Por Carlos Murillo González
Panem et circenses
Juvenal
La despolitización social es un hecho, como lo es la desaparición de mujeres y el feminicidio. No es un mito, como pretende el gobierno del estado, el empresariado y los medios de comunicación de Chihuahua para aparentar la “buena imagen” de Ciudad Juárez.
No es coincidencia la presentación de Juan Gabriel “El divo de Juárez” en un momento crítico de la vida política del estado cuando el endeudamiento público ha llegado a cifras estratosféricas coincidiendo con el aparente desvío de dinero de las arcas del Estado para la creación del banco Unión Progreso, donde aparece como inversionista el actual gobernador, César Duarte, quien enfrenta actualmente el desafío de la ley ante denuncia interpuesta por el activista Jaime García Chávez, apoyado por el movimiento Unión Ciudadana y políticos de derecha, como el senador Javier Corral.
Además se acercan las elecciones intermedias para elegir a la siguiente legislatura federal. Esto significa la continuación del régimen y el apuro por endulzar la enajenación social para evitarle la amarga realidad de que está siendo robada desde siempre por sus propios gobiernos. El retorno del PRI al poder coincide con la entrada del quinto poder: las redes sociales, eso hace posible ver en el momento mismo el tamaño de las triquiñuelas de las y los políticos adictos al poder y ahora es posible no sólo conocer el atraco a la sociedad chihuahuense, sino de otros hechos que son del dominio público, pero todavía nadie se atreve a denunciar: la relación de Duarte con el negocio de farmacéutico, la compra de ranchos y propiedades en posición ventajosa, entre otras cosas.
El PRI no juega a gobernar, sino a ganar elecciones, ese es su secreto. De ahí los grandes recursos para comprar conciencias por todos los medios, como lo hace su comparsa, el Partido Verde (¿no debería éste perder el registro?) lo importante es ganar, no competir. Ya estando en el ejercicio del poder, pueden hacer cualquier cosa, como todos y todas sabemos. Su fórmula es una combinación de abstencionismo/violencia, más compra de votos y/o alianzas con otros partidos. Adicionalmente su más nuevo recurso es una herencia del PAN, el software que contabiliza los votos de manera electrónica; pero por si eso no bastara, también está un INE que avale todo y un TRIFE que lo ratifique.
Por la triste condición enajenante de la mayoría juarense, es víctima de la manipulación de las élites y ahí es donde entra el factor Juan Gabriel. Muchos(as) de los artistas y deportistas no tienen conciencia social, pues están en la misma cultura individualista de “hacer carrera” a la que nos somete la sociedad posmoderna capitalista actual. Por eso a los “exitosos” los vemos como artículos al servicio del sistema; héroes y heroínas con miles y hasta millones de seguidores a quienes seduce y saca jugo el poder político y el mercado.
No es la primera vez que Juan Gabriel apoya al PRI. En 1983 estuvo en el cierre de campaña de Santiago Nieto por la presidencia municipal de Juárez, quien perdió ante el candidato Francisco Barrio del PAN. Luego en el 2007 fue literalmente rescatado por el entonces alcalde Héctor Murguía, el “Teto” ante la amenaza de cárcel por evasión de impuestos. Lo más reciente antes del magno concierto del sábado 28 de marzo, fue la fiesta privada de cumpleaños del actual gobernador en el 2013. El vínculo es pues existente y añejo.
El carisma de Juan Gabriel, su labor altruista en la ciudad y su calidad de ídolo popular, desarma a la gente y la engaña en manos de patrocinadores políticos. Dejándose seducir, la gente olvida rencores y se concentra en la fiesta, el espectáculo, el orgullo. Tampoco se trata de encauzar votos al PRI en agradecimiento, sino de desviar la atención de la catastrófica realidad de Ciudad Juárez y el estado: violencia, narco, represión, militarización, robo y por si fuera poco, la próxima entrada de la explotación del gas de lutitas con la técnica de la fracturación hidráulica o fracking.
Es inútil pensar en la ingenuidad de “Juanga” y la bondad de Duarte; en la práctica política éstas no existen. Una cosa es tener simpatía o ser admirador de un artista y otro es negar sus preferencias de vida. En estos momentos la relación de Juan Gabriel y el PRI es innegable y tan reprobable como los artistas que tocan en fiestas de narcos, aunque éstos dicen ignorar a veces quién los contrata, pero en este caso y a estas alturas, todo mundo sabe quien es el PRI, ¿será posible que Juan Gabriel no?
Así que no se deje engañar. Toda esta faramalla de la presencia de Juan Gabriel en Ciudad Juárez obedece a intereses bien concretos de quien lo trajo de manera “gratuita” (o sea, con dinero público y/o acuerdos comerciales con franquicias) y no para beneficio del pueblo. Al igual que los televisores de regalo del gobierno para dar el “salto digital” no sustituyen el hambre ni la pobreza de la sociedad a la que va dirigida, la presencia y presentación de Juan Gabriel sólo es una ridícula y poco efectiva respuesta momentánea y desesperada de quienes más tarde habrán de enfrentar la justicia pensando que así se ganarán la simpatía de la gente.
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