Exhiben que Octavio Paz cobró en el gobierno hasta 1971

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Octavio Paz no renunció a la embajada en la India en 1968 tras la matanza de Tlatelolco, sino que se puso “en disponibilidad” en el Servicio Exterior Mexicano. El recurso le permitió seguir cobrando su sueldo mensual hasta 1971, cuando cumplió los 30 años para jubilarse, documenta un reportaje del periodista Jacinto Rodríguez Munguía en la revista emeequis, a partir de documentos oficiales.

La investigación rompe el mito de la renuncia de Paz al gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y modifica sustancialmente la historia de la relación del poder con la elite de los intelectuales mexicanos en el siglo XX.

El siguiente es un extracto del reportaje, que es presentado mediante recursos de la narrativa transmedia por Lucía Vergara, en “La trampa de Paz. La renuncia que nunca fue”:

El 4 de octubre de 1968, cuando apenas habían pasado 48 horas de la matanza de estudiantes, el poeta Octavio Paz renunció al cargo de embajador de México en India. No podía ser cómplice de un gobierno autoritario que nuevamente utilizaba a Tlatelolco como piedra de sacrificio, ahora para asesinar a sus jóvenes.

La decisión de renunciar al cargo diplomático fue apenas un destello en el país: el único intelectual de ese nivel y en un cargo público que dijo “no” al poder, a un presidente represor como Gustavo Díaz Ordaz; el escritor que protagonizó el “acto moral más audaz”, el más valiente.

Pocos días antes de abandonar el poder, el presidente

Díaz Ordaz hizo que le preguntaran sobre la renuncia del escritor.

“¡Ése qué va a renunciar!”, respondió despectivamente.

Y no, Paz no renunció. Hizo uso de un recurso que

en la jerga diplomática se llama disponibilidad.

No renunció y no podía hacerlo porque la ley se

lo impedía, se argumentó desde entonces y durante

las siguientes décadas.

No, no renunció, aunque la ley sí se lo permitía. No, no renunció y siguió cobrando su sueldo mensual desde 1968 hasta 1973, cuando alcanzó los 30 años de servicio en las filas diplomáticas.

El fragmento que adelanta la revista emeequis es parte del capítulo sobre Octavio Paz de un libro en preparación sobre intelectuales y poder en México.

En él se confirma lo que intelectuales cercanos al escritor han considerado siempre una infamia: que Paz recurrió a una trampa para no renunciar y seguir cobrando.

Díaz Ordaz, en este caso, tenía razón.

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