El megaproyecto para Holbox

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Por Iván Restrepo

La isla de Holbox es conocida por muchos porque en esta época llega cerca de la región donde se ubica un grupo de tiburones ballena en busca de su alimento más preciado: el plancton. Arriban decenas de ejemplares a una alberca marina hasta la cual se accede por lancha desde esa isla o Cancún. El ballena es el pez más grande de los mares, puede llegar a medir más de 15 metros de longitud y vivir hasta 100 años. Es muy amigable con quienes se le acercan motivo por el cual muchos visitantes abusaban de su presencia, incomodándolo, lo que puso en peligro su permanencia en la zona. Por fortuna las instancias oficiales dictaron normas especiales para protegerlo de buzos, nadadores y turistas irresponsables. Una norma oficial lo considera amenazado.

Holbox posee una extraordinaria belleza, una gran riqueza en flora y fauna; tiene 43 kilómetros de largo y en algunas partes menos de mil metros de ancho. Hoy funcionan allí unos 40 hoteles de diversa categoría y tamaño. Ubicada frente a las costas de Quintana Roo, los lugareños han buscado que el turismo de playa no altere su calidad ambiental ni el ritmo de vida de un lugar que se ha distinguido desde siempre por la pesca: en épocas pasadas de tiburón. Y es que Holbox no debe sobrepasar su capacidad de carga, pues terminaría con su encanto natural y con la flora y fauna que la distingue.

Y eso es lo que ocurrirá si se llevan a cabo los planes que el gran capital tiene para ocupar parte de la isla con un megaproyecto impulsado por unos inversionistas yucatecos y la quebrada constructora Ara. Se trata de La Ensenada, con casi 900 villas y condominios, tres hoteles, áreas comerciales, un campo de golf, canales de navegación, un puerto y un helipuerto. El proyecto ha creado una enorme división entre los ejidatarios de Holbox, pues algunos vendieron sus terrenos para el nuevo desarrollo turístico. No se necesita ser un conocedor del medio ambiente isleño para comprobar que se trata de un proyecto descomunal, absurdo, que alteraría por completo lo que hoy es un paraíso natural.

Del proyecto citado se tiene conocimiento desde el sexenio de Vicente Fox, cuando se decía que la Coca-Cola había comprado una extensa zona para llevarlo a cabo. No fue esa trasnacional, sino Fernando Ponce, dueño de la embotelladora de esa bebida en Yucatán. También desde entonces se vieron los intentos de dividir a la comunidad, lo cual se ha logrado, si nos atenemos a las noticias recientes.

Un proyecto de tal envergadura requiere la aprobación de las instancias federales pues Holbox hace parte del Área Natural de Protección de Flora y Fauna Yum-Balam, decretada justo hace 20 años por el presidente Salinas de Gortari. Tiene una superficie de 154 mil hectáreas, de las cuales la mayoría es ejidal. Sus pobladores son de origen maya, dedicados a la pesca y la agricultura tradicional, la apicultura y la extracción de madera. Varios centros de investigación han clasificado la importante biodiversidad que existe en Yum-Balam y que se localiza en Holbox, en los humedales y sabanas y en la selva mediana y baja. Además en el área natural protegida se localizan los acuíferos más importantes del norte de Quintana Roo, motivo por el cual los especialistas recuerdan la necesidad de no permitir allí desarrollos turísticos.

Yum-Balam es asiento y lugar de paso de más de 30 aves migratorias; su fauna comprende más de 300 especies ya clasificadas, entre las cuales destaca el mono araña y el pavo ocelado, el tapir, el jaguar, el puma, dos especies de cocodrilos, el pavo de monte, el hocofaisán, el zopilote rey, el manatí, las tortugas carey, blanca, caguama y laúd y la perdiz de Yucatán. Más 14 especies de anfibios, 67 de reptiles y 22 mamíferos silvestres, tres de ellos amenazados o en peligro de desaparecer. Las autoridades ambientales señalan que una de las amenazas a esa enorme riqueza son los megaproyectos turísticos.

La empresa Península Maya Developtments, promotora del megaproyecto La Ensenada en Holbox, acaba de desistirse de continuar con él. Es lo menos que podía esperarse. Mas no hay que cantar victoria: puede aparecer después con otro nombre, como recién pasó con el de Cabo Pulmo, en Baja California Sur.

Fuente: La Jornada

 

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