El plebiscito que viene

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Por Epigemio Ibarra

Ha iniciado ya la vacunación masiva. Todas y todos los mexicanos quedarán protegidos. Más de 230 millones de dosis, que ya han sido pagadas, han llegado o vienen en camino. México librará, además y como lo ha hecho desde el inicio de la crisis sanitaria más grave que ha enfrentado la humanidad, una batalla en la ONU y se pronunciará contra el acaparamiento que los países más ricos hacen de la vacuna. La vida comenzará, finalmente y luego de casi dos años de pandemia, a abrirse paso de nuevo. Habrá que prepararse ahora para otra batalla decisiva, la que en julio y en las urnas tendremos que librar.

Se equivoca quien piense que lo que está en juego es solo la composición de la Cámara de Diputados, unas cuantas gubernaturas y presidencias municipales. Estas elecciones son un verdadero plebiscito. Las y los mexicanos habremos de decidir si queremos que continúe, se profundice y se consolide el proceso de transformación del país que ordenamos encabezar a Andrés Manuel López Obrador o si, por el contrario, decidimos dar marcha atrás, entregar la mayoría del Congreso a la oposición y permitirle reformar la Constitución para revertir por completo el proceso de cambio de régimen iniciado el 2018.

Yo no quiero ver a México —de nuevo— en manos de esos mismos que por décadas lo masacraron, lo sometieron, lo saquearon impune y cínicamente. Me moriría de vergüenza si el PRI, el PAN o el PRD vuelven por sus fueros. Me consideraría a mí mismo un traidor si, cerrando la boca y cruzándome de brazos, les permitiera —sin hacer lo que esté a mi alcance para evitarlo— echar abajo todo por lo que se ha luchado. Todavía hay demasiadas deudas que saldar: construir la paz, hacer que en nuestro país impere por fin la justicia, combatir la punzante y dolorosa desigualdad social, crear bienestar, erradicar la corrupción, hacer de la nuestra una patria más digna, más libre, más humana es una tarea que no debemos ni podemos permitir que otros frustren o dejar inconclusa.

Yo no quiero ver a personajes infames como Felipe Calderón Hinojosa o Enrique Peña Nieto, responsables ambos de crímenes de lesa humanidad, traidores los dos a la patria y a la democracia (uno por robarse la Presidencia y el otro por comprarla), celebrando en las calles la victoria de sus huestes el próximo 3 de julio. No los quiero triunfantes, brindando por la victoria. Los quiero ver sometidos ante la justicia, respondiendo por sus crímenes, dando la cara a sus víctimas, devolviendo lo robado. Tampoco quiero ver a ese puñado de empresarios rapaces, que antes mandaban sobre el presidente en turno y que hoy han asumido abiertamente el mando de la oposición unificada, repartirse de nuevo el presupuesto público, disponer a su antojo de los bienes de la nación, convertir a la patria —otra vez— en uno más de sus muchos negocios.

Hará valer la derecha conservadora su aplastante hegemonía mediática. Se unirán todos los medios y voces que están a su servicio para librar la más sucia de todas las guerras sucias electorales que se han librado; harán todo para desprestigiar a López Obrador, dirán mentiras, sembrarán el odio y la discordia, promoverán el discurso de la desilusión y el desaliento. Nos toca —yo tomo partido y asumo la parte de la tarea que me corresponde— hacer contrapeso a los conservadores, hablar de lo que se ha logrado y de lo que está pendiente, convencer con argumentos, concientizar, alentar, reanimar, mover a la gente a votar y refrendar en las urnas su apoyo a López Obrador y al Gobierno de la Cuarta Transformación.

@epigmenioibarra

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