Por Epigmenio Ibarra
Espionaje y traición, lo saben muy bien los estadounidenses, van siempre de la mano. Poco lograrían sus espías sin el apoyo de traidores en México.
El fentanilo es solo un pretexto.
Lo que, para la CIA, la DEA y el Pentágono constituye una amenaza real y presente es que, en México, gobierne un hombre que, como Andrés Manuel López Obrador, obtuvo una abrumadora e incuestionable victoria democrática en las urnas. Un hombre, que a pesar de todos los ataques que ha sufrido, conserva el apoyo decidido de una amplísima mayoría ciudadana y que no ceja en la defensa, firme, audaz e inteligente, de la soberanía nacional.
Washington y sus agencias de seguridad e inteligencia, su propio ejército, están acostumbrados a tener en el bolsillo y comiendo de su mano a quienes gobiernan a México. Aquí, durante décadas, se hizo lo que los estadounidenses ordenaban; hubo presidentes en nuestro país que, incluso, estuvieron en la nómina de la CIA y usurpadores, como Victoriano Huerta o Felipe Calderón, que sin el apoyo de la Casa Blanca no se hubieran sentado jamás en la silla.
A las agencias de seguridad e inteligencia, al ejército estadounidense, la sola idea de un gobierno legítimo, fuerte y soberano en México les perturba. Quieren y necesitan tener el control de lo que ellos consideran su “patio trasero”. Les angustia pensar, además, que ya “duermen con el enemigo”, pues, saben muy bien que, a López Obrador, lo apoyan la inmensa mayoría de los casi 40 millones de mexicanas y mexicanos que viven al norte del Río Bravo.
Neutralizarlo, reducir el amplísimo margen de maniobra de este hombre que ha sido capaz de decirles sus verdades en la propia Casa Blanca, a un presidente republicano, Donald Trump; y a otro demócrata, Joe Biden; minimizar también las posibilidades de acción de la o el que a lo sustituya, es una prioridad para los espías y los militares estadounidenses sobre todo hoy que, en ambos países, soplan vientos electorales.
Por eso el incremento de sus actividades de espionaje, sus operaciones de infiltración en el terreno, el hackeo cibernético al ejército y a la marina. Les indigna que las fuerzas armadas no sigan ya sus órdenes y no libren esa guerra sangrienta e inútil que, con Calderón y Genaro García Luna, nos impusieron.
Por eso el uso que de la prensa mexicana hacen la CIA, la DEA y el Pentágono, como “quinta columna” al entregarle información resultado de sus operaciones ilegales en nuestro país.
Por eso, también, el apoyo encubierto a través de fundaciones y agencias para el desarrollo, a la derecha conservadora en México.
Espionaje y traición, lo saben muy bien los estadounidenses, van siempre de la mano. Poco lograrían sus espías sin el apoyo de traidores en México.
Así actuaron antes en nuestro país; así lo hicieron en toda América Latina. La prensa conservadora, los políticos de derecha, la oligarquía -los traidores usuales- abren el camino a los marines o los sustituyen cuando se trata de dar un golpe.
Lo cierto es que, si a esas agencias o al Pentágono, de verdad les preocuparan tanto las vidas que se pierden, en las calles de sus ciudades por el fentanilo, ya hubieran dedicado todos sus recursos, toda su tecnología, todo su armamento a infiltrar, desmontar, desarticular y destruir a los carteles norteamericanos de la droga que son los dueños de lo que, en el comercio, se conoce como la “última milla”.
No les interesa destruir al crimen organizado que opera dentro de sus fronteras; tampoco en realidad a los capos mexicanos o colombianos. Si eso quisieran les cortarían el flujo de dólares y armas y tratarían el consumo en su territorio como un asunto de salud pública.
El fentanilo, insisto, es el pretexto y la coartada; a la CIA, a la DEA, al Pentágono lo que les interesa es volver a hacer lo que les dé la gana con México y en México pero eso -y a pesar de los traidores que les apoyan- no habrán de conseguirlo de nuevo.
@Epigmenioibarra