Mexicanos que huyeron de su país por amenazas del crimen organizado viven ahora con temor de no poder permanecer en Estados Unidos.
Por Laura Castellanos
Houston— Hace un mes la maestra Lucía manejaba su camioneta por una avenida céntrica de Monterrey, Nuevo León, mientras su niño dormía en el asiento trasero, cuando dos camionetas con hombres armados le salieron al paso, la bajaron con violencia y empuñaron un arma contra su cabeza.
-¡Tú tienes que saber dónde está tu esposo! ¡Hija de tu pinche madre! ¡Perra!- le gritó el hombre que blandía la pistola en su contra.
-¡No lo sé! ¡Hazme a mí lo que quieras pero a mi hijo no te lo lleves!- respondió aterrada.
La marcha de un convoy militar a la distancia provocó la fuga de los hombres.
A un año y 9 meses de la desaparición forzada de su marido, después de que éste hizo una denuncia policiaca contra un integrante del cártel de los Zetas, la maestra dice que sufrió persecución, el intento de secuestro de uno de sus dos hijos, amenazas de muerte. Esta vez se salvó de milagro.
“¡No más!”, se dijo. Renunció a su trabajo, malbarató sus posesiones, tramitó su visa de turista y buscó refugio en Houston con una familia amiga.
“El miedo me hizo venirme, traerme a mis dos hijos”, expresa entre lágrimas en el anonimato, desde la banca de un parque en un suburbio popular de Houston. Ahora tiene algo de alivio, pero su miedo es otro: además de la sobrevivencia económica, teme ser deportada porque su visa vence en un mes.
La directiva de Alianza Mexicana, Martina Grifaldo, dice que desde 2010 observan que paulatinamente aumenta la migración a Houston por razones de violencia: “la gente te lo cuenta en confianza pero dice: ‘no lo digas por favor’, tiene miedo de que les hagan algo a ellos o a sus familiares”.
Alain Cisneros, dirigente de Texas Organizing Project (TOP), observa que la secrecía de los destierros dificulta hacer un registro del fenómeno: “No tenemos un número exacto de casos, pero es algo que sale en las conversaciones que tenemos de puerta en puerta con las familias”.
Grifaldo externa que desde 2010 su organización pugna porque el gobierno de Estados Unidos otorgue a México la designación de Estado de Protección Temporal que se da a las naciones que sufren un conflicto armado para que su población entre en la categoría de “refugiado” y se eviten las deportaciones a ultranza.
“Nos preocupa que no tomen en cuenta a toda la gente que está huyendo de México y aquí se refugia”, dice.
Cruzar para sobrevivir
No todos los que huyen de México cruzan con visa. Un jardinero de Houston, campesino del municipio de Apaxtla, Guerrero, dice en entrevista telefónica que hace semanas llegó su hijo, un joven que recién había ingresado a la universidad y evadió el reclutamiento forzado del crimen organizado.
El municipio de Apaxtla, al norte del estado, fue noticia nacional el pasado febrero porque ahí se emboscó y mató a 9 policías estatales.
El jardinero asevera que el estudiante cruzó la frontera como indocumentado para reencontrarse con él. Que otros seis muchachos del pueblo reclutados lograron escapar y andan escondidos. Pero su sobrino, lamenta, no tuvo la misma suerte:
“Se lo llevaron gentes armadas, él iba llegando del trabajo en octubre, y de ahí nomás lo agarraron, como se agarra a un animal, y ahí lo traen, y ¿Quién hace algo? ¿Quién lo busca? ¿Quién? ¡Nadie va a hacer nada!”.
El jardinero asegura que su sobrino es forzado a ser sicario: “Si se pudiera que lo agarrara el gobierno de Estados Unidos y lo trajera para acá sería una felicidad, que ya no estuviera haciendo cosas malas, porque lo obligan a hacerlo”.
Cisneros considera que esta migración vive su estadía en Estados Unidos “con frustración y una amargura y una pena grande”.
Además, vive angustiada por los familiares dejados en México, pues pregunta todo el tiempo: “¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué en mi país no se solucionan las cosas? ¿Por qué tengo que estar llamándole a mi mama a ver cómo está? ¿A mi hijo a ver si ya llegó a la casa?”.
Detalla que en el caso de Houston, dicha oleada proviene principalmente de Nuevo León y Tamaulipas, es de origen urbano y de clase media o media baja, como es el caso de Lucía.
No obstante, gente pudiente del norte del México también se ha mudado a Houston en los últimos dos años por la violencia criminal, aunque su número por igual es incierto.
Artemio Muñiz, presidente de la Federación de Republicanos Hispanos en Texas, dice que de cualquier forma hay un dato revelador: la actividad de la Asociación de Empresarios Mexicanos (AEM) capítulo Houston se ha incrementado notablemente.
La mayoría, además, se asienta en el barrio residencial Carlton Woods: “El apodo que tiene ahora es Carlos Woods”. Sin embargo, esta migración no está en vulnerabilidad de ser deportada.
Deportación a la pesadilla
Desde hace un mes, Lucía y sus dos hijos duermen en el piso de una de las dos recámaras de la familia de su amigo.
La maestra encontró trabajo haciendo piñatas y arreglos para fiestas infantiles en una tienda latina. Trabaja de 9:00 am a 19:00 pm y le pagan 180 dólares a la semana. Para rentar un departamento barato y mantener a sus hijos, necesitaría un ingreso semanal de más del doble pero no hay empleos.
“Yo allá era licenciada y aquí no soy nada, yo allá trabajaba en un colegio, aquí mis papeles no valen”, se conduele.
-¿Qué emociones siente por lo que dejó en México?
-Frustración, mucha decepción, mucha impotencia, demasiado coraje contra mi propio país y gobierno, porque no están haciendo nada.
La maestra no tiene confianza en solicitar apoyo al consulado mexicano: “¿Cómo me van a creer? Y si vas y denuncias, lo que te pasa”. Su temor la acompaña: “que me deporten por ser ilegal”.
Otra entrevista con un muchacho de Nuevo Laredo, Tamaulipas, conseguida a través de Cisneros, se canceló abruptamente. Al joven la delincuencia organizada le mató dos hermanos y otro sufrió desaparición forzada, por lo que hace seis meses éste salvó su vida cruzando la frontera.
Se refugió con familiares en Houston, todos indocumentados, y colaboraba en TOP.
A primera hora del día de la entrevista, agentes de migración arribaron a su casa. Lo detuvieron a él y a su tío. La familia: destrozada. El muchacho: en proceso de deportación. A un paso de regresar a la pesadilla.
Fuente: El Universal