Pete Hegseth lo hizo. Una inédita rebelión de los grandes medios norteamericanos está conmocionando a los círculos políticos y militares de Estados Unidos, en momentos en que todas las miradas están puestas en la gira triunfal de Donald Trump en Medio Oriente. A la sublevación se sumaron desde The New York Times, The Wall Street Journal, agencias como Reuters y AP hasta el tradicional aliado de la Casa Blanca Fox News, el canal por cable y TV Newsmax y el conservador The Washington Times.
¿Qué los une en el espanto? La decisión del controvertido secretario de Defensa de Estados Unidos, un exmilitar y -paradójicamente- un ex comentarista de la cadena Fox, de limitar drásticamente el acceso a la cobertura en el Pentágono.
Más radical incluso que su jefe en la Casa Blanca en su guerra contra los medios independientes, Hegseth les dio un ultimátum a los periodistas acreditados en el Pentágono para que firmen antes de hoy a la tarde un nuevo “decálogo” para la cobertura de temas militares y de seguridad nacional. One America News, un medio ultratrumpista, es el único que lo firmó.
Hegseth en la Knesset israelí, antes del discurso de Trump – Créditos: @Evan Vucci
El documento, de 21 páginas, impone duras restricciones en el acceso a fuentes militares, bajo amenaza de perder sus pases de prensa, y señala que los periodistas pueden ser considerados un “riesgo para la seguridad” si difunden alguna información que no cuente con autorización de las autoridades del Pentágono. Las nuevas reglas prohíben el acceso de los periodistas a enormes áreas del Pentágono sin escolta y dicen que Hegseth puede revocar el acceso a reporteros que pregunten a cualquier persona en el Departamento de Defensa por información, incluso la que no es clasificada, que él no haya aprobado para su divulgación.
Así, de la noche para la mañana, por primera vez desde que el Pentágono abrió sus puertas en 1943, unos 100 periodistas de las grandes medios norteamericanos podrían quedar afuera y verse obligados a entregar sus espacios de trabajo en el Departamento de Defensa.
Hegseth, el mismo que cometió el “descuido” de sumar a un periodista de The Atlantica su chat ultrasecreto sobre planes de guerra en Yemen, alega que estas normas buscan proteger la seguridad nacional.
“El acceso al Pentágono es un privilegio, no un derecho”, dijo en la red social X, e incluso respondió con el emoji de una manito de adiós al posteo institucional de algunos medios anunciando que no piensan firmar el nuevo decálogo.
Uno tras otro, desde The New York Times hasta The Washington Post, pasando por Fox News, CNN y The Wall Street Journal emitieron comunicados en las últimas horas negándose a firmar las nuevas normativas. Una catarata inédita, una rebelión casi sin precedentes que cruzó todas las líneas editoriales. Alegan que implica una “censura encubierta” y que perjudica gravemente la libertad de prensa.
La Asociación de Prensa del Pentágono y otras organizaciones defensoras de la libertad de expresión también emitieron comunicados denunciando la medida como un ataque directo a la prensa independiente, y alegando que la nueva normativa “amordaza a los empleados del Pentágono y amenaza con represalias contra los periodistas que busquen información que no haya sido aprobada previamente para su publicación”.
“Por qué entrego hoy mi credencial de prensa del Pentágono”. Ese fue el título de una dura columna de opinión publicada ayer por el veterano periodista del Pentágono Tom Bowman, de National Public Radio (NPR), uno más de la larga lista de medios que se negaron a firmar. “Nos negamos a apoyar un documento sin precedentes del Departamento de Defensa. Aceptarla nos reduciría a ser simples transcriptores que repiten comunicados oficiales, en lugar de periodistas que aseguran la rendición de cuentas del gobierno”.
Para Bowman, esto claramente parece una escalada en la difícil relación entre los medios y el gobierno. “Ni siquiera vamos a poder hablar con los funcionarios que veamos en los pasillos”, dijo Bowman a LA NACION.
“He tenido mi pase de prensa del Pentágono durante 28 años. Durante la mayor parte de ese tiempo, cuando no estaba en zonas de combate, recorría los pasillos, entrevistándome y aprendiendo de oficiales en todo el mundo. ¿Buscaba información? Por supuesto. Eso es la esencia del periodismo: descubrir la verdad que hay detrás, no aceptar sin cuestionar lo que diga cualquier gobierno o administración”, añadió Bowman.
Solo hace falta recurrir un poco a la memoria para entender la magnitud de la puerta que cierra la nueva decisión del Pentágono, una nueva frontera que se corre en los Estados Unidos de Trump y de Hegseth.
¿Qué hubiese pasado durante eventos históricos como la retirada de Afganistán, si los periodistas sólo hubiesen podido publicar gacetillas aprobadas por los militares? ¿Cómo hubiese sido la cobertura de la guerra de Irak y Vietnam (incluso con los errores)? Ni qué hablar del caso de los Papeles del Pentágono en 1971, que dejaron a la luz los esfuerzos del gobierno norteamericano por engañar al público sobre la guerra.
En esta nueva pulseada entre los medios y el poder, esta nueva lucha por el acceso a la información y por hacer que el gobierno rinda cuentas, se juega otra batalla más sobre la esencia misma de la democracia. Y así lo entienden todos las instituciones que se han negado a firmar estas nuevas restricciones. Hoy a la tarde se cierran las puertas del Pentágono para decenas de periodistas, pero también para las preguntas incómodas. Eso parece estar buscando Hegseth.