Por Bernando Barranco V.
En el espacio de Rocha y Sarmiento, de Azteca Trece, se me inquirió si Francisco era anticapitalista. El formato de la entrevista televisiva no ofrece tiempo para profundizar respuestas. Sin embargo, me parece que la pregunta que formuló Sergio Sarmiento es importante no sólo para entender al Papa Francisco, sino también para situar el pensamiento social de la Iglesia. Una respuesta contundente a Sarmiento es que Francisco, más que anticapitalista, es ante todo católico. Y su crítica a los desmesurados excesos de la economía de mercado se sustenta en el pensamiento social de la Iglesia. Dicho con otras palabras, la crítica al capitalismo salvaje tiene un sustento histórico y doctrinal de la Iglesia.
En su momento, lo mismo se cuestionó a Juan Pablo II. ¿Wojtyla era un Papa anticomunista? En efecto, sus primeros 10 años como pontífice fue un reconocido activista hasta el dramático derrumbe del Muro de Berlín en 1989. Sin embargo, él mismo argumentó que su actuar se sustentaba en la tradición de la Iglesia. ¿Cómo entonces comprender que tengamos dos Papas con signos ideológicos antagónicos? ¿En qué fundamentan ambos sus réplicas y reproches? La respuesta es relativamente simple: El pensamiento social de la Iglesia se sustenta en una crítica civilizatoria a la modernidad; por ello los Papas, más que anticapitalistas o anticomunistas, son ante todo católicos.
La doctrina o pensamiento social de la Iglesia va surgiendo en el siglo XIX como respuesta a la conformación de las grandes ideologías liberales, socialistas, anarquistas y comunistas en Europa. Tiene su primer gran momento en 1891 con la encíclica Rerum Novarum de León XIII, que reprueba radicalmente la condición obrera bajo la Revolución Industrial y ya pone en tela de juicio las ideas socialistas entre los sindicatos de la época. La Iglesia construye un corpus propio porque su identidad se ve amenazada sobre todo por la aparición de liberales católicos. Podemos criticar tal pretensión, pero la Iglesia conforma ese discurso social con fundamento en los principios del evangelio.
Dicho corpus, en sus inicios, fue furibundamente antimoderno y antiliberal. Pero en pleno vuelo de Sudamérica a Roma, a pregunta de la periodista francesa Bénédicte Lutaud, de Le Monde, en el sentido de si no había sido muy radical contra el capitalismo en su mensaje a los movimientos populares en Bolivia, el Papa Francisco responde: “Lo que yo hice es darles la doctrina social de la Iglesia, lo mismo que hago con el mundo de la empresa. Hay una doctrina social de la Iglesia. Si lee lo que dije a los movimientos populares, que es un discurso bastante largo, es un resumen de la doctrina social de la Iglesia, pero aplicada a su situación”.
Y por si quedara duda, en otra rueda de prensa aérea de Cuba hacia Estados Unidos, ante la aguda interpelación de Gian Guido Vecchi, del Corriere della Sera, acerca de sus mensajes tibios en Cuba y en torno a si era un pontífice procomunista, contesta: “Soy yo quien sigue a la Iglesia, y en esto creo que no me equivoco; creo que no he dicho nada que no esté en la doctrina social de la Iglesia. Las cosas se pueden explicar. Tal vez una explicación ha dado la impresión de ser un poco más ‘izquierdosa’, pero sería un error de explicación. No. Mi doctrina sobre todo esto, sobre la Laudato Si, sobre el imperialismo económico y todo eso, es la de la doctrina social de la Iglesia”.
El mismo Juan Pablo II, una vez que se derrumba el sistema socialista, en su encíclica Cetesimus Annus (1991), arremete contra la dictadura del mercado y sus excesos hedonistas. El capitalismo sería aceptable, dijo, si el comportamiento del mercado tuviera una orientación humanista. El corpus doctrinal de la Iglesia contiene componentes antimodernos que se han adaptado a las circunstancias de la cultura contemporánea. En algunos momentos se le reprochó haber sido una postura tercerista cuando la democracia cristiana se fortaleció tanto en Europa como en América Latina. Hay una gran distancia entre aquel Pío IX que censuraba en el Syllabus (1864) la democracia y las libertades de prensa, de conciencia y de creencia, y el Papa Francisco con sus críticas actuales.
En los años setenta, en París se publicó un libro, Église contre bourgeosie, (Iglesia contra la burguesía), del célebre sociólogo e historiador del catolicismo Emile Poulat, quien sostiene que históricamente ha prevalecido un catolicismo intransigente frente a la modernidad, y que por ello se debe salir del esquema dualista de la Iglesia conservadora y la Iglesia progresista; de revolucionarios frente a reaccionarios. Por el contrario, Poulat propone pensar en un conflicto triangular con el liberalismo burgués y el socialismo, y sus muchas combinaciones son posibles frente al reordenamiento cultural implacable de la modernidad. Cada Papa ha exaltado el corpus con acentos diferentes: Este-Oeste en Wojtyla, quien vivió el socialismo de Polonia; la condena inclemente a los excesos morales del capitalismo occidental en Benedicto XVI, Ratzinger, proveniente de Alemania. Y los señalamientos a las relaciones asimétricas entre el Norte y Sur en Bergoglio, el Papa argentino. Por denso y poco accesible que sea, Benedicto XVI tiene exhortaciones y encíclicas muy críticas contra el sistema capitalista actual. Basta mencionar su encíclica Caritas in veritate (2009) sobre el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad, así como Deus caritas est (2007) sobre el amor cristiano.
Pese a que Sarmiento admira la conversión capitalista de China, Francisco y sus predecesores han cuestionado el excesivo poder de los medios de producción sobre el trabajo; concentrado en una minoría, produce profundas iniquidades. Tanto en su exhortación apostólica Evangelii gaudium (2007) como en su célebre encíclica Laudato Si (2015), Francisco ha reiterado que el sistema económico mundial “se ha pasado de rosca” y ha provocado las mayores desigualdades, injusticias y exclusiones en la historia moderna de la humanidad. Aquí coincido con Sarmiento en reconocer la centralidad de los pobres en el pensamiento de Francisco. Sólo añado que el actual Papa, sin abandonar la tradición de la Iglesia, tiene una postura crítica y hasta combativa frente a los evidentes excesos del capitalismo contemporáneo.
Fuente: Proceso