Por Enrique Quintana
Para analizar el impacto que tendrá en la economía mexicana del 2014 el paquete fiscal aprobado por el Congreso al término de octubre, hay que regresar a los básicos de la economía.
Se ha generalizado la idea de que el paquete tendrá un impacto recesivo por el hecho de que el sector privado habrá de pagar alrededor de 180 mil millones de pesos adicionales a los que se habrían desembolsado sin la reforma.
El razonamiento parece impecable: como familias y empresas tendrán menos dinero para gastar entonces eso reducirá la demanda global y, por lo tanto, se tendrá un impacto recesivo en la economía.
Si el único sector que gastara en la economía fuera el privado, entonces, sin duda habría un impacto recesivo.
Pero da la casualidad de que hay algo que se llama demanda pública.
Los últimos datos indican que, exclusivamente en materia de consumo, el que realiza el sector público equivale al 15 por ciento del total.
En materia de inversión, los últimos datos refieren un nivel aproximado de 14 por ciento respecto al total.
Si el dinero adicional que el sector privado canalice al sector público a través de más impuestos regresa a la economía en la forma de una mayor demanda del sector público abastecido por proveedores locales, entonces no existirá ese impacto recesivo.
Si el gobierno extrajera dinero de la economía en términos netos, eso sí tendría un efecto recesivo. Eso sucede cuando se incurre en superávit. Es decir, cuando el gobierno tiene un ingreso superior a su gasto.
Para el 2014, ocurrirá exactamente lo opuesto. Hay la previsión de un déficit del orden de 3.5 por ciento del PIB (considerando la inversión de Pemex).
Esto significa que habrá un endeudamiento neto del sector público para financiar un gasto superior a sus ingresos ordinarios.
Resulta que visto en su conjunto, el paquete económico –en términos de la demanda neta- no sólo no tendrá un efecto recesivo sino aportará a la expansión de la economía.
Si tuviéramos un sistema financiero con el crédito a tope, y por lo tanto, el financiamiento que exigirá el sector público implicaría que se limitan los recursos para el sector privado, entonces, habría un mero efecto de desplazamiento de la demanda, pues el sector privado dejaría de recibir ese crédito.
Pero cuando el sector financiero tiene “capacidad ociosa” de generación de crédito, los recursos que le requerirá el gobierno federal generarán una mayor demanda, sin desplazar al sector privado.
Se puede cuestionar la forma en la que el gobierno asigna los recursos que administra. Hay críticas muy bien sustentadas a este respecto y en términos generales, los incentivos para una buena asignación más bien están en el sector privado.
Sin embargo, el efecto de la mejor o peor asignación de los recursos adicionales que llegarán al gobierno no se va a presentar en el corto plazo, sino en el mediano.
En lo inmediato, el desempeño de la economía en el curso de 2014 va a estar más bien asociada a la capacidad de generación de demanda agregada por parte del sector público.
De hecho, todo indica que hay un golpe de timón en el manejo del gasto público a partir de septiembre.
De acuerdo al calendario previsto, en septiembre habrían de ejercerse 298 mil 275 millones de pesos. Ese mes, en lugar de los subejercicios de la primera mitad del año, el gasto neto pagado ascendió a 381 mil 256 millones de pesos, es decir, 82 mil 981 millones por arriba de lo previsto.
De acuerdo con la estadística oficial, hasta el tercer trimestre deberían llevarse ejercidos 2 billones 916 mil 214 millones de pesos, y el monto efectivo corresponde a 2 billones 892 mil 372 millones.
Es decir, todavía hay un muy leve subejercicio de 23 mil 842 millones de pesos que deberá compensarse en este trimestre. Lo que seguramente ocurrirá dado el cambio que ya se ha manifestado.
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