Fui incómodo para el Vaticano, confiesa el obispo Raúl Vera

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Con 75 años encima, pero con energía suficiente para seguir “al pie del cañón, en la defensa de los desfavorecidos”, Raúl Vera López se dice consciente de que su gestión, por 20 años al frente de la diócesis de Saltillo, fue incómoda para el Vaticano, pero no necesariamente para el papa Francisco.

Obispos de la liberación: la generación que se fue

Por Leopoldo Ramos/ La Jornada

–¿Fue un obispo incómodo para Roma? –se le preguntó en entrevista, 24 horas después de entregar la diócesis de Saltillo a Hilario González García.

–Para el papa Francisco, de ninguna manera. Eso sí, vengo a resultar un obispo incómodo para una estructura que todavía queda dentro de la curia romana con una visión al estilo todavía incluso preconciliar. No sé, les parezco una persona incómoda, pero yo no creo que para las personas que tengan la mente del papa Francisco, que le damos gracias, que es un obispo que nace de este fermento nuevo de Iglesia que generaron los obispos latinoamericanos, no creo que tenga que ser una persona incómoda –señaló.

Originario de Acámbaro, Guanajuato, Vera llegó a Coahuila procedente de la diócesis de San Cristóbal de las Casas y revolucionó la manera tradicional en que los católicos y los que están fuera de la Iglesia veían la manera de predicar: encabezó marchas para reclamar los derechos de los trabajadores, sobre todo los mineros que son obligados a bajar a los socavones en condiciones inhumanas, fundó albergues para migrantes en Saltillo y Acuña, pero lo que más le costó críticas de católicos y de la sociedad fue su respaldo a grupos de homosexuales y lesbianas para que se les diera trato de cristianos.

–No son sólo los pobres, también los estigmas que se le cargan desde una visión sumamente restrictiva de la realidad de lo que es la inclinación hacia el mismo sexo, que no es una perversión, no es una enfermedad, no es algo psicológico, es una condición natural. Dios nuestro señor sabe por qué existe, es parte de la población mundial que no es abundante, es pequeña, y esas personas también necesitan estar acogidas, atendidas y con ellas resolver los problemas morales que la Iglesia tiene para aprobarlos, para aceptarlos –señaló.

–En 20 años al frente de la diócesis local nunca perdió de vista a Chiapas. ¿Qué tan lejano está el 94, con el alzamiento armado zapatista, de la realidad y la actualidad en México? –se le preguntó.

–No está lejos (…) conozco perfectamente eso porque fue parte del tribunal de los pueblos y, a partir de la preparación para la relación de planeaciones comerciales en el TLC con Estados Unidos y Canadá, hicieron la construcción por encima de los derechos de los mexicanos, todos los derechos sociales que nos habían dado en la Constitución de 1917 los revolucionarios, ahora todo eso lo perdimos, porque se le puso al Ejecutivo federal y a las cámaras hacer todo lo posible para que en México los bienes para el progreso de nuestra nación estén en manos de los titulares; eso que padecían los indígenas en Chiapas lo padecemos todos los mexicanos, todos los mexicanos somos robados en cuanto a nuestra dignidad por parte del gobierno federal y los gobiernos estatales. Lo que padecían los indígenas en Chiapas, en todo México, hoy lo padecen todos los mexicanos porque hoy se echaron encima de todo lo que nos pertenecía a nosotros, entonces se iban a la sierra de los indígenas y se apropiaban de todo, hoy se han apropiado de México unos rufianes verdaderos –consideró.

–Y que llega a Coahuila en el año 2000 y se topa con el tema de los mineros…

–Como obispo estuve con ellos. Cuando fue lo de Pasta de Conchos me llamaban las familias de los no mineros, me llamaban: “señor obispo, lo necesitan los mineros, venga por favor”. Me hice presente inmediatamente gracias a que tenía la gran ventaja que ser el responsable del equipo nacional de pastoral laboral. No era obispo allá, pero tenía la autoridad de parte de los obispos mexicanos de llevar ahí al equipo de pastoral laboral a atender ese asunto grave y eso me permitió empezar un proceso que terminó en la creación del colectivo de familias de Pasta de Conchos; se ha logrado bajar en 90 y tantos por ciento los desastres, los siniestros en la zona minera del carbón.

Vera considera que la lucha a favor de los mineros le dio calidad moral suficiente para encabezar la lucha de los migrantes centroamericanos, fenómeno que desde su punto de vista tiene solución, pero falta voluntad de los gobiernos.

“Sí tiene soluciones, pero lo tienen que aplicar los estados. El papa se hizo cargo de la sección de los migrantes cuando creó el ministerio por la realización humana integral, entonces el papa tomó a los migrantes, la Iglesia sabe las causas de la migración y las tenemos que manejar y dar vigencia. El papa lo está haciendo desde su propio ministerio, pero los obispos nos tenemos que organizar más”, señaló.

En su trayectoria como obispo de la diócesis local, Raúl Vera se enfrentó durante el sexenio de Felipe Calderón a la guerra contra el narcotráfico y los daños a la sociedad que ocasionó, como la desaparición de personas.

–¿La desaparición de personas es la gran tragedia en el México contemporáneo?

–Lo que tiene que desaparecer es el control de población, que por años en México realizaron todos los gobiernos neoliberales. No va a cesar la desaparición forzada si no vienen estas transformaciones estructurales a favor de los pobres, no de los súper ricos que los siguen protegiendo.

–¿Cómo resume su trayecto por la diócesis de Saltillo?

–Como una experiencia muy versátil. Ha sido una riqueza conocer la parte del norte de México como una etapa llena de muy buenos logros en el orden de la organización de la diócesis y de la atención que la diócesis da a grupos vulnerables como los migrantes, los familiares de las personas desaparecidas, los componentes de la comunidad LGBTI y otras muchas causas además de la atención de los mineros, porque la diócesis estuvo en la zona minera y a mí me tocó recuperar la confianza de los mineros. Para mí fue una experiencia muy fuerte, muy llena de logros pero no quiero decir que yo hice todo lo que tenía que hacer, estoy consciente de que pude haber hecho mucho más. Estoy hablando por mi pueblo, con ese pueblo hermoso que Dios me dio a pastorear hace 20 años.

–¿La teología de la liberación aplicada en tiempo real?

–Yo hablo ya de la teología latinoamericana, que fue profundizando a través de la conferencia general del episcopado latinoamericano a partir de la primera que se hizo para aplicar el Concilio Vaticano segundo, que fue la conferencia de Medellín, luego la conferencia de Puebla, luego con la conferencia de Santo Domingo donde participé.

“El Concilio Vaticano segundo tiene una comprensión de la Iglesia de acuerdo con la cultura latinoamericana que es lo que se empezó llamando teología de la liberación, pero que poco a poco ha adquirido mucho más de la teología latinoamericana”.

–Y ahora que dejó la diócesis de Saltillo y que está jubilado, ¿colgará el hábito?

–¡No!, cómo que colgar el hábito, si somos dominicos hasta el final de la vida. Ya no tengo autoridad en la diócesis de Saltillo, digámoslo así, pero no voy de ninguna manera a dejar de hablar con el evangelio, soy predicador del evangelio, y yo presido varias asociaciones de la sociedad civil a nivel nacional e internacional y eso no lo voy a dejar, y voy a trabajar con la sociedad civil pero voy a predicar, tengo derecho de celebrar la misa públicamente, a anunciar el evangelio porque tengo mi condición de obispo emérito, pero que me da un lugar en toda la Iglesia mexicana y dentro de la diócesis de Saltillo, pero en cualquier otro lugar, mientras no esté satanizado, me tienen que respetar porque sigo siendo un obispo en la orden de Dios. El carácter de obispo no lo pierdo.

–¿Hay Raúl Vera para rato?

–(Risas) Y no es amenaza.

Fuente: La Jornada

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