Por Linh Dinh/ Counter Punch
“Es necesario que obtengamos la paz con los árabes; un aire respirable; el horizonte completo limpio de ellos; nunca más el lamento de los carneros que el árabe degüella; todos los animales deben reventar en paz; es preciso que nosotros los vaciemos de su sangre y limpiemos hasta sus huesos. Limpieza, solo queremos limpieza”, es lo que dice el chacal más viejo en Chacales y árabes de Kafka. Esta historia sobre judíos y árabes apareció en una revista mensual sionista Der Jude [El judío] en 1917, solo un mes antes de la Declaración Balfour.
Judío de habla alemana entre checos, y de una generación a la que se permitió que se asimilara provisionalmente, por primera vez, Kafka no se sentía en su casa en ninguna parte. Aunque nació con la lengua alemana, Kafka consideraba escribir en alemán algo parecido a robar el bebé de otro de su cuna, danzar en una cuerda floja o redactar el propio testamento antes de quitarse la vida. Ni siquiera era “un jinete de circo en dos caballos. Desafortunadamente no soy jinete, sino que yazgo prostrado en tierra”. Ante la incertidumbre total sobre sí mismo, Kafka inventó todo un parque zoológico de animales parlantes y/o híbridos e incluyó, de un modo muy interesante, un “odradek” un ser a medias, medio bestia, que posiblemente es inmortal porque no ha tenido un objetivo discernible en la vida.
En la misma edición de Der Jude, Kafka publicó Un informe para una academia. Un simio es capturado por unos marineros, de modo que su primer hogar humano es un barco, lo que no es ni tierra ni mar, sino un vientre artificial que se balancea. “¡Hola!”, dice repentinamente después de un prolongado esfuerzo por beber aguardiente, que considera repulsivo. Ese simio secuestrado y persona en un barco, o más bien simio en un barco, termina por convertirse casi en una persona, a través del circo y luego la academia, su progreso “acompañado de excelentes mentores, buenos consejos, aplausos y música de orquesta”. Al no ver ningún sitio, ningún futuro, para sí mismo, nunca pudo procrear y aquí hablo de Kafka, no del simio, quien tiene, como compañera “una pequeña chimpancé entrenada a medias y me consuelo con ella como hacen los simios”.
Cansado de esa vida imposible, Kafka soñó con emigrar a Palestina e incluso aprendió hebreo lo suficiente para leer toda una novela, pero murió 24 años antes de la creación de Israel. Aunque Kafka nunca vivió la violencia que acelera, acompaña y luego sigue a la fundación de ese país, sabía perfectamente bien que la llegada de tantos judíos a tierra árabe sería problemática, por no decir otra cosa. Exacerbaría “una querella muy antigua” y no cualquier conflicto, sino uno “que divide al mundo”. Lamentando su suerte de “exiliado” entre árabes, el chacal jefe sugiere una solución definitiva: “¡Tomaremos entonces su sangre y la querella habrá terminado!”
Entre los animales antropomórficos del universo de Kafka, ninguno es tan repulsivo como esos chacales parlantes. Además despiden un olor tan repulsivo que el narrador tiene que apretar los dientes para aguantarlo. Kafka incluso los hace devorar el cadáver de un camello, lo que es particularmente irónico a la luz de su insistencia en la limpieza. En el judaísmo ortodoxo, por cierto, el camello se considera una bestia impura. Después de que los árabes les permiten devorar un camello muerto, esos chacales olvidan de inmediato su odio hacia los árabes y ni siquiera les importa que los árabes los azoten mientras comen. A pesar de los latigazos “Los chacales alzaron la cabeza, a medias entre la borrachera y el desfallecimiento”.
Antes, en el relato, Kafka prefigura ese atracón colectivo al hacer que dos jóvenes chacales muerdan al narrador, un europeo que visita Palestina, a través de su chaqueta y su camisa. Cuando el narrador protesta, el chacal más viejo explica que lo dejarán ir. “Te soltarán, naturalmente -dijo el viejo-, si tú lo exiges. Pero debes esperar un ratito, porque siguiendo la costumbre han mordido muy hondo y sólo pueden abrir las mandíbulas lentamente”. También “somos pobres animales, sólo poseemos nuestra dentadura; para todo lo que queramos hacer, bueno o malo, contamos únicamente con los dientes.” En una carta a su adorada Milena, Kafka también escribió: “Su posición insegura, insegura dentro de ellos mismos, insegura entre la gente, explicaría sobre todo por qué los judíos creen que solo poseen lo que tienen en sus manos o agarran entre sus dientes”. La codicia judía, un tropo antisemita, por cierto, no se presenta aquí como avaricia sino como patéticos actos físicos provenientes de la ansiedad, y los chacales también son dignos de compasión, aunque estén sedientos de sangre.
Finalmente ruegan al europeo que corte gargantas árabes con unas tijeras oxidadas, pero el jefe árabe se burla de “las esperanzas insensatas” de “locos, locos de verdad”. Desprecia a los chacales como perros sin importancia. En la vida real, sin embargo, su enemigo mortal está armado de la última tecnología y bien financiado por el imperio más poderoso del mundo. Desde 1948 hasta ahora, EE.UU. ha respaldado firmemente a los judíos de la diáspora y a sus descendientes mientras masacraban palestinos y expandían su conquista de ese país extranjero. En la prensa estadounidense con frecuencia presentan a los árabes como terroristas dementes mientras se aclama a sus conquistadores judíos como abanderados de la democracia y la civilización. Israel es una cabeza de puente de los valores occidentales, o incluso una primera ficha de dominó contra la yihad. En National Review, Andrew C. McCarthy lo llama “el canario de la mina de carbón de Occidente”. Pero dejando de lado la relativa civilización, ¿no deberíamos apoyarr a los nativos contra los invasores en cualquier guerra, ya que la invasión del hogar es siempre incorrecta? ¿Verdad?
“Un país sin pueblo para un pueblo sin país”, era una consigna sionista. Según el mito, Israel se ha construido de la nada, o se ha levantado “de la arena” como dijo recientemente un lacayo de CNN. En los hechos, Palestina ya estaba bastante urbanizada en tiempos de Balfour. Menos de un 11% del pueblo era judío y la mayoría había llegado solo en las cuatro décadas anteriores. Cuando se fundó Israel un 32% era judío. Ahora son aproximadamente el 57%.
Al comenzar el último ataque contra Gaza torturada durante tanto tiempo, fui a una manifestación en Filadelfia en la que ambos bandos estaban presentes. Separados por una calle, los manifestantes pro Israel coreaban ante los pro palestinos “¡Os dimos Gaza! ¡Nos disteis cohetes!” ¡Es sorprendente que los usurpadores que ocupan un 78% de la Palestina histórica afirmen que dan algo a los nativos, menos aún un trozo de tierra bajo cuarentena considerado por muchos una prisión al aire libre! Pero muchos manifestantes judíos eran realmente pro palestinos. Entre sus pancartas: “SOY JUDÍO. DETENED LA MATANZA DE BEBÉS EN GAZA”. Otra: “UN ISRAELÍ MÁS CONTRA LA OCUPACIÓN”.
De modo que se ha anunciado una tregua entre Israel y Hamás poniendo fin a un bombardeo de Gaza que causó 147 muertos y 1.155 heridos. Israel, por su parte, sufrió cinco muertos y 235 heridos, un poco más de lo acostumbrado, proporcionalmente. Esa Cúpula de Hierro tal vez no esté tan a prueba de cohetes después de todo, especialmente si Egipto permite el contrabando de armas mejores a Gaza. ¿Detuvo Israel su ataque porque su flanco estaba seriamente expuesto? En todo caso, el belicista en serie Netanyahu ya ha sido elogiado por Obama, su hyrax preferido, por ser tan comedido, mientras Hilary Clinton obtuvo publicidad de primera por su diplomacia. (Una vez acabada su tarea, “Obama permitió que se sacaran dos pavos de su ‘lista de asesinatos’, según los graciosos de Yahoo!) ¿Pero qué se ha solucionado exactamente? Probablemente nada. Nacido con sangre y mantenido mediante un constante derramamiento de sangre, Israel ha hundido los dientes en su presa y no la soltará. Si pudiera ya la habría devorado por completo.
* Linh Dinh es autor de dos libros de cuentos, cinco de poemas, y una novela: Love Like Hate. Rastrea el panorama social que se va deteriorando en su fotoblog: State of the Union
Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/11/23/kafka-in-israel/