La pérdida de un ser querido en algunas ocasiones provoca aflicción complicada, una reacción extrema y continua a la pérdida que persiste por más de seis meses y puede dar como resultado un riesgo grave para la salud.
El duelo – el cómo uno responde y se adapta a la muerte de un ser querido – es una cuestión muy personal. Es natural experimentar un montón de reacciones negativas en las semanas y meses después de lapérdida de un ser querido: tristeza, dificultad para dormir, recordatorios dolorosos de la persona, dificultad para disfrutar actividades que se compartieron alguna vez, incluso, enojo.
La pena es una reacción humana normal, no es una enfermedad, y no existe una única forma correcta de pasar por ella. Lo más frecuente es que a los seis meses de la muerte, los sobrevivientes se adapten y más o menos puedan reanudar sus actividades usuales, experimentar alegrías y recordar a sus seres queridos sin un dolor intenso.
Sin embargo, a veces, aun cuando la pérdida no es repentina ni inesperada, como es cierto en la mayoría de las muertes en Estados Unidos, los sobrevivientes cercanos al fallecido pueden experimentar reacciones de aflicción extremadamente perturbadoras, que persisten muchísimo más.
En un artículo publicado en enero en The New England Journal of Medicine, la doctora M. Katherine Shear presenta un cuadro complejo de lo que se conoce como aflicción complicada, una reacción extrema y continua a la pérdida que persiste por más de seis meses y puede dar como resultado un riesgo grave para la salud.
Describe a una viuda de 68 años de edad que, cuatro años después de la muerte de su esposo, seguía gravemente disminuida a causa del dolor.
La mujer dormía en el sofá porque no soportaba hacerlo en la cama que había compartido con él. Le resultaba demasiado doloroso participar en actividades que solían hacer juntos. Ya no hacía comidas regulares porque prepararlas era un recordatorio de su pérdida demasiado angustiante. Y seguía enojada, en forma alternada, con el personal médico que lo atendió y con ella misma por no haberse dado cuenta antes de la enfermedad.
Los síntomas de un dolor que se complica incluyen, por lo común, una añoranza, nostalgia o dolor emocional intensos; preocupación frecuente, pensamientos molestos y recuerdos del ser al que se perdió; un sentimiento de incredulidad o una incapacidad para aceptar la pérdida, y dificultad para imaginar una vida significativa sin esa persona.
“Es frecuente que las personas que padecen un dolor complicado se sientan estupefactas, pasmadas y emocionalmente paralizadas, y es posible que se alejen de otros debido a la creencia en que la felicidad está inextricablemente ligada a la persona que murió”, escribió Shear, de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad de Columbia y del Colegio de Médicos y Cirujanos.
“La aflicción complicada es como una herida que no sana y puede seguir a la pérdida de cualquier relación cercana”, explicó. El riesgo de la aflicción complicada es mayor – 10 a 20 por ciento – entre quienes pierden a una pareja sentimental y todavía más alta entre quienes pierden a un hijo. Es más común después de una muerte repentina o violenta, y es de lo más común en mujeres mayores de 60 años, informó.
Entre los factores que hacen que aumente el riesgo es que el finado no haya hecho planes para recibir atención avanzada, lo cual puede tener como resultado que los familiares cercanos tengan que tomar decisiones dolorosas sobre la atención al final de la vida sin ninguna guía de la persona que se está muriendo.
DUDA
¿Debería continuarse con el tratamiento de la enfermedad subyacente hasta la muerte? ¿Debería mantenerse a la persona con sonda para la alimentación y conectada al respirador cuando ya no hay esperanza de recuperación? ¿Debería aplicarse la RCP si se detiene el corazón? Es mejor tomar esas decisiones cuando la persona es mentalmente competente y puede hablar de las opciones con los familiares más cercanos y con los médicos.
“Entre más horribles sean las circunstancias que rodean a la muerte, mayor será el riesgo de padecer aflicción complicada”, notó Shear en una entrevista. Por lo tanto, es más factible que los sobrevivientes de quienes murieron en el horrible accidente de un coche y un tren en Valhalla, Nueva York, el 3 de febrero, o como los padres de los niños que fallecieron en el tiroteo en la escuela primaria Sandy Hook en Connecticut, en diciembre del 2012, presenten aflicción complicada que, por decir, yo hace cinco años, después de la muerte de mi esposo a causa del cáncer, la cual ya se esperaba. Él había dejado claro que no se tomaran medidas extraordinarias para prolongarle la vida.
Holly G. Prigerson y Paul K. del Colegio de Medicina Weill Cornell en Nueva York han desarrollado una escala para medir la intensidad del dolor – es posible encontrarla en endoflife.weill.cornell.edu – que puede ayudar a las personas a determinar si sus reacciones ante una pérdida son lo suficientemente graves y prolongadas como para merecer que las trate un profesional de la salud mental.
Unos 30 mil sobrevivientes han completado esta escala, “pero muy pocas personas – de siete a 10 por ciento – dieron positivo” para la aflicción complicada, dijo Prigerson en una entrevista. Las personas que están en mayor riesgo, añadió, son las que perdieron “al amor de su vida” o que estaban fuertemente apegadas a la persona que murió o dependían mucho de ella, como fue el caso de la escritora Joan Didion, quien contó el dolor intenso, casi paralizante, que sintió después de la muerte de su esposo en “The Year of Magical Thinking” (El año del pensamiento mágico).
NUEVA VIDA
La aflicción complicada es más que una respuesta emocional que altera la vida. Se ha mostrado que tiene como resultado anormalidades neuropsicológicas, incluidos los cambios en la actividad cerebral que pueden afectar a la memoria y la capacidad para regular las emociones. Si no se trata, puede provocar perturbación prolongada del sueño, abuso de sustancias, ideas y comportamientos suicidas, anormalidades inmunitarias y un riesgo mayor de enfermedades cardíacas y de cáncer.
Es común que a la gente que presenta reacciones de dolor intenso se le receten antidepresivos. Aunque a veces son útiles, los fármacos no son el tratamiento más efectivo, notó Shear. Más bien, lo más probable es que se obtengan resultados en el menor tiempo posible con un enfoque llamado tratamiento de la aflicción complicada, que depende fuertemente de estrategias utilizadas en la terapia conductual cognitiva, explicó.
En 16 sesiones semanales, ayuda a que los que padecen aflicción prolongada encuentren formas para pensar en la muerte sin experimentar “intensos sentimientos de enojo, culpa o ansiedad”, y funcionen en forma más efectiva “al generar entusiasmo y planes para el futuro”, escribió.
A diferencia de la psicoterapia interpersonal, el tratamiento de la aflicción complicada está altamente estructurado. Cada semana, los pacientes monitorean sus reacciones por la aflicción y se les asignan actividades específicas para hacer como tarea, que las ayudan a adaptarse a la realidad de su pérdida y a aceptarla.
En efecto, la gente “reinventa su vida al revisar los objetivos y hacer planes” que no incluyen a los seres queridos a los que perdieron, dijo Shear.
Fuente: The New York Times