Por Francisco Javier Pizarro Chávez
No nos vayamos con la finta de que el destino de México depende de quien gane la presidencia de EU: Entre Trump y Biden no hay gran diferencia: El imperio es el imperio
Estados Unidos es una potencia hegemónica mundial, con poder suficiente para imponer su política interior y preservar el dominio geopolítico de pueblos y Estados sometidos, unos, mediante su poderío militar, y otros, a través del saqueo de sus recursos naturales y financieros de la economía global generada a partir de la segunda guerra mundial y el declive de la Unión Soviética y sus países aliados de Europa del Este.,
En este contexto, estimo que la polarización política e incertidumbre generada por la disputa electoral entre republicanos y demócratas, es un ejemplo de ello. Gane quien gane la elección presidencial, ya sea por la vía legal o ilegal, ninguno de ellos va a renunciar la doctrina geopolítica, cimiento de su poder hegemónico mundial, referido líneas arriba.
Y es que entre Joe Biden y el republicano Ronald Trump, no hay gran diferencia entre uno y otro. Como bien dijo hace unos días mi estimada amiga Rosa Isela Jurado, ex magistrada de la Sala Sexta Penal del Poder Judicial de Chihuahua, para ellos “El imperio es el imperio”. No nos vayamos con la finta de que el destino de México depende de quien gane.
No hay duda que la principal relación bilateral que tiene México en materia comercial, migratoria, de seguridad y por supuesto diplomática, con su “vecino del norte”, siempre ha prevalecido bajo su dominio, sea de republicanos o demócratas en lo que se refiere a varios ejes de su “geopolítica situada” en lo que se refiere a temas nodales.
Trump es un racista discriminatorio de los negros, latinoamericanos, y asiáticos; consumado homófobo; un magnate pedante; un seudo político grotesco y ególatra; detesta a los migrantes que son una de las principales fuentes laborales de las maquiladoras norteamericanas y la agricultura, a los que pone muros en la frontera con México y destierra a los hijos de los centroamericanos trasladados por los “polleros”.
Biden es más ponderado, pero no se queda atrás. El ex vicepresidente de los dos períodos de gobierno de Obama, deportó cientos de miles de migrantes –380 mil por año—muchos de ellos mexicanos.
Cierto es que de ganar Biden la presidencia, la relación entre México y Estados Unidos puede ser más certera e institucionalizada y abriría a más el mercado estadounidense a nuestro país, pero a la par, pondría más candados al T-MEC en México en el rubro laboral y energético.
No hay que olvidar que los legisladores demócratas impusieron mayores restricciones en el capítulo laboral 23 del tratado comercial con México y en su plan de gobierno contemplan establecer una multa fiscal a los corporativos que subcontraten trabajadores en la fabricación de productos que se les reenvían a ellos y otros países. (outsourcing)
También ya han anunciado que en su programa para reactivar la economía “industrial nueva generación” se utilizará energía limpia en sectores como el automotriz y, por lo tanto, restringirán el consumo de combustibles fósiles, gas y energía eléctrica, lo que indudablemente afectaría al sector petrolero y energético que son ejes fundamentales de la 4t para recuperar la economía y las finanzas del país, especialmente en la región del sureste.
De reelegirse Trump, tenga por seguro que seguirá obligando a México a poner freno a la migración de Centroamericanos e insistirá una y otra vez que su vecino sureño pague por la construcción del muro fronterizo, –retórica agresiva—que, de no acatarse, impondría a nuestro país un cúmulo de gravámenes comerciales y financieros como castigo.
De triunfar Biden, se da por sabido, que el gobierno de Estados Unidos asumirá una postura mas firme y enérgica con México en temas como seguridad, medio ambiente, derechos humanos y cumplimiento de contratos con inversionistas estadounidenses, pronostican politólogos de ambas naciones, e incluso México podría dejar de ser el principal socio de EEUU, según expertos financieros y economistas norteamericanos.
En concreto no hay a quien irle. Reitero: La geopolítica de USA no depende de buenos o malos gobernantes; se impone en función de su poder hegemónico interno y externo. Lo veremos y diremos.
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Geopolítica: Es una doctrina creada en 1905 que investiga y pondera los factores geográficos del mundo al que divide políticamente en dos áreas; las interiores y las exteriores, esto es, analiza como se dispone del espacio territorial y atmosférico y que impacto tiene desde un punto de vista político, ya sea por parte de un Estado y otras entidades políticas a las que hay que controlar para dominar el globo.
Antecedentes históricos:
En 1936 el partido nazi definió la Geopolítica como “La ciencia de los fundamentos territoriales y raciales que determinan el desarrollo de los pueblos y de los Estados”. Hitler la asumió como una estrategia militar, mediante la cual emprendió el exterminio de las minorías raciales ya expansión territorial de Alemania, para dominar el mundo.
En 1942 el geógrafo estadounidense de origen holandés, Nicholas Spykman, en su obra “Estrategia de América en la política Mundial” hizo aportaciones importantes a la formación del pensamiento geopolítico estadounidense, entre ellos tres que siguen vigente:
- La geopolítica norteamericana debe estar asociada con la escuela histórico filosófica del III Reich.
- Debe definirse como sinónimo de geografía política y…
- Como estudio y planificación de una política de seguridad del Estado en términos geográficos.
En síntesis. El geopolítico estadounidense, vislumbró a Estados Unidos como una potencia hegemónica mundial, con el poder suficiente para imponer su ley tanto al interior como el exterior, que garantizara su protección y defensa ante las “amenazas del enemigo comunista de la postguerra”.
Y no le erró. EEUU sigue siendo una potencia hegemónica mundial pero ahora, en una grave crisis política y económica que indudablemente está generando ya una polarización política al interior de su país y también de su política exterior.