Foxismo vaticano

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Por José M. Murià

Recordarán ustedes que en México, cuando gobernaba con su atingencia característica el señor Vicente Fox Quesada, había un importantísimo personaje poseedor de la rara cualidad de saber explicar debidamente todo lo que el señor Presidente decía y la simple y mortal ciudadanía no alcanzaba a comprender como era debido.

De esta manera nos acostumbramos todos a que, dijera lo que dijera el brillante jefe del Poder Ejecutivo, para captar el verdadero significado convenía esperar hasta el día siguiente a que el vocero de marras, un tal señor Aguilar, hiciera la aclaración correspondiente.

De esta manera no había malos entendidos y, a fin de cuentas, todos percibíamos lo que en realidad se había querido decir y que de primera intención no se entendió adecuadamente.

Ya sabemos que la lengua española que, mal que bien, hablamos la mayoría de los mexicanos, tiene vericuetos a veces incomprensibles que dan lugar a que aun los más avezados puedan irse por el camino equivocado.

De ahí la enorme importancia del dicho señor Aguilar, de origen jesuítico y de trayectoria miscelánea que lo llevó hasta la lucha contra dictaduras centroamericanas. Su casi cotidiana intervención frente a todos los medios de comunicación que empezaba diciendo “cuando el presidente dijo… lo que en realidad quiso decir fue…” no dejaba de ser un enorme sedante para la nación, en especial aquellos mexicanos que tendían a exacerbarse como resultado de no haber comprendido bien lo que se había dicho primero.

Cuando Su Santidad el papa Francisco, a quien la humanidad entera le reconoce ya el gran milagro de que un porteño le haya caído bien a todo el mundo, habló de que su país natal corría el peligro de mexicanizarse muchos nos sentimos francamente molestos.

Es que cuando el hombre habló demexicanización nadie pensó, por ejemplo, en la posibilidad de que se convirtiera en un país hospitalario y acogedor de quienes han hallado aquí asilo y han salvado sus vidas o, al menos, han preservado su libertad, como fue el caso de muchos habitantes del llamado Cono Sur que lograron salvarse de las feroces dictaduras de los años setenta, que tantos crímenes de lesa humanidad cometieron.

Recordaremos que precisamente con una de ellas cohabitó todo el tiempo de su permanencia, quien después sería arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio Sivori, y algunas malas lenguas aseguran que incluso colaboró.

¡No! Mexicanizarse, en este caso, lo entendimos como el desgarriate que prevalece en nuestro país y nos dimos por ofendidos. Mas no tardó en venir el arreglo con ánimo de que menguara el disgusto, pues importantes funcionarios del Estado vaticano aclararon que no quería ofenderse ni malquistarse, que el Papa nos quiere mucho y que fue un decir sin importancia.

A lo mejor en el ínterin pensaron también en la gran cauda de dinero que desde México, con todo y desgarriate, se manda a Roma, sin procurar cernir el que procede delcrimen organizado.

La verdad es que resultó bastante triste la aclaración. ¡Qué falta de confianza!: hubieran recurrido al dicho señor Aguilar, quien seguramente habría encontrado argumentos mucho mejores y más eficientes. No cabe duda que al Vaticano no le vendría mal su vasta experiencia.

Fuente: La Jornada

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