Por Jenaro Villamil
Con ostentosa promoción que recordó el inicio del Programa Nacional de Solidaridad en el salinismo, Enrique Peña Nieto anunció en enero el inicio de una Cruzada Nacional contra el Hambre que afecta a más de 7.4 millones de mexicanos en situación de pobreza. El plan se lanzó en el municipio de Las Margaritas, Chiapas, bastión del movimiento zapatista en 1994, y el principal promotor fue el propio presidente de la República. La secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, quedó relegada a un segundo plano mediático.
Ahora, en vísperas del arranque de la famosa cruzada, el hambre de millones de mexicanos se transforma no en una batalla sino en un pretexto más para la promoción gubernamental, una campaña de relaciones públicas que incluye al ex mandatario brasileño Luis Ignacio Lula da Silva y, por supuesto, convenios con poderosas trasnacionales como Pepsico y Nestlé que se suman a la campaña.
En estricto sentido, la misma “cruzada” tiene poca similitud con los programas Hambre Cero y Bolsa de Familia que aplicó el gobierno de Lula en Brasil y se asemeja cada vez más en otro programa público-privado que servirá para hacer convenios con estos consorcios que bastante responsabilidad tienen en el problema de la desnutrición y la obesidad infantiles en nuestro país.
El primer crítico de este convenio con Pepsico y Nestlé fue Patti Rundall, lideresa de la Coalición Internacional contra el Conflicto de Interés. Rundall consideró que es un error grave integrar a estas trasnacionales y recordó que en Gran Bretaña, desde los años 70 existe un boicot contra Nestlé por el daño que sus productos causan en la salud de la infancia.
Rundall puntualizó que el interés de estas industrias de alimentos y bebidas chatarra es evitar controles a la venta de sus productos y a la publicidad, rubro que está prácticamente desbocado. Estudios recientes de Cofepris, dependencia de la Secretaría de Salud, indican que en un año, un niño mexicano recibe un bombardeo de más de 14 mil horas de anuncios de golosinas, bebidas de cola y pastelitos a través de la televisión.
Alejandro Calvillo, dirigente de la agrupación El Poder del Consumidor, advirtió que una auténtica estrategia para abatir el hambre y la desnutrición tendría que estar volcada en promover alimentos tradicionales, más económicos, y con mayor valor nutricional. Eso fue lo que sucedió en países como Brasil.
Sin embargo, esto no forma parte de la estrategia peñista. Al paso que va la Cruzada Nacional contra el Hambre bien puede convertirse en la Cruzada de las Sopas Maruchán, en referencia a las famosas cajitas con sopas chatarra que están en millones de centros escolares, en tiendas de autoservicio y en los últimos rincones del país. Tienen la virtud de engañar el hambre, pero con nulo valor nutricional.
La Cruzada de Sopas Maruchán privilegia la ingesta calórica y no la nutrición. De entrada, la Cruzada no tiene –o, al menos no se conoce con suficiente detalle- una estrategia contra el problema central que es la desnutrición crónica.
México ocupa el nada grato primer lugar en el mundo en obesidad infantil. Y según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 1 de cada 3 adolescentes mexicanos entre 12 y 19 años tienen sobrepeso y obesidad. El número de menores obesos creció un 26 por ciento entre 2011 y 2012, es decir, 4.1 millones de escolares.
El problema fundamental son los malos hábitos alimenticios que generaron el 70 por ciento del sobrepeso, en especial, en las zonas urbanas y conurbadas.
En las zonas indígenas, la desnutrición crónica viene acompañada de una falta de atención a los niños que mueren de diarreas y anemias. ¿En qué forma Pepsico y Nestlé evitarán esto? ¿Será que con el reparto solamente de desayunos escolares o de despensas se modificará esta situación?
La titular de Sedesol, Rosario Robles, ha minimizado el impacto negativo que tuvo el anuncio de la participación de trasnacionales en la Cruzada. El 10 de abril afirmó que también se integrarán universidades y organizaciones civiles, no sólo compañías privadas.
“Hay rectoría del gobierno, hay Estado, hay poder público por encima de cualquier interés privado y nosotros estaremos trabajando”, afirmó Robles.
Sin embargo, no dijo cómo se puede frenar que la escalada de obesidad y desnutrición crónica –los males endémicos entre los menores mexicanos- se pueda enfrentar con las decisiones adoptadas hasta ahora por la Cruzada.