El sentido de la insensatez

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Por Soledad Loaeza
Noviembre es un mes oscuro. No importa que haya sido un 11 de noviembre de 1918 cuando terminó la carnicería europea de la Primera Guerra Mundial. Los muertos y los discapacitados en las trincheras mantuvieron por años la oscuridad, aunque se hubiera firmado el armisticio. Así, el oscuro 13 de noviembre pasado, actos terroristas de Isis ensombrecieron la Ciudad Luz. Lo primero que le viene a una a la cabeza es la insensatez de ataques suicidas cuyas víctimas eran ciudadanos inocentes, muchos de ellos jóvenes que habían salido a divertirse el viernes por la noche. Toda violencia es insensata, y todavía más cuando es indiscriminada. En estas páginas se ha escrito que la estrategia de Isis mina el terreno de la convivencia pacífica en la diversidad religiosa y cultural. Es cierto. Pero tal vez el objetivo de esta yihad es precisamente destruir el potencial de reconciliación que ofrece la aceptación de la pluralidad.

Es muy posible que las reacciones a esta nueva yihad en Europa y en Estados Unidos sean una mayor intolerancia al Islam, controles fronterizos más estrictos, hostilidad contra los migrantes musulmanes y apoyo a opciones políticas autoritarias y excluyentes. Y es justamente lo que busca Isis. Así lo explica Gilles Kepel, profesor del Instituto de Estudios Políticos de París, reconocido especialista en la yihad, la guerra santa que está ahora en manos de una tercera generación que busca ocupar el espacio que dejó vacío la destrucción de Al Qaeda.

Según Kepel, lo que los no iniciados vemos como un sinsentido, en realidad obedece a una lógica bien articulada a partir de objetivos igualmente claros. En primer lugar, se sabía que Francia estaba en la mira de Isis, que es un blanco de ataque prioritario de la organización. Nos recuerda Kepel que desde hace más de un año, islamistas franceses como Salim Bunghalem y Maxime Hauchard, quien degolló frente a las cámaras de televisión a cuatro pilotos sirios, han llamado a la guerra contra Francia. No hay que olvidar que un número muy importante de los reclutas de Isis son de origen francés, ni que Argelia era la joya del imperio colonial francés.

De acuerdo con los militantes de Isis, los ataques no son indiscriminados porque están dirigidos a todos aquellos que pagan los impuestos que financian las acciones militares de su gobierno. Por consiguiente, comparten la responsabilidad de sus decisiones. Y cita El Corán: en consecuencia, la sangre derramada es sangre lícita.

El objetivo más inquietante de la estrategia de Isis es desatar una y muchas guerras civiles en toda Europa. Es la suya una gigantesca provocación a la hostilidad y la intolerancia, porque sus ataques habrán de suscitar respuestas igualmente violentas. Según ellos, la multiplicación de atentados ciegos provocará linchamientos de musulmanes, ataques contra las mezquitas, contra las mujeres veladas, medidas restrictivas –como las que ya propuso Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional en Francia–, humillaciones, pullas y burlas. La estrategia de los yihadistas se propone reunir los ingredientes de conflicto racial y religioso que ha sido en la historia europea una poderosa fórmula de destrucción económica, política y social. Isis quiere incendiar Europa de esa manera y el resto del mundo porque es la suya una estrategia global. Este objetivo es el más inquietante de los que ha enunciado, y hay que tomarlo en serio porque ya vimos que no es de ninguna manera descabellado ni imposible. La reacción casi automática de los europeos va en esa dirección. Los bombardeos franceses contra las ciudades dominadas por Isis son prueba de que los objetivos de la yihad responden a una lógica y a una racionalidad cartesianas, valga la ironía.

Dice Kepel que para responder a los retos que Isis ha lanzado, la única respuesta efectiva que puede derrotar esta yihad es la unidad nacional. Es en situaciones límites como la que ahora se vive en Europa entre Isis y sus adversarios, cuando tiene mayor importancia y es más urgente probar la validez y la resistencia de los valores republicanos. También es cuando es más difícil mantener la sangre fría que exige el control de las reacciones en caliente.

Fuente: La Jornada

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