Kombo Kolombia, ¿quién sigue?

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Por José Gil Olmos

La ejecución de 17 integrantes del grupo musical Kombo Kolombia podría ser considerada la primera masacre en el gobierno de Enrique Peña Nieto que, a través del secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, ya comienza a deslindarse de la espiral de violencia relacionada con la guerra al crimen organizado que no para sino, al contrario, se mantiene y en algunos días se incrementa en varias zonas del país.

El grupo mexicano de vallenato era muy conocido en el norte del país, sobre todo en Monterrey, donde tocaba en algunas zonas controladas por el cártel de Los Zetas. De ahí que algunas versiones no oficiales toman la matanza como un mensaje de algún otro grupo del crimen organizado que está disputando la plaza.

La noticia de la desaparición del grupo musical tuvo repercusiones importantes en la prensa internacional que de inmediato difundió la noticia, mientras que en la prensa mexicana paso a segundo plano como ha ocurrido con la información relacionada con la guerra contra el narcotráfico desde que empezó el sexenio de Peña Nieto.

Ya no sorprende que, a diferencia de los tiempos del gobierno de Felipe Calderón, en los que se reproducía en todos los medios los hechos vinculados con la guerra contra el crimen organizado, ahora se quiera diluir cualquier información al respecto. Pero si se quiere controlar de esta manera la percepción social sobre el fracaso de la estrategia militar policiaca, las redes sociales, los medios independientes, la prensa extranjera y la misma realidad, se impone a estas pretensiones impositivas.

Este es el caso de la masacre a los 17 músicos de Kombo Kolombia que repercutió una vez más en los medios internacionales y en las redes sociales, poniendo en evidencia que la llegada del PRI a la presidencia de la República no hace la diferencia en acabar con la violencia y el poder del crimen organizado.

El gobierno priista está tratando de diluir la expresión de la violencia y la creciente inseguridad ciudadana con una política de medios. Las declaraciones del secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, de que nadie espere que esta grave situación vaya a cambiar en un corto periodo de tiempo, refleja que no se quiere poner como eje central del gobierno de Enrique Peña a la seguridad pública a pesar de que él mismo la puso cuando dio a conocer su programa de gobierno en Palacio Nacional el primer día de su mandato.

La sombra de la violencia, sin embargo, eclipsa cualquier intento del gobierno peñista por hacer a un lado, por dejar en segundo término, la demanda más importante de la sociedad al estado mexicano.

A partir de la llegada de Peña a la silla presidencial más de mil 200 personas han muerto de manera violenta en el contexto de la guerra al crimen organizado. Ninguna de las promesas de paz, hicieron efecto en ese mundo de ejecuciones, torturas y desapariciones que han creado los diferentes grupos en todo el país.

La muerte de los 17 integrantes del grupo musical se suma a la ejecución de otros músicos o cantantes que de alguna manera estuvieron vinculados con el mundo de las bandas del crimen organizado a las que les compusieron canciones o les dedicaron conciertos privados.

En noviembre del 2006 el cantante Valentín Elizalde fue ejecutado saliendo de una feria en Reynosa, Tamaulipas; un año después el vocalista del grupo K-Paz de la Sierra, Sergio Gómez, también fue ejecutado en Morelia, Michoacán; ese mismo año la cantante Zayda Peña Arjona fue asesinada en Tamaulipas; hacia el 2009 otra muerte impactó al mundo musical grupero, Carlos Ocaranza El Loco Elizalde fue ejecutado cuando salía de un bar en Guadalajara, Jalisco; mientras que en junio de 2010, Sergio Vega El Shaka fue acribillado en la carretera México-Nogales, Sonora.

La ejecución de estos cantantes tiene mayores repercusiones e impacto porque son personajes reconocidos en la sociedad. Su muerte muestra la incapacidad del gobierno federal y de los estados por dar seguridad a los ciudadanos, la inutilidad de mantener la estrategia militar y policiaca, y el fracaso de cualquier intento por querer manipular la percepción social mediante el control de la información en la mayor parte de los medios de comunicación, principalmente en radio y televisión.

Twitter: @GilOlmos

Fuente: apro

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