Por Luis Linares Zapata
De pronto hemos oído, visto y leído que los fideicomisos se erigen como piedra angular de la ciencia y la tecnología mexicana. También lo hacen como instrumentos indispensables para una miríada de actividades adicionales. Sin ellos, el derrumbe de científicos, profesores e investigadores se viene a tierra. Similar encuadre se predica de artesanos, periodistas, desaparecidos, deportistas, enfermos graves y toda una multitud adicional. No se podrá continuar sin esos apoyos y los investigadores tendrán que salir a la calle a protestar. Un verdadero y trágico horror que se cierne sobre una comunidad que ha trabajado tanto por el progreso y desarrollo de este agobiado país. La incertidumbre se ha apoderado de las mentes de creadores claves y no atinan a saber qué les depara el destino. La insensibilidad de los altos funcionarios del gobierno, precedidos por el mismo Presidente de la República, se ha impuesto a la cordura, el presente y al futuro de esta nación. Delante queda el enojo, la rabia, incluso la desesperación de muchos jóvenes que presienten que, lo que han escogido como destino profesional, puede ya no existir o está en vías de desaparecer.
Qué hacer ante tamaño despropósito de unos cuantos burócratas encumbrados que no analizan primero, encuentran los errores, encubrimientos o delitos y, después, denuncian a infractores antes de proceder a exiliar los fideicomisos. Esos señores y mujeres que ahora deciden, imbuidos en posturas ideológicas poco claras, contrarias a toda lógica, son los merecedores al título de irresponsables. Tal es la rasposa defensa que lanzan los que ven, en los fideicomisos, otra ruta de ataque al cambio mandatado en progreso.
Los fideicomisos son, por ejemplo y según esta versión catastrofista, el cimiento de la investigación científica. Sin ellos la tragedia aguarda a sólo un doblar la siguiente esquina. Nada se podrá hacer de aquí en adelante sin tan fecunda e indispensable formulación jurídico-administrativa. Lanzarán a toda una comunidad de laboriosos, preparados formadores de bases para el bienestar de los demás al yermo del desamparo y la inopia presupuestal. Comunidades que, aunque un tanto apáticas para participar en política, sí votaron por un cambio (drástico) en el entorno nacional. Ellos y ellas quieren, desean, que el bienestar sea el ambiente que los rodee y, para tal logro, que la opaca fiesta fideicomitente prosiga. Tal vez decidan que no sólo a ellos y ellas se les encierre en esa precisa forma defendida, sino que abarque a todo eso que nunca prefiguran como necesario destinatario: el pueblo. A lo mejor y en su mero fondo desean un fideicomiso para cada mexicano, integrar una verdadera república de los fideicomisos.
Súbitamente, los ofendidos, se están enfrentando a un gobierno hostil, concentrador y entorpecedor de sus cruciales tareas. Nunca se les ocurrió, afirman, que alguien los tratara mal. Precisamente a los que, como miles otros beneficiarios de esos medios discrecionales, son tan productivos. ¡Mira que exponerlos, en un proceso de descrédito por los abusos de algunos otros! No, ellos y ellas quieren sentirse a salvo, resguardados en esas fórmulas administrativas que todavía les proporcionan paz, tranquilidad, un ambiente sano donde prosperar. Sin los fideicomisos, afirman con seguridad ineludible algunos de los adalides de esa gremio, el caos aguarda a la vuelta de un presupuesto en manos burocráticas.
La desaparición de los fideicomisos anuncia, según afectados, una crisis profunda de la ciencia en México. Tal y como lo hará con tantas otras actividades que irán al desamparo: adiós medallas olímpicas o búsqueda efectiva de desaparecidos. ¡Ni más ni menos, señores! Y todo porque esas formulaciones, interactuadas con onerosos banqueros, de opacidad casi total, se han decidido eliminar de la ruta de intermediación acostumbrada. Para no pocos hombres y mujeres de ciencia o del arte y la cinematografía, los fideicomisos son, sin retobo que les valga, la columna vertebral del sistema científico, artesanal, de justicia o cultural. ¿Cómo es que esa simple, muy usual y bastante problemática figura llegó a convertirse en piedra angular de la investigación o del arte? ¿Cómo es que sólo los fideicomisos garantizan contar con fondos suficientes para programas de largo aliento? ¿Qué la construcción de una refinería, cuya duración se espera llevar cuatro años, no es posible salvarse con presupuestos anualizados?
Sí, señores y señoras funcionarias de alto nivel, ustedes están torpedeando a la investigación científica y tecnológica de México, el deporte, la compra de medicamentos o las artesanías. Asuntos que tan bien han funcionado amparados por fideicomisos que no han sido tocados por la ambición o desviados de quienes lo requieren. Sin fideicomisos, fideicomitentes y fideicomisarios será equivalente a quedar a la intemperie y vivir en el error.
Fuente: La Jornada