En libertad y por la paz

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Por Epigmenio Ibarra

“Donde veas
que el látigo o la espada se levantan
que la prisión redobla sus cerrojos
que los fusiles amenazan muerte
lanza un tremendo NO que salve al mundo”.
Ángela Figueras América

La captura de Genaro García Luna (el estratega de la guerra de Felipe Calderón) y la exhibición de sus nexos con el cártel de Sinaloa hacen plausible la teoría de una colaboración entre ex gobernantes y capos

Un “NO” rotundo, pacífico y masivo le gritamos en las urnas en 2018, 30 millones de mexicanas y mexicanos, a un régimen cuyos componentes genéticos esenciales fueron, durante décadas, el autoritarismo, la simulación, la corrupción y la impunidad.

Un régimen que dejó al país hecho pedazos, que terminó de demoler lo poco que quedaba en pie de las instituciones, que perpetró un saqueo sistemático de los recursos de la nación, que condenó a la inmensa mayoría de la población a la pobreza y convirtió a México, luego de 12 años de guerra “contra el narco”, en una enorme fosa clandestina.

Que Andrés Manuel López Obrador se ciñera la Banda Presidencial, que cumpliera incluso un año en el poder, no iba a provocar la demolición inmediata del viejo régimen ni la desaparición, como si de un acto de magia se tratara, de su herencia de desigualdad, violencia y corrupción. Esas son las patrañas que intenta vendernos la comentocracia.

Un cambio de régimen es siempre un cataclismo, un desplazamiento tectónico que se gesta desde lo hondo, toma tiempo y cuando se produce cambia radicalmente la geografía. No debe medirse con la misma vara al que protagoniza un cambio de régimen y al que recibe la estafeta de un igual para garantizar que las cosas se mantengan inamovibles.

Los 30 millones de votos alcanzaron para sacar a criminales y corruptos de Palacio, pero no para destruir al régimen gracias al cual se adueñaron de México. Perdieron el control de la hacienda pública, el mando de las fuerzas armadas, las posiciones clave del poder, pero mantuvieron gente infiltrada en la administración pública, el Poder Judicial y casi todas las instituciones del Estado. Conservaron en sus manos la mayoría de los medios de comunicación y mantuvieron en su nomina a los columnistas y presentadores de radio y televisión más “poderosos”.

La historia de complicidad entre gobernantes y criminales borró las fronteras entre política y delito. Viejo régimen y narco, las dos caras de una misma moneda, tienen hoy en AMLO un enemigo común y actúan en su contra coordinadamente. La captura de Genaro García Luna (el estratega de la guerra de Felipe Calderón) y la exhibición de sus nexos con el cártel de Sinaloa hacen plausible la teoría de una colaboración entre ex gobernantes y capos. La sincronía entre las acciones del narco y fechas cruciales para la 4T es evidente. También la combinación táctica de violencia verbal y violencia física empleadas para descarrilar al gobierno, impedir la transformación del país y preparar el terreno de la restauración.

Al viejo régimen, como a sus personeros y defensores, no le conviene que en México cesen la violencia y la corrupción. Con la guerra hace negocio; de la discordia se aprovecha para someternos. Saca ventaja de la libertad de la que hoy goza y que nos negó a las y los mexicanos por décadas. Hay que decirle “NO” de nuevo entre todas y todos, organizada, terca, creativamente. En libertad y por la paz hemos de terminar la tarea de demoler a ese régimen, para transformar a México.

@epigmenioibarra

Fuente: Milenio

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