La geopolítica de la droga

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Por Marco V. Herrera

Los Panama Papers volvieron loco al mundo; causaron un gran revuelo; tiraron a un primer ministro, el de Islandia; pusieron en jaque a todos los ricos del mundo, menos a los de Estados Unidos, y de primer impacto descompusieron el acuerdo que tenía Obama con Putin y sus demás aliados. Como consecuencia, el precio del petróleo, que ya había logrado una estabilidad, cerró a la baja.

Este asunto, que pasará a los anales de la historia mundial, no es un asunto cualquiera. Si lo vemos bajo la teoría de la conspiración (yo, qué culpa, veo mucha televisión), fue perfectamente diseñado y ejecutado, es de mayor dimensión y cantidad de documentos que WikiLeaks y tal vez sale hasta del mismo lugar la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Sin embargo, a diferencia de aquella vez en que la información se salió de control y fuera de la Central, aquí todo funcionó a la perfección, como relojito, y la filtración fue bien ejecutada: primero fue puesta en manos de un periódico en Alemania en 2014, posteriormente se consensuó con un grupo de periodistas de investigación mundial, con base en Washington, y se trabajó durante un año y salió a la luz exactamente dos días después de la Cumbre Mundial de Energía Nuclear y a días de que se firme el acuerdo mundial de las drogas en la Asamblea General de la ONU. Ante esta situación, muchas preguntas quedan al aire sin respuestas.

Es necesario entender que cuando el mundo quiere cambiar la estrategia para enfrentar la droga, no es un tema local, es un tema geopolítico y geoestratégico; se cambia la política porque el tráfico de la droga –con todos su elementos, como el lavado de dinero y la industria de las armas– estaba generando una crisis en los Estados, ya que en los últimos años el poder del negocio de la droga ha generado un subestado-económico, sin territorio, sin reglas, sin leyes y con un gran poder económico. Un subestado de naturaleza corrupta, corruptor, son capitales que no pagan impuestos, que viajan a distintos paraísos fiscales, desde donde se pueden generar crisis financieras en cualquier país.

Es seguro que el mundo no volverá a ser igual después de esto.

Si le seguimos buscando tres pies al gato, también podemos incluir que con esto se pusieron en riesgo las inversiones que los rusos y los chinos estaban buscando poner en Nicaragua para crear un segundo canal en Centroamérica, pero fuera del control de los estadounidenses. Si le seguimos inventando, pues encontraremos más cosas, pero hoy mejor la dejamos hasta ahí.

Ahora bien, el otro día asistí a un evento sobre ética en la vida y en los negocios, y se llevó a cabo una gran discusión sobre el efecto de los Panama Papers. Se hablaba de la moral de los inversionistas, los políticos, los ricos, los artistas, y que si los dineros y etcétera; una gran discusión sobre la moral del mundo. En el fondo, todos estaban felices de que se hubiera puesto al descubierto el tema, y todos contentos de lo positivo de la filtración, pero se les olvida –y nadie cayó en la cuenta de que todo esto fue fundamentado en un acto ilegal– que un hacker accedió sin permiso a una empresa, extrajo información confidencial y la filtró a un medio de comunicación. Un periodista recibe información de este tipo y se procesa, y por el hecho de publicarla en un grupo de medios “serios y formales”, la información se “lava y purifica” y se olvida su carácter de ilegal, pero se toma en cuenta y como fidedigna, y para acabarla de complicar, al ser publicada y correr por las redes sociales, el tema es más que verídico; nadie cuestiona si es o no información falsa.

No cabe duda que el mundo ya perdió la cordura. ¿Será que en este mundo donde el Estado-nación se ve en riesgo, se tienen que usar todo tipo de artimañas para poner orden? Si no recuerdo mal, éstos eran parte de los argumentos con los que nació y se justificaron los años de la Guerra Fría, ¿o no?

Fuente: Forbes

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