Por Epigmenio Ibarra
“A quienes te digan que nuestro amor es extraordinario
porque ha nacido en circunstancias extraordinarias
diles que precisamente luchamos
para que un amor como el nuestro…
llegue a ser el amor más común y corriente,
casi el único”.
Roque Dalton
Ante las catástrofes provocadas por el hombre o por la acción de la naturaleza; frente a las situaciones de emergencia, como la que hoy vivimos por la pandemia, es que se sabe verdaderamente de qué pasta estamos hechos los seres humanos.
No hay manera de ocultar, en estas circunstancias, lo que uno es realmente. La grandeza o la miseria de todas y todos se revela en momentos así. Cada palabra, cada gesto nos retrata. Los valores, las convicciones, el amor por los semejantes; odios, miedos y fobias, todo sale a relucir.
Es en estas horas graves cuando se producen los actos más excelsos de heroísmo y las villanías más abyectas, y queda en evidencia el grado de conciencia ciudadana y la miseria de aquellos que, pulsando los instintos más primitivos como el pánico, sabotean los esfuerzos por enfrentar y anular la amenaza colectiva.
En nuestro país, al que la naturaleza golpea de manera inclemente, las y los ciudadanos suelen lanzarse, de inmediato, a las labores de rescate. Tenemos decenas de miles —quizá millones— de héroes anónimos que constituyen la reserva moral y estratégica de la nación.
De esos héroes, que son legión, tendremos mucho que decir en los próximos días. Junto a ellas y ellos, en todas las trincheras de la sociedad y del Estado, es que habré de intentar colocarme para apoyarlos —en la medida de mis fuerzas y a mis 68 años—, para proteger, codo con codo, a este país y a su gente que tanto amamos.
Hoy, por lo pronto, ante las mentiras, injurias y campañas de desinformación, ante la acción concertada de canallas que ponen por encima del interés superior de la nación sus intereses facciosos, no puedo callar.
No puedo dejar de señalar a personajes infames como Felipe Calderón y otros de su entorno cercano que, ávidos de poder y sin la grandeza que la situación reclama, medran con la crisis, continúan con sus planes de carácter golpista, siembran la incertidumbre, promueven el odio y exacerban el miedo.
Tampoco puedo dejar de hablar de ese coro casi uniforme de columnistas, comentaristas de radio y TV y dueños de medios de comunicación —muchos de los cuales recibieron miles de millones de pesos del viejo régimen— que hoy, con su labor de zapa, intentan minar la confianza en el gobierno y en el aparato de salud.
Son, estos políticos e informadores, criminales y suicidas a la vez. No se dan cuenta que el fracaso de la estrategia de combate a la pandemia —que descalifican y sabotean deliberadamente— provocaría la pérdida de muchas vidas y los pondría a ellos también en peligro.
Es el Estado; es el aparato de salud pública, que intentaron privatizar demoliéndolo casi hasta sus cimientos y dejando en el desamparo a millones de personas; es la confianza de la ciudadanía en las instituciones, su participación activa lo que nos permitirá reducir el costo que habremos de pagar.
Es preciso estar alertas, ignorar a los canallas. En estas circunstancias extraordinarias debemos desplegar una solidaridad y una organización también extraordinarias.
@epigmenioibarra
Fuente: Milenio