Por Luis Javier Valero Flores
Las declaraciones del Gobernador César Duarte acerca de los cambios en el gabinete desataron el futurismo.
Ya en mayo, el gobernador Duarte había dado pie a tales especulaciones. En un acto público en Juárez, sin pregunta previa, había dicho que el alcalde juarense ya sabía a dónde iría al término de su segunda gestión municipal. “Él ya sabe a dónde se va, si él lo guarda es su derecho”. A esas palabras, Teto, en medio de sonoras carcajadas contestó que “desde que fui presidente de CANACINTRA en 1982 yo aprendí a callar lo que debo callar…”. (Nota de Juárez Noticias, 14/V/13).
A tales antecedentes, nuevamente, pero ahora a pregunta expresa de un reportero, César Duarte, con motivo de los cambios a realizar en el gabinete -antes y después del informe, dijo- afirmó que, “de acuerdo a las circunstancias”, podrían acceder los actuales alcaldes de Juárez y Chihuahua, Teto Murguía y Marco Adán Quezada.
Ello ha generado una muy natural especulación en los medios de comunicación, en los chihuahuenses más interesados en los asuntos políticos y en la clase política acerca de los posibles cambios en el gabinete de Duarte; y más en lo profundo, acerca de quien podría ser el eventual sucesor en la candidatura del PRI al Gobierno de Chihuahua.
No pertenecientes al grupo original del gobernador, ni cercanos en la amistad, los une la militancia y la coincidencia temporal en los cargos de gobierno que ostentan. Se han empeñado en mantener públicamente buenas relaciones. Algo de lo cual debe ser cierto, pues hasta el momento no se sabe de contradicciones sobre asuntos de mayor trascendencia que hayan motivado la detención de alguna obra o proyecto.
Se sabe, sí, de la distancia política entre ellos pues a Murguía se le ubica como un hombre cercano al Grupo Atlacomulco -o por lo menos eso se ha querido trascender- pero que desde antes de la toma de posesión de Enrique Peña Nieto, su grupo había decidido no enfrentar, ni al presidente, ni al gobernador en la sucesión municipal, resuelta, finalmente, en la persona de Enrique Serrano.
Murguía quiso en serio la candidatura gubernamental en 2010, no fue designado y a cambio se le pidió que asumiera la del antiguo Paso del Norte. Se cree que entonces se pactó, o se habló de pactar una especie de relevo -ahora tú y 6 años más voy yo-, pero eran otros los tiempos, todavía Palacio Nacional estaba ocupado por un panista. Ya no.
Como quiera, Murguía encabeza a un muy influyente equipo gubernamental, capaz, como ya se vió, de mantener la hegemonía priista en Juárez, además de poseer muy variadas posiciones de poder y en el caso personal de Murguía una especie de “pedigree” por sus enfrentamientos con los elementos de la Policía Federal.
Marco Adán Quezada, por su parte, se le sabe muy cercano al ex gobernador Reyes Baeza, desde los tiempos en que éste era funcionario menor en el gobierno estatal. Quezada, igualmente, ha conformado un equipo gubernamental, en el que varios de sus integrantes lo acompañan desde los tiempos en que se desempeñaba como director de Atención Ciudadana, en los gobiernos de Jorge Larousse y Alejandro Cano.
El escribiente tiene la impresión que el grupo de los Baeza es el más cercano a los de Atlacomulco. La relación de Fernando Baeza es de larga data, tanto con Carlos Hank González, como su segundo de a bordo de toda la vida, Manuel Gurría Ordóñez y no puede descartarse que esa relación le haya permitido a Reyes Baeza acceder al segundo lugar de la lista plurinominal de los diputados federales y de ahí a la candidatura al gobierno.
Más aún, y seguramente que ya más por sus propias relaciones -se habla de una estrecha cercanía con Miguel Osorio Chong, el Secretario de Gobernación- accedió a la Dirección del Fovissste, con lo que se convirtió en el priista chihuahuense con el más alto cargo en el gobierno federal.
Todo lo anterior -y más- deberá estar sopesando el actual mandatario estatal para resolver, ú opinar, quien debería ocupar la silla que hoy usufructúa, de ahí las menciones de los alcaldes y, también, la importancia de la labor que ejerzan los electos de las dos urbes mayores de Chihuahua, Enrique Serrano y Javier Garfio.
No son los únicos. Hay uno que lo bajaron los electores, Israel Beltrán. Y, por otra parte, las senadoras Lilia Merodio y Graciela Ortiz están en la liza, probablemente más la segunda por ser quien ha desarrollado una más larga trayectoria, con muchas relaciones en el ámbito nacional.
De ellos saldrá el candidato del PRI. Pero al fin y al cabo son puras especulaciones.
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