La representación de México en Estados Unidos se ha convertido, en el gobierno de Enrique Peña Nieto, en un oasis para familiares de importantes políticos y exfuncionarios públicos. Al amparo del embajador Eduardo Medina Mora, en la sede diplomática se cocinan intereses de diversos grupos y se eleva a rango diplomático el tráfico de influencias.
Por J. Jesús Esquivel/ Proceso
Convertida en refugio de parientes de políticos de alto perfil de éste y otros sexenios, la representación diplomática mexicana en Estados Unidos se ha vuelto un laberinto de intereses comerciales y económicos poco transparentes, bajo el cobijo del embajador Eduardo Medina Mora.
Entre el personal “privilegiado” de la embajada de México en Washington destacan dos nombres: Gabriela Saade Murillo, nieta de Jesús Murillo Karam, titular de la Procuraduría General de la República (PGR), y Sergio García Gómez, esposo de Cecilia Nahon, embajadora argentina ante la Casa Blanca.
Los cargos de Saade Murillo y García Gómez, quien es mexicano y ahora el número dos en la representación de la Secretaría de Economía en la embajada, pueden implicar conflictos de interés. De hecho, estos privilegiados laboran casi en circunstancias fantasmales.
En la relación del personal diplomático extranjero que el Departamento de Estado muestra en su página en Internet (www.state.gov/s/cpr/rls/dpl/221208.htm#M), actualizada el pasado 4 de febrero, la nieta de Murillo Karam aparece como “consejera” asignada a la representación de la Secretaría de Gobernación en la embajada mexicana.
En el inciso correspondiente a México aparecen los nombres de las personas a las cuales Washington les asignó pasaporte diplomático a petición de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).
No obstante, en la representación de la Secretaría de Gobernación en la embajada dicen que ahí no trabaja Gabriela Saade Murillo.
Por cierto, la representación de Gobernación en la sede diplomática está a cargo de Gabriela Rojas Jiménez, esposa del ex embajador de Estados Unidos en México Carlos Pascual e hija de Francisco Rojas, ex coordinador del PRI en la Cámara de Diputados y hasta hace poco director de la Comisión Federal de Electricidad.
La oficina de prensa de la embajada en Washington rechazó comentar el caso de la nieta de Murillo Karam y la reciente contratación del esposo de la embajadora argentina.
Pero si de manera oficial se niega que Saade Murillo labore en esas instalaciones, funcionarios de la embajada confiaron a Proceso que la joven ha sido vista recientemente al entrar y salir del inmueble en esta capital.
El pasado 24 de abril este corresponsal llamó al conmutador general de la sede diplomática (202-728-1600) y solicitó hablar con Saade Murillo. Sin titubear, una empleada transfirió la llamada. La extensión timbró unas cuatro veces y entonces contestó una grabadora: “Gabriela Saade”. Se trata de la respuesta automática para indicar que se deje el mensaje porque la persona está ausente.
La oficina de prensa no quiso dar información ni siquiera ante este dato irrefutable de la presencia de la nieta de Murillo Karam como personal diplomático, por lo que no se sabe qué actividad desempeña.
La posibilidad de que haya conflicto de interés es evidente en el caso de Rojas Jiménez, ya que su marido no sólo fue embajador del gobierno de Estados Unidos en México (Proceso 1904), sino que actualmente es enviado especial y coordinador internacional para asuntos energéticos del Departamento de Estado.
En estos momentos el Congreso mexicano permanece enfrascado en el debate para la aprobación de las leyes secundarias en materia energética y en la definición de los procedimientos para abrir Pemex al capital privado.
Pascual es el funcionario a quien el Departamento de Estado designó para velar por los intereses energéticos de Estados Unidos en el mundo y, como es sabido, las empresas petroleras estadunidenses siempre han estado ansiosas de participar en la apertura de Pemex y de todo el sector energético mexicano. Por ello el gobierno de Estados Unidos ha insistido en recomendar a México la privatización de sus recursos energéticos, como parte de las iniciativas para el avance macroeconómico.
El factor argentino
García Gómez está en la misma situación que Saade Murillo. Su contratación hace alrededor de un mes como número dos en la representación de la Secretaría de Economía se dio justo cuando el presidente de México otorgó su apoyo a la presidenta Cristina Fernández ante la crisis de los “fondos buitre” (Proceso 1953).
Proceso buscó una respuesta oficial en la oficina de prensa de la embajada que encabeza Medina Mora sobre las razones para contratar a García Gómez, y aunque no hubo respuesta, el propio esposo de la embajadora argentina envió su currículum al reportero, sin que éste se lo hubiera solicitado.
“Sergio García Gómez, mexicano, 41 años. Idiomas: Español (lengua natal). Inglés (100%). Francés (50%)”, se lee al principio del documento. Pero eso no explica por qué consiguió de manera exprés un empleo diplomático en Washington, con un sueldo del que no debe pagar ni un centavo de impuestos, además de los privilegios de los cuales ya goza como esposo de la embajadora de Argentina ante el gobierno de Barack Obama.
En la representación de la Secretaría de Economía en dicha embajada, García Gómez es lugarteniente de otro privilegiado: Antonio Ortiz Mena López Negrete.
Este funcionario es nieto de Antonio Ortiz Mena, quien fuera secretario de Hacienda en los sexenios de Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz y de 1971 a 1988 presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), con sede en Washington.
Fuente: Proceso