Mientras un sector de la industria discográfica insiste con la producción y venta de CD, y concibe a internet como un espacio de piratería, surgen nuevas alternativas, nacidas del corazón de la red, que al tiempo que no reniegan del fetiche, pugnan por lograr que el formato digital y el link sean reconocidos como obras.
Por Diego Sánchez
Es probable que cuando el año próximo se cumpla una década y media del lanzamiento de Napster, aquel mítico servicio de intercambio de archivos que consagró al mp3 como principal soporte de distribución de música, los grandes sellos discográficos aún crean en la actualidad de esta famosa cita de Bertolt Brecht: “La crisis se produce cuando lo viejo no acaba de morir y cuando lo nuevo no acaba de nacer”.
A pesar de que vivimos rodeados de música en formato digital y que para un porcentaje significativo del mercado “lo nuevo” es menos un embrión incipiente que una realidad concreta y palpable, para un espacio poderoso de la vieja industria musical, aún atravesamos una instancia de “crisis”.
La remanida frase de Brecht, acá, encierra en realidad un problema de temporalidad: la “crisis” se explica menos por la timidez de “lo nuevo” que por la sobrevida mórbida de un sector desactualizado que, con el poder material para estirar el “conflicto”, aún insiste en demonizar internet y engendrar a ese zombie herbívoro conocido como CD.
La pregunta, entonces, es cuánto tiempo le queda a esa “crisis”. El lento arribo a nuestro país de servicios como iTunes Store o Spotify marcan los primeros pasos de un sendero irreversible que, sin embargo, encuentra todavía ciertas resistencias. Y eso, a su manera, obliga a colocar el debate unos casilleros más atrás de lo deseado. Frases como “el futuro de la música es internet” harían reír por su obviedad a cualquier nativo digital, pero todavía hay que repetirlas para probar la necesidad de un ecosistema musical serio y actualizado.
Una frase idéntica a esa se le escuchó decir semanas atrás a Tatu Estela, productor musical y responsable del sitio Taringa Música!, cuando presentó en el nuevo Centro Cultural Matienzo, el proyecto 432 Hz, un sello discográfico cuyo gran objetivo es tal vez el paso principal para terminar de acabar con “lo viejo”: lograr que la industria y las entidades colectivas de derechos de autor -dos instancias en verdadera “crisis”- acepten finalmente al formato digital y al link como obra.
Estela fue esta semana uno de los invitados a las 1º Jornadas sobre la Ley de la Música, que celebró Radio Nacional en su auditorio. Junto a Fernando Isella, coordinador del Mercado de Industrias Culturales Argentinas (MICA), integraron la mesa dedicada a las “nuevas formas de la música”.
Isella habló del crecimiento de las industrias culturales en Argentina y adelantó el proyecto PAM (Plataforma Argentina de Música), una suerte de red social, aún en estado beta, orientada a agrupar y conectar a los artistas y sellos.
Estela por su parte repasó las características del sitio Taringa! Música y detalló el corazón del proyecto 432 Hz. El sello, lanzado hace pocas semanas, propone una respuesta a la “crisis” del sistema utilizando algo así como sus propias armas: a la resistencia de entidades como Sadaic o afines a reconocer como obra cualquier cosa que no sea un soporte físico, 432 Hz responde ofreciendo un nuevo objeto en reemplazo del CD: los “hertzios”.
Según Estela, los “hertzios” pueden ser cualquier cosa: un libro, una botella, un póster, cualquier objeto físico capaz de contener en su interior un link.
El primer paso lo dieron con Superchería, un cuarteto independiente que editó su disco debut, no en CD, sino en formato “hertzio”, en este caso, en la forma de un búho miniatura, diseñado por el artista Ignacio Brizzio, creador de Miniaturas Populares.
El búho -que además es el logo de la banda- contiene un código QR que permite descargar el álbum y otros contenidos de actualización periódica como videoclips, making of, novedades y demás.
Como casi todo lo que sucede en el hábitat digital, los “hertzios” parecen menos un reemplazo que un síntoma: la industria supura obsolescencia pero la respuesta no es la aparición de una sola alternativa sino de múltiples y constantes variantes surgidas del maremoto vital de internet. “Es un lugar donde está todo por hacerse”, dijo Estela en las jornadas.
En ese sentido, es probable que la discusión exceda a la de los formatos. Si el futuro de la música es internet, como bien dijo el hombre detrás de 432 Hz, se imponen nuevos debates más allá de la urgente y necesaria aceptación del soporte digital y del link como obra: la certeza de que hoy la cultura se mueve con lógicas sociales y dinámicas propias de internet, y que modifican de forma radical el acceso, la circulación y la producción. No es más que lo nuevo que ya nació pero sólo falta que lo reconozcan.
* David Sánchez es periodista argentino
Fuente: Télam