Los crímenes de mujeres cometidos en Ciudad Juárez, Chihuahua, de 1993 a la fecha registran un móvil de ‘pornografía sádica’ porque una buena parte de las víctimas presentan mutilaciones de mama, ocular y vísceras; lesiones dentales, cortes en piel y cortes irregulares del cabello. A pesar de ese patrón y de las evidencias forenses, el gobierno de Chihuahua sigue sin reconocer la existencia del feminicidio en la entidad.
Según una investigación realizada por Patricia Ravelo Blancas, del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), “estos modos de violencia contra el sexo femenino se incorporan al fenómeno de la trata de las personas, debido a que la mayoría de las marcas dejadas en sus cuerpos corresponden a las que provocan los actos de tortura sexual y sexo violento, usualmente practicados por traficantes de mujeres”.
En su investigación Feminicidio y violencia de género, la académica señala que la pornografía sádica encaja en lo que define como “Industria criminal trasnacional”, una tendencia que, aunque surge en los años 40 del siglo pasado en México, se ha modernizado gracias a la tecnología y la informática.
A través de éstas, dice, se han creado consumos sexuales “exóticos” que implican desapariciones y crímenes de mujeres y niñas, quienes en su mayoría son levantadas con engaños y/o seduciéndolas.
Otro factor que impulsa ese fenómeno, afirma, es el capitalismo trasnacional y nuestro mundo cada vez más globalizado, donde confluye fácilmente el tráfico de personas, la explotación sexual y la violencia feminicida.
Desde los orígenes del capitalismo, explica, las mujeres han tenido características particulares respecto a las maneras en las que son sexualmente explotadas y comercializadas.
“La prostitución forzada dentro del capitalismo ha sido una práctica mercantil recurrente, alcanzando proporciones que aún desconocemos en el mundo globalizado, donde se somete a estas mujeres y niñas a condiciones específicas de una esclavitud moderna, de explotación humana y de muerte violenta, propias del tráfico internacional en esta etapa del capitalismo global”, señala.
A lo largo de su investigación, Ravelo Blancas detectó que las mujeres “están permanentemente expuestas al peligro. Su cuerpo y su sexualidad están inmersos en una violencia estructural, donde la misoginia, la moral represiva y los prejuicios sociales, fortalecen un sistema económico y político más amplio, como el de la globalización”, fustiga.
Y estos elementos, apunta, hacen que la violencia sexual trascienda las fronteras de lo local y opere a escala transnacional.
En el caso de Ciudad Juárez, donde mil 24 mujeres han sido brutalmente asesinadas desde 2008, la violencia contra ellas se exacerba con el crimen organizado, pues “el comercio sexual aumenta, los cuerpos femeninos se cotizan en el mercado sexual y representan elevadas ganancias económicas y políticas para los traficantes de mujeres”.
Las cifras de feminicidios presentados en el Plan Estratégico de Juárez en su informe de 2015, son alarmantes y dan una idea del problema: En 2008 se registraron 111 feminicidios; en 2009, 125; en 2010, 401; en 2011, 220; en 2012, 108, y en 2013, 59.
Si bien, sostiene la académica, la tendencia ha disminuido “en lo absoluto significa un cambio radical en los motivos, los métodos y los patrones de los crímenes contra el sexo femenino. Estamos hablando de 1024 mujeres asesinadas de manera violenta desde 2008”, alerta.
Para la investigadora del CIESAS la educación es una de las soluciones para erradicar ese fenómeno. En su investigación propone acciones transformadoras para revertir la tendencia de estos feminicidios.
Por ejemplo, sugiere que desde el ámbito educativo se fomenten prácticas que sirvan para cambiar los comportamientos de violencia, los estereotipos donde el ser heterosexual es lo correcto, y forjar una cultura de respeto en las relaciones de género.
Fuente: Proceso