Entre todos los pretextos posibles para evitar la realización de la consulta ciudadana de revocación de mandato, Lorenzo Córdova escogió el más pueril: no le alcanza el dinero —sostuvo y cinco consejeros más le apoyaron— al INE para cumplir con esta tarea que la Constitución le manda.
A una sola voz saltaron en su defensa, esgrimiendo razones igualmente pedestres que la invocada para posponer la consulta, desde los fanáticos más leperos hasta los intelectuales más refinados de la derecha conservadora.
Dicen que una consulta así es un gasto innecesario, que ya se votó hace tres años y no es necesario volver a las urnas, que se trata solo de una maniobra electoral, que lo que el Presidente pretende es golpear y destruir al INE …
Con argumentos de este tipo, banales y aderezados con mentiras usuales de la oposición, se saturaron durante días los medios y la red.
Una verdadera cruzada “en defensa de la democracia” se lanzó —vaya paradoja— para impedir que se realice este saludable y necesario ejercicio de democracia participativa.
Ni uno solo de los columnistas, presentadores de radio y tv, o de las y los intelectuales que participaron en esta enconada defensa del INE tuvo la honestidad de hablar sobre cómo ejercicios de este tipo son comunes y han sido clave para la consolidación de las democracias más avanzadas.
Nadie, entre quienes se oponen a la consulta, se planteó el dilema entre ampliar o reducir libertades públicas y derechos políticos de los ciudadanos que esta cuestión entraña.
Del derecho de los votantes a expresarse y establecer un contrapeso ciudadano para juzgar, a medio periodo, el desempeño de sus gobernantes y ratificar o revocar su mandato nadie habló.
Menos todavía tuvieron la honestidad de reconocer que el ejercicio de este derecho habría evitado en el pasado grandes sufrimientos a este país y podría servirle a la derecha conservadora, para deshacerse de ese que creen un “peligro para México” que despacha en Palacio Nacional.
Golpear política y mediáticamente a López Obrador, frustrar una más de sus iniciativas e impedir que se siente un precedente que ponga en peligro la “presidencia imperial” podría parecer, si nos atenemos a sus dichos, el objetivo de las y los combatientes de esta nueva cruzada.
Lo cierto es que la banalidad de su discurso, reducir groseramente la cuestión a un asunto de pesos y centavos es su manera de enmascarar la verdad que no pueden ni quieren decir.
Si solo de presupuesto se tratara bastaría con que Córdova le hiciera caso a Carla Humphrey, consejera del propio instituto.
Con solo los ajustes al procedimiento que ella sugiere y la aplicación de un paquete adicional de medidas de austeridad el costo no sería ya el impedimento para la consulta.
Además del racismo y el desprecio profundo que sienten por la participación ciudadana (que salen a flote en su argumentación), hay algo más profundo que se esfuerzan en ocultar.
Lo que está en juego es el aparato bipartidista que les permitió administrar, a su antojo, la alternancia en el poder durante todo el periodo neoliberal.
Saben que, si se cumple con la Constitución, si se establecen las consultas ciudadanas como norma en este país, si desde abajo se comienza a construir la democracia que hasta ahora consideran solo de su propiedad, ellos se quedarán sin el aparato jurídico-político-mediático, sin la que fuera la coartada perfecta —por la vía de la democracia aparente y administrada por las élites— para someter y saquear a México.
Epigmenio Ibarra
@epigmenioibarra