Por Luis Javier Valero Flores
Descontado que en Chihuahua el electorado de izquierda ya sólo tiene un referente –el Partido de Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) –, pues Movimiento Ciudadano y PRD han postulado a sendos expanistas y el PT ha consolidado su alianza estratégica con el PRI, se verán, ambos, electores y partido, inmersos en una verdadera encrucijada.
Convertido en sorpresa electoral en un buen número de entidades, Morena, de acuerdo con las encuestas realizadas por el Gabinete de Comunicación Estratégica (GCE), que lo señalan como segunda fuerza en la intención de voto en Oaxaca, la tercera en Veracruz y la primera en Zacatecas (cuyas encuestas las realizó, para tomarse debidamente en cuenta, con elevados porcentajes de entrevistas telefónicas), en Chihuahua se enfrenta a una inédita situación que le provocará –le provoca, ya– verdaderos dolores de cabeza.
Son tan grandes que una parte de la dirigencia y candidatos de Morena en Camargo han anunciado que solicitarán formalmente la expulsión del exdirigente estatal, Víctor Quintana, por aparecer como apoyador de la candidatura de Javier Corral, candidato del PAN, y haber aceptado la coordinación de Alianza Ciudadana, la agrupación que naciera el domingo anterior, con la participación y apoyo de una gran cantidad de destacados dirigentes de la izquierda local y nacional.
El Javier Corral de hoy no es el panista del 2004; su acercamiento a las posturas de centro y de centro izquierda le acarrearon las muy significativas muestras de apoyo de gente como Elena Poniatowska –sin duda, junto con Paco Ignacio Taibo II, una de las intelectuales más cercanas a López Obrador–, Porfirio Muñoz Ledo (quien encabeza la Comisión redactora de la Constitución de la Ciudad de México y uno de los que más influyen en las elaboraciones del ex candidato presidencial), María Rojo (indudablemente uno de los referentes de los integrantes del gremio cinematográfico y teatrales de México), Gerardo Fernández Noroña (uno de los que más rechazo provocan en las capas medias derechizadas del país –y, claro, entre los priistas–, por sus ácidas posturas).
Además de El Barzón y el Frente Democrático Campesino, que se integraron a la Alianza Ciudadana; de la periodista Denise Dresser, Guadalupe Acosta Naranjo (ex dirigente nacional del PRD, Vicecoordinador de los diputados federales del PRD y ex integrante del grupo de Los Chuchos), Fernando Belaunzarán, diputado federal perredista y también ex “Chucho”; Sergio Leyva, dirigente nacional de las juventudes perredistas; Manuel Espino Barrientos, Marco Rascón (ex diputado federal perredista, creador del “Super Barrio” y hoy candidato independiente al Congreso Constituyente de la Ciudad de México), Claudia Jusidman (exsecretaria de Desarrollo Social del DF, con Cuauhtémoc Cárdenas), Ricardo Raphael, destacado escritor y analista político; y de los dirigentes locales, Víctor Quintana Silveyra, Alma Gómez, Dagoberto González, Gabino Gómez y Hugo Almada Mireles.
No cuesta mucho trabajo entender las razones que llevaron a los dirigentes izquierdistas del centro del país a apoyar a Corral, sus posturas de los últimos años en la reforma fiscal y fundamentalmente en la energética, la laboral y la de telecomunicaciones lo ubicaron claramente en las posiciones de la izquierda, además de su ríspido permanente enfrentamiento al monopolio de Televisa.
De ahí que ubicarlo, por sus posturas recientes, por sus pronunciamientos, por sus votaciones en los últimos años, en la derecha tradicional panista, parece ser una equivocación mayor.
En ella cayó la dirigencia estatal de Morena al calificar a los intelectuales que lo apoyan, en un comunicado oficial del dirigente estatal, Martín Chaparro, como “intelectuales de escritorio” que no “representan a Chihuahua”.
No sólo. Los acusó de poseer una trayectoria que “ha demostrado que antes que buscar la verdadera transformación de Chihuahua y el país, actúan de forma conveniente para obtener migajas” que, además, ni siquiera “tienen credencial de elector de Chihuahua, por tanto no conocen las necesidades del estado”.
Para todos tuvo el dirigente morenista. Catalogó a los dirigentes de la izquierda social chihuahuense como “liderazgos tradicionales que se dicen de izquierda pero que han demostrado que lo único que les ha interesado es medrar con los espacios electorales y las migajas que muchos de ellos han disfrutado” y a los que reconoce, lamentó que, al apoyar a Corral, contradicen “las causas sociales y de justicia que supuestamente buscan”.
Seguramente sin parar mientes en la importancia de dirigentes como Poniatowska y Muñoz Ledo, Chaparro catalogó aquel evento como una “pasarela de intelectuales, políticos y luchadores sociales”, de los cuales dijo, “si en realidad encabezaran las causas de amplios sectores sociales se congregarían en un espacio abierto, con mucho mayor asistencia”. (Sic).
El nacimiento de Alianza Ciudadana le dio al candidato del PAN, Javier Corral, un vuelco a su campaña en la búsqueda del voto de quienes aún no lo han decidido, o de una parte importante del electorado de izquierda que se fragmentará aún más, si partimos de la idea que la mayor parte de él migrará del PRD a Morena y que se encontrará en la indecisión de apoyar o no a Corral y le dará, a no dudar, un sesgo de carácter democrático a la misma, -al contrario de la campaña de José Luis Barraza- con el que pretende convencer al electorado que su propuesta rebasa los marcos de la propia de su partido en la búsqueda de construir un gran frente opositor al duartismo.
Y esa será el cogollo de la encrucijada de la izquierda chihuahuense: O votan por Javier Félix (un hombre de izquierda que pasó por las filas del panismo, pero que contrariamente a la mayoría de quienes así lo hicieron bajo el influjo del “verano caliente” del ’86, no se convirtió en panista) o lo emiten a favor de quien puede ser la opción más fuerte de la oposición al duartismo.
Lo pueden hacer, la legislación le exige a los partidos mantener el 2% de la votación en las elecciones de diputados, de tal manera que el voto cruzado sería una opción para estos electores, si así lo acordaran quienes conforman la dirigencia de Morena, y pactaran con Corral un programa gubernamental de claras reivindicaciones populares.
Pareciera ser el momento. Los resultados de la encuesta de GCE, cuya mitad de encuestados fueron vía telefónica, refuerzan la idea de que la contienda está muy reñida pues Enrique Serrano sólo lleva una ventaja, frente a Javier Corral, de 6 puntos, lo que es para preocupar a cualquier mando priista, de cualquier lugar del país, si la comparamos con las obtenidas en los más recientes procesos electorales.
La apuesta de Corral –y pareciera que esa es su propuesta verdadera– lo lleva a buscar el voto más allá del emitido por la parte más conservadora de la entidad (de ahí la trascendencia de que lo hicieran aparecer como simpatizante de las adopciones por las parejas homosexuales), además de que, por las características de quienes lo apoyan desde la izquierda, y por sus posturas, seguramente se esperaría un gobierno más de corte de centro izquierda, que el típico de derecha que encabezara Francisco Barrio.
Para Chihuahua este tema no es un asunto menor.
Ahora ya no se comenta debido a la baja del precio del petróleo, pero esos precios no se conservarán, la carrera tecnológica va muy atrás como para que la humanidad deje de lado este energético. Eso nos llevará a que la poderosa industria petrolera insistirá en la explotación del gas shale a través del fracking y Corral es el único de los candidatos cuya postura es abiertamente contraria a tal explotación, además, de obviamente, Javier Félix, el candidato de Morena.
De ahí que se equivocan quienes, para criticar su apoyo a Corral, dicen que se “apoya al PAN”.
No parece ser así, estamos frente a un candidato que se opuso a las dirigencias de su partido y a los presidentes de la república emanados del PAN.
A Fox, por su entrega a Televisa y por sus relaciones con la defenestrada dirigente magisterial, Elba Esther Gordillo, y en el caso de Calderón fueron numerosos diferendos.
Además, fue el opositor más fuerte –luego de apoyarlo en su pretensión de convertirse en el dirigente nacional del panismo– de Gustavo Madero, a quien apoyó precisamente por sus posturas anticalderonistas, y de Ricardo Anaya, quien venía de ser el delfín de Madero.
Ahora bien, apoyar a Corral no significa que, automáticamente, quienes así lo hagan, apoyen al resto de los candidatos panistas.
Serán semanas de verdaderos dolores de cabeza para los electores de la izquierda chihuahuense.
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