negras, Coahuila.
Rigoberto Ramírez Villegas desapareció en 2013. En su reporte de búsqueda quedó escrito: “Originario de Miguel Alemán, vivía en McAllen TX hasta que fue deportado a Reynosa. Regresaría a McAllen; sin embargo, desde el 12 de septiembre a las 11:30 am se tuvo la última comunicación hasta el momento, tiene dos nombres tatuados en el brazo derecho (el de la hija y la esposa)”.
En la ficha de Israel Silva Beiza, de 25 años, con quien se cortó el contacto el 26 de septiembre de 2014, una persona escribió: “Inmigración lo deportó en Septiembre 26, 2014, y lo dejaron en la frontera de Laredo, Texas. Padece de una enfermedad severa que requeria de Emodialysis y su familia no lo a podido localizar desde que fue deportado. Hable a todos los hospitales en el area de Nuevo Laredo, Tamaulipas y de Laredo, Texas y no esta registrado. Hable tambien con el doctor que hiva seguir su tratamiento en Mexico y nunca llego con el. Su mamá esta muy procupada porque no sabe de su hijo desde Septiembre 2014”.
Fuente: Proceso