El monopolio de la violencia

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Por Carlos Bonfil

Una de las mejores películas en el festival en línea My French Film Festival es el documental El monopolio de la violencia (Un pays qui se tient sage, 2020 / Un país que se porta bien), del periodista y cineasta francés David Dufresne.

A través de una serie de entrevistas e imágenes capturadas en teléfonos inteligentes o provenientes de reportajes televisivos, la cinta refiere la dinámica de las movilizaciones ciudadanas de protesta que cada sábado y durante largos meses, a partir de octubre de 2018, fueron lideradas por los llamados chalecos amarillos (gilets jaunes) a lo largo del hexágono francés con repercusiones en varios países de Europa. No es intención de este documental referir puntualmente la evolución del movimiento contestatario, ni tomar partido político alguno en forma de denuncia. Su propósito es más interesante. Se trata de exponer los mecanismos del poder gubernamental en Francia y la supuesta legitimidad de su respuesta represiva ante los desmanes y destrozos callejeros que puede provocar una protesta ciudadana.

El epígrafe del filme, tomado de una sentencia del sociólogo alemán Max Weber, es al respecto elocuente: “El Estado posee el monopolio del uso legítimo de la violencia”, frase que conduce a su vez en el documental a la pregunta de saber cuáles son los límites de esa legitimidad y de qué modo los poderes que detentan la primacía del discurso mediático interpretan el uso preventivo de la fuerza pública. La lógica del monólogo gubernamental es transparente: quien tiene el poder domina la narrativa, y quien posee esa narrativa elabora finalmente la ley. El documental expone así una batalla de imágenes sobre la represión pública que se acompaña de la confrontación no menos violenta de argumentos verbales en una sociedad fuertemente polarizada.

Es impactante ver en el documental la profusión de imágenes tomadas en directo por los ciudadanos testigos de la represión policiaca (un saldo terrible de cinco manos arrancadas, 27 ojos mutilados y dos muertes), siempre en oposición al matraqueo mediático que privilegia y normaliza la justificación presidencial de la violencia de Estado. De esa violencia la cinta ofrece imágenes brutales que con dificultad habrían tenido cabida en las versiones editadas impuestas por los medios oficiales.

De acuerdo con Dufresne, la manipulación informativa que de modo vertical suelen practicar esos medios, tiene ahora como contrapeso muy efectivo el testimonio visual que en directo difunden ampliamente las redes sociales: “ya nada puede ocultarse, todo mundo puede saber lo que pasa, al instante”. Todo ello fractura también, de modo inevitable, el monopolio ya gastado de la palabra institucional que se empeña en justificar los excesos policiacos. Lo notable en el documental es que el realizador ilustra esa discusión haciendo intervenir a diversos personajes públicos (activistas y ciudadanos, sociólogos e historiadores, e incluso responsables sindicales de la policía) quienes manifiestan posturas muy contrastantes en este asunto. También elige revelar sólo hasta los créditos finales la identidad de los entrevistados para no alentar en los espectadores prejuicios de percepción.

Algo, además, notable en el documental es su manera de exponer e ilustrar la función histórica de la institución policiaca que desde los años 40 del siglo pasado, bajo el régimen de Vichy, confundió su misión y sus funciones con las del Estado, constituyéndose ambos en un mismo ente político: una policía republicana sólo en definición, pero en rigor más al servicio del poder que de los propios ciudadanos. El título original del documental alude a una escena, captada por teléfono celular, en la que jóvenes escolares son sometidos de rodillas y durante horas por la policía a manera de correctivo o escarmiento. Ante el éxito de esa medida autoritaria, uno de los agentes exclama socarronamente: “Aquí tenemos una clase que se porta bien”. La intención gubernamental sería, según sugiere la película, extender ese comportamiento dócil a una nación entera.

El monopolio de la violencia se estrenó con éxito en Francia en plena pandemia, en un momento en que la crisis sanitaria obligó a suspender provisoriamente una protesta ciudadana que llegó a sumar un total de tres millones de participantes.

El documental está accesible, de manera gratuita y hasta el 14 febrero, en myfrenchfilmfestival.com, y también como un estreno en la plataforma MUBI.

Fuente: La Jornada

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