Por Santiago Nieto
La forma de construir el federalismo en nuestro país es a partir de los diseños constitucionales y legales que tenemos, así como de los acuerdos políticos que existen en México. La Alianza Federalista nació con la intención de cercenar a la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) y generar un grupo “alterno” de gobernadores, en franca oposición al gobierno federal, lo que de inicio no sólo es contrario a los principios establecidos en la Constitución mexicana, sino que refleja una actitud poco democrática de quienes idearon y encabezaron este movimiento.
La Alianza Federalista surgió en abril de 2020. ¿Cuáles fueron los resultados? Ninguno en realidad. Lo cierto es que el pasado 16 de diciembre acudieron a la reunión de la Conago en Villahermosa, Tabasco, nada más y nada menos que 31 estados, incluyendo los integrantes de la llamada Alianza Federalista: Aguascalientes, Chihuahua, Coahuila, Colima, Durango, Guanajuato, Michoacán, Nuevo León y Tamaulipas, con excepción de Jalisco, ya que el gobernador de esa entidad anunció que no podría acudir a la reunión. El encuentro no sólo refleja el ocaso de un proyecto poco sólido en sus bases políticas, sino que demuestra la capacidad del gobierno federal de generar las condiciones para volver a reunir a todas y todos los gobernadores en un modelo que había dado resultados, así como rencaminar el debate público hacia el diálogo en los estados, y llegar a acuerdos sobre temas que nos involucran a todas y todos los mexicanos, como el combate a la corrupción, que no es un problema exclusivo del gobierno federal sino también de los estados de la Alianza Federalista.
El nacimiento de dicha alianza tampoco fue casualidad. De cara a los procesos electorales de 2020-2021, ésta tuvo un objetivo claro: ganar votos y dividir los del partido dominante. En la actualidad, prevalece la postura, en teoría constitucional, que hacer política significa que las decisiones de las y los gobernantes deben ir acompañas del respaldo de la ciudadanía, es decir, deben gozar de legitimidad. En una democracia predominantemente representativa, como la nuestra, la preferencia popular se ejerce a través del voto, que significa sólo el arranque de un proceso social que debe vincular las acciones de quien resulta ganador o ganadora con las necesidades de la ciudadanía que participó en su elección.
Entonces, ¿qué pasó con la Alianza Federalista en los comicios del año pasado? En la mayoría de los estados de la Alianza Federalista ganó Morena y en dos de los cuatros estados que compitieron para la gubernatura, la población de Colima y Michoacán decidió cambiar su voto y votar por el partido Movimiento de Regeneración Nacional, es decir, darle el voto de confianza al proyecto nacional que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador.
El próximo año se realizarán los comicios de tres estados más (Aguascalientes, Durango y Tamaulipas), con pronósticos a favor de Morena. Sobre el futuro de la Alianza Federalista no hay mucho que decir, en el concurrido evento, el gobernador de Guanajuato la dio prácticamente por muerta; una alianza que sólo reveló la poca legitimidad de los gobernadores en su desacreditada estrategia política.
Fuente: La Jornada