Por Bernardo Barranco V.
Mirar, analizar e informar son verbos esenciales, pero no suficientes en la vida de un nuncio. Es necesario también ir al encuentro, escuchar, dialogar, simpatizar y empatizar con la población y con la Iglesia. También les pide humildad; no basta señalar con el dedo o agredir a quien no piensa como nosotros –les dijo–, esto es una
mísera táctica de las actuales guerras políticas y culturales, pero no puede ser el método de la Iglesia. Y al estilo de Francisco, pide que la nunciatura sea la casa del Papa para todos, no sólo para su tradicional fiesta anual, ni para los diplomáticos ni hombres de poder, sino que sea imagen evangélica del buen pastor. Además les ordena a los nuncios huir de las intrigas
de los chismosos y de los trepas(vatican.va).
Franco Coppola, nuevo nuncio en México, no es un improvisado. Es un religioso de larga carrera diplomática. Tiene una amplia trayectoria internacional y ha sabido lidiar las complejas vicisitudes de la República Centroafricana, su última responsabilidad diplomática; que no sólo es uno de los países más pobres del mundo, sino también en guerra civil desde 2012. Las imágenes de la visita de Francisco a la nunciatura nos muestran una residencia austera que contrasta con la representación en la ciudad de México. El traslado a México es obra del papa Francisco, quien no sólo reconoce su labor, sino sus cualidades. ¿Cuál es el perfil requerido para una Iglesia como la mexicana? La jerarquía católica mexicana no es fácil y tiene fama de ser tan conservadora como liosa.
Coppola se convertirá en México de un nuncio misionero en un nuncio réferi, con un marcado acento político, tanto en el interior de la Iglesia como en su relación ante un gobierno distanciado. Coppola llega a un país que atraviesa uno de los momentos críticos más delicados de las últimas décadas. La crisis económica, la violencia, la corrupción e inseguridad azotan al país como las plagas bíblicas. Un gobierno federal con un bajísimo nivel de aceptación ciudadana y un presidente cuyo liderazgo se ha erosionado. Y para completar este cuadro apocalíptico, en lo que va del sexenio, cerca de 14 sacerdotes asesinados y 500 religiosos víctimas de extorsión. Pero el reto mayor no es restaurar armonía con el gobierno, sino poner orden en la cancha eclesial.
Un sector de obispos ha decidido declarar la guerra al gobierno atribulado de Peña Nieto. Un presidente católico que había apoyado totalmente la agenda de la Iglesia, al grado de reformar el artículo 24 constitucional con el fin de dotar de mayores espacios y márgenes de maniobra a las ambiciones clericales. Un presidente que se entusiasmó con la visita del papa Francisco. Brincándose los protocolos del Estado laico, Peña, en nombre del pueblo mexicano, lo recibió con su corazón guadalupano y con los brazos abiertos, según consta en sus discursos de bienvenida. Sin embargo, la iniciativa presidencial de los matrimonios igualitarios es el aparente punto de quiebre. Fue el pretexto de los sectores conservadores, encabezados por el cardenal Norberto Rivera, para hacer avanzar una agenda encaminada a posicionar a una fracción laica de la ultra derecha católica cara al proceso político que culminará en 2018 con la elección de un nuevo presidente.
El nuncio deberá lidiar con el radicalismo político de algunos obispos cuya equívoca apuesta ha sido legitimar peligrosamente la reaparición de grupos de la ultraderecha política en México. Los organizadores del Frente Nacional por la Familia son reconocidos activistas del temido y fascista Yunque. La atmósfera y el debate político se han polarizado. Retomando a Gilles Kepel, quien desde 1991 en su libro La revancha de Dios advertía el advenimiento de movimientos religiosos fundamentalistas, prevenía que el moralismo radical mezcado con la política produce fanatismos que propician monopolios fundamentalistas sobre la verdad y encienden la intolerancia hacia otros que piensan diferente. Muchas de estas corrientes son adictas a las teorías de la conspiración y los poderosos enemigos invisibles. Coppola deberá disciplinar a un sector de la jerarquía, responsable de avalar a grupúsculos ultras que en el nombre de Dios desarrollan el discurso de odio, exclusión y homofobia. Coppola sabe bien que Francisco reprueba a los fundamentalistas, sean católicos, evangélicos o musulmanes. Coppola tiene claro que Francisco no es de derechas, tal como afirmó a la Civiltà Cattolica: Me han acusado de conservador, pero jamás he sido de derechas
.
El nuevo nuncio deberá dejar la huella de Francisco en la Iglesia mexicana. Dicho programa, el Papa lo presentó a los obispos en su duro mensaje en la catedral en febrero de este año. Detrás del peléense como hombres
está el llamado a la unidad sana y fraterna entre los prelados. El Papa pide una agenda social y no absolutizar la agenda moral. Pide a los obispos bajarse de sus palacios y reprueba la imagen de príncipes
para convertirse en verdaderos pastores. No subirse a los carros ni caballos de los faraones ni hacer acuerdos debajo de la mesa; por el contrario, pidió:Reclínense, pues, con delicadeza y respeto, sobre el alma profunda de su gente, desciendan con atención y descifren su misterioso rostro
. Y cabe preguntarse si los obispos han acatado con toda seriedad las orientaciones del Papa. ¿En verdad el episcopado, las diócesis han iniciado planes o proyectos para aplicar las orientaciones de Francisco? ¿Qué tipo de recepción tienen los obispos ante los cambios que pide el Papa a la Iglesia mexicana?
Concluyo que el principal desafío del nuevo nuncio es pastoral, más que el político. Sin embargo, éste es ineludible. Con la inminente salida del cardenal Norberto Rivera, seguramente se vendrán importantes reacomodos y hasta jaloneos entre los obispos mexicanos. Esa ruta será conducida por Franco Coppola. Sus pronunciamientos y decisiones nos darán una idea clara de lo que el papa Francisco quiere de la Iglesia mexicana. Esperemos que sean cambios para bien.
Fuente: La Jornada