Por Epigmenio Ibarra
La derecha conservadora libra —y miente cuando lo niega— una guerra sin cuartel contra Andrés Manuel López Obrador; no busca derrotarlo en las urnas, desplazarlo con métodos pacíficos del poder. No lo considera un adversario político sino un enemigo al que es preciso exterminar a toda costa.
Si para Von Clausewitz la guerra —cuyo propósito; la aniquilación del enemigo— es “la prolongación de la política por otros medios”, para los conservadores y sus voceros la guerra, en la que están empeñados, es la degradación de la política por todos los medios y sobre todo en y a través de los medios.
Es tal su rabia, el frenesí con que combaten al Presidente, su sed de venganza que nada de lo que proponga o haga, por más que se trate de algo razonable y benéfico para el país, incluso para ellos mismos, les parece aceptable.
Con un enemigo, al que consideran además inferior, al que con sus insultos deshumanizan, vuelven menos que cosa, no están dispuestos a buscar ningún tipo de entendimiento.
En el fondo lo que les sucede es que no admiten aún los apabullantes resultados de las elecciones de 2018. Si López Obrador llegó al poder, insisten, es debido a que los votantes, a quienes desprecian y humillan, “por su ignorancia atávica se dejaron engañar”.
Están en guerra contra el Presidente, todas y todos, todo el tiempo y en todos los frentes; en los medios, las redes, el Congreso, los tribunales, los altos círculos empresariales y hasta en las tertulias familiares y sociales. Pretenden, con ese odio y ese miedo cerval a su enemigo, contaminarlo todo.
Su coartada; “salvar a la patria”, la misma que han utilizado Franco, Pinochet y tantos otros golpistas en la historia que los hace actuar, con un celo mesiánico irrefrenable.
Es la suya una guerra santa; la peor, a mi juicio, de todas las guerras.
En Sarajevo vi a vecinos y amigos, de toda la vida matarse en el nombre de dios. Indistinguibles me parecían musulmanes y cristianos. Eran lo mismo y eran, sin embargo, enemigos irreconciliables.
Si en otros conflictos registré cómo la negociación y la razón se abrían paso, en Bosnia vi cómo para el que cree en otro dios o no cree en ninguno, no hay más destino que la horca, el paredón o la hoguera.
¿Eso mismo busca la derecha en México? ¿Emular a sus ancestros “mata rojos y liberales” del siglo XIX? ¿O a los que desorejaban maestros y los colgaban a la vera del camino en la cristiada?
Paradójico resulta que los conservadores y sus voceros, poseídos por esa visión profética, tilden de mesiánico a López Obrador.
Irónico que quienes tanto, tan pública y soezmente, expresan el odio que por él sienten, le acusen de ser el responsable de polarizar al país.
Descarado que, en el colmo del cinismo, lo tachen de perseguir personajes infames que, como Felipe Calderón o Ricardo Anaya, se pasean impunes cuando deberían estar en la cárcel.
Ridículo que, esos que sirvieron hasta la ignominia al viejo régimen, pretendan hoy, cuando nadie les quita ni una coma a sus escritos ni un segundo a sus noticiarios, ni los manda callar, ni los manda comprar, presentar sus libelos como “valientes y arriesgadas investigaciones periodísticas”.
Ciega y rabiosa continuará, me temo, la derecha conservadora su guerra santa contra el presidente más votado y con más respaldo popular de la historia.
Tarde comprenderá que es el suyo un esfuerzo estéril, pues en este país, al que dejaron ensangrentado y empobrecido, la gente no quiere salvadores ni profetas; quiere transformación, paz, justicia y democracia.
@epigmenioibarra