Gobernantes, sacerdotes y algunos guerreros de ciertos rangos del pueblo mexica practicaban el canibalismo en rituales de carácter religioso, reveló un estudio realizado a fragmentos de huesos humanos que presentaban marcas de corte y exposición prolongado al fuego.
De acuerdo al arqueólogo Gabino López Arenas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que la evidencia osteológica encontrada dentro del área que abarcaba el Recinto Sagrado de Tenochtitlan, permite proponer que los individuos fueron decapitados y desmembrados, la mayoría cuando aún poseían tejidos blandos.
Agregó que el estudio derivado de la tesis Decapitación y desmembramiento en rituales del recinto ceremonial de Tenochtitlan: una interpretación de su simbolismo, “se observó que las víctimas inmediatamente después de ser inmoladas se les descarnaba, ya que una gran cantidad de partes óseas presentaba cortes o alteraciones que fueron hechos en hueso fresco y huellas de que estuvieron expuestos directamente al fuego”.
Destacó además, que la práctica de antropofagia tenía como propósito, “absorber la fuerza divina que albergaba el cuerpo de los sacrificados. Para los mexicas, las víctimas humanas eran la encarnación de los dioses a los que representaban, y al comer su carne, practicaban una especie de comunión con la divinidad”.
Por otra parte, informó que la carne de los sacrificados sólo era ingerida en ciertas ceremonias y por individuos de alto rango social, destacando que nunca fue practicado como un alimento habitual.
Su significado y los sacrificios
Las piernas y los brazos eran las partes más apreciadas y las que con mayor frecuencia se comían, por otra parte, las manos y los pies eran consumidos exclusivamente por el gran sacerdote y el gobernante, mientras que la sangre era dedicada a los dioses.
“Estos rituales se realizaban en fechas determinadas. Por ejemplo, en las fiestas del primer mes atlcahualo del año en el calendario mexica sacrificaban niños en honor de los dioses del agua o de la lluvia, y después de muertos los cocían y comían”.
“Mientras que en el mes tlacaxipehualizli, a los que sacrificaban en el templo de Huitzilopochtli los devoraban en la casa del guerrero que los capturó. Cocían la carne y daban a cada comensal un pedazo en una escudilla o cajete”, según el INAH.
Sobre las víctimas destinadas al sacrificio, el arqueólogo refirió que las aportaban los guerreros, los grupos ocupacionales y eventualmente los tlaloques (ayudantes de los dioses) o señores. “Éstas podían ser de cualquier sexo y edad, se sabe que generalmente eran cautivos de guerra o esclavos, y en contadas ocasiones era gente del pueblo o de la nobleza”.
Fuente: Excélsior