Por Jenaro Villamil
-¿Y cómo van a contabilizar la enorme cantidad de espectaculares de Enrique Peña Nieto? –le preguntó un integrante del Colegio de Contadores a Alfredo Cristalinas, en una de las sesiones privadas de este organismo privado.
-Con donación, todo pasa –se jactó Cristalinas, socio del Colegio de Contadores y titular de la Unidad de Fiscalización del Instituto Federal Electoral.
En una de esas reuniones privadas del Colegio de Contadores, realizadas a finales del año pasado, Cristalinas no ocultó lo que se estaba “cocinando” al interior del IFE.
-Aquí todo está planchado –volvió a admitir, con el realismo político de los funcionarios ascendentes, el responsable de vigilar, investigar y auditar los recursos públicos de los partidos políticos.
Esta historia, relatada por uno de los presentes en aquella reunión, viene a cuento ahora que Cristalinas no le hace honor a su apellido y se convierte en un personaje digno de Jorge Ibargüengoitia, ahora que el 22 de enero se cumplieron los 85 años del natalicio del autor de retratos sociológicos tan extraordinarios como Estas Ruinas que Ves.
Opalinas se podría llamar el personaje de Ibargüengoitia que conduce al IFE a la mayor crisis de credibilidad de su historia. Tan grave, que ni los nueve integrantes del Consejo General pudieron asumir en la sesión del miércoles 30 de enero que el dictamen de la Unidad de Fiscalización sobre los presuntos rebases de topes de gastos de campaña estaba listo para ser votado.
Opalinas simplemente no vio o no quiso auditar lo que todos los mexicanos vimos en la campaña electoral más dispendiosa de los últimos años. Sólo un personaje como él podría hacernos creer que rentar el Estadio Azteca sólo le costó 20 mil pesos al equipo de Peña Nieto. Quebrarán las salas de fiesta porque ahora resulta que el coloso de Santa Ursula es más barato que el Salón Luz.
Sólo Opalinas y sus padrinos en el IFE y en los círculos del oficialismo nos pueden hacer creer que salió más barato viajar en jets privados y en helicópteros, que comprar un boleto de avión comercial. Con razón seguramente quebrará Aeroméxico después de que Enrique Peña Nieto fue el viajero frecuente de los helipuertos privados.
Sólo Opalinas es capaz de decirnos que López Obrador trianguló ilícitamente recursos a través de Honestidad Valiente o Austeridad Republicana, pero que el PRI no cometió irregularidad alguna con la triangulación de vía Monex o Soriana o los múltiples instrumentos de la ingeniería financiera utilizadas para ocultar el despilfarro.
Sin embargo, el descaro de opacidad y falta de investigación no sólo está afectando al IFE. De por sí, el organismo carga con una severa crisis de credibilidad desde la crisis poselectoral del 2006, el pleito en aquel consejo presidido por Luis Carlos Ugalde, y la forma grotesca como los partidos negociaron en un mercado de tráfico de influencias la designación de los últimos tres consejeros en integrarse al organismo colegiado.
No, las ruinas que vemos del IFE están amenazando la operación más cara y ambiciosa de la restauración priista, vía el peñismo: el Pacto por México. Si el PRD y el PAN deciden levantarse de la mesa de esta ruta de negocios y de buenos propósitos que es el Pacto por México se rompió el espejismo del pactismo.
Por esta razón, la columna “Templo Mayor”, del periódico Reforma lo advirtió así este jueves 31 de enero:
“La nueva teoría del caos establece que el aleteo de una mariposa en el IFE puede provocar un terremoto en el Pacto por México.
“Al menos eso dicen quienes vieron con morbo y sorpresa cómo de pronto dieron marcha atrás los consejeros electorales que exoneraron a Enrique Peña Nieto y que se veían tan decididos a amonestar a Andrés Manuel López Obrador.
“Al parecer, esta repentina decisión tiene su origen en un interesantísimo desayuno que tuvo lugar por los rumbos de la Condesa.
“Compartieron los huevos y los chilaquiles, los panistas Gustavo Madero, Santiago Creel y Marco Adame con los perredistas Jesús Zambrano y Jesús Ortega.
“El motivo del encuentro fue hacer un frente común ante lo que consideran los embates del priismo y, en paralelo, impulsar los temas que consideran prioritarios dentro del Pacto por México.
“Y es que, según se sabe, las resoluciones del IFE en el caso Monex y en el de AMLO estaban reviviendo los conflictos poselectorales al interior del dichoso Pacto, lo que prendió las alarmas en el PRI… y en Los Pinos”.
Hasta aquí la cita. Si algo es cierto es que Ibargüengoitia hubiera revivido la Ley de Herodes al interior del IFE. Y lo que estuvo “planchado” y negociado ahora está en ruinas y con un alto riesgo de desbarrancar no sólo al árbitro electoral sino la institución que fue la “joya de la corona” de la transición a la mexicana.
Fuente: www.homozapping.com.mx