El ‘Viejo Lázaro’, un santo que aglutina la fe en Cuba

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Unos llegan caminando de rodillas. Otros se arrastran hasta el templo, como pago por un favor concedido. En el día de San Lázaro, los cubanos católicos, yorubas, laicos y agnósticos, emigrantes y residentes se unen bajo un sólo manto de fe en el santuario de El Rincón en La Habana.

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El Rincón es un pueblo a unos 20 km de la capital. En la víspera del 17 de diciembre, sus calles se llenan de fieles que rinden tributo al milagroso Lázaro. Muchos visten de morado -color de la deidad- llevan flores también moradas, velas y ropa hecha de yute.

Por la avenida principal, Calzada de San Antonio, se tienden vendedores de panes con lechón, de pollo frito, de objetos religiosos, de flores y de imágenes de San Lázaro. Por el centro van los fieles. De algunas casas sale música salsa y reguetón, en una suerte de sincretismo caribeño.

Un hombre de raza negra lleva varias horas arrastrándose de espaldas, camino al templo. “Lo hace por su hija, se salvó de una enfermedad”, dice una mujer que lo acompaña y que le va despejando el camino con unas ramas. Su trayecto es vigilado por gente de la Cruz Roja, que supervisa que no se lastime.

Al cumplir su objetivo, es recibido por un sacerdote católico y luego llevado en una camilla hasta un puesto de salud, donde le curan los raspones y las quemaduras que le dejó el asfalto.

Lázaro agrupa a tres santos en uno solo, como un puente entre culturas y religiones. El primero, traído a Cuba por la Iglesia católica, San Lázaro de Betania, resucitado por Jesús según el relato bíblico y quien presumiblemente llegó a ser obispo.

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El segundo, un aporte de los esclavos africanos, Babalú Ayé, un rey yoruba castigado con enfermedades de la piel por su vida libertina, que devino orisha (dios) al cumplir penitencia y dedicarse a hacer el bien. Se le atribuyen milagros curativos.

Y el tercero, la historia bíblica de otro Lázaro, un mendigo leproso, con muletas, acompañado por perros que le lamen las llagas, hambriento y que al morir fue al cielo. Es esta imagen la que los devotos han materializado y a la que rinden culto.

“Hace dos años tuve una caída de casi dos metros, me partí la tibia y el peroné y me lastimé el pulmón. Estuve un mes en el hospital. Yo le pedí mucho. (San Lázaro) me sacó del hospital y me puso a caminar”, cuenta un obrero de 46 años quien coincidentemente se llama Lázaro, y lleva la imagen del santo en brazos.

El “Viejo Lázaro” nunca fue admitido en templos católicos y fue marginado durante tres décadas de ateísmo socialista (1961-90).

Hoy su capilla está en el jardín del Santuario Nacional de San Lázaro, un leprosario de inicios del siglo XX devenido templo católico y lugar de peregrinación.

Fuente: AFP

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