Por Jorge Zepeda Paterson
Las elecciones del domingo 7 de junio asemejan a un partido de arranque de temporada en el futbol mexicano: el resultado afectará de alguna manera, pero no mucho; todos sabemos que lo importante sucede en otro lado. En el caso de la política, en los acuerdos en la trastienda del poder; en el caso del fut, en la liguilla (y allí tienen al Santos de Torreón que resultó campeón luego de una temporada mediocre, pero un desempeño espectacular en las finales).
La sensación se acentúa porque como ha dicho Jorge Volpi, en realidad no es fácil obtener un saldo neto de esta jornada electoral. El PRI quedó casi como estaba en la Cámara de Diputados (ligeramente mejor), perdió en Nuevo León y Michoacán, pero recuperó Sonora y Guerrero. EL PAN perdió en Sonora y ganó en Querétaro. El Partido Verde mejoró en su captación de votos y número de diputados, pero fue desplazado de la cuarta posición por Morena. El PRD perdió Guerrero, pero ganó Michoacán. O sea, el juego de las sillas; las fuerzas políticas se mueven al son de la música electoral, pero al final todos terminan sentados. O casi todos. Comenzamos a ver señales de que alguna de las sillas se están desplomando.
Para el PT la jornada resultó, literalmente, mortal. Un partido franquicia nacido en el régimen de Salinas, comparsa la mayor de las veces, desaparecerá al no haber alcanzado el tres por ciento de la votación. No tendrá mayor impacto en el panorama nacional más allá del bienvenido ahorro de recursos para el erario.
El daño para el PRD no fue de esa dimensión, no obstante es la fuerza política que peor librada sale de la batalla dominical. Ganó en Michoacán, cierto, pero perdió posiciones en el resto del país. El retroceso en el Distrito Federal a manos de Morena constituye un misil en su cuarto de máquinas. La organización de Andrés Manuel López Obrador le superará en la Asamblea, el órgano legislativo de la ciudad, desde donde podrá afectar los programas y presupuestos de Miguel Ángel Mancera, el jefe de gobierno. Más importante aún, Morena se hace del control de cinco delegaciones claves para la estructura clientelar que había mantenido en el poder capitalino a este partido. Adicionalmente, PAN y PRI han tomado otras cinco de las 16 delegaciones, dejando al partido amarillo con apenas seis.
La nota musical de estas elecciones procede de un frente absolutamente inesperado: los candidatos independientes. Jaime Rodíguez el Bronco, Manuel Clouthier y Pedro Kumamoto no tienen nada en común, salvo el de ofrecer con su triunfo un brote de esperanza. Los tres fueron capaces de vencer a las estructuras partidarias y romper el monopolio de control de las dirigencias con el que aseguran su propia sobrevivencia. Es demasiado pronto para cantar victoria, y podemos dar por descontado que los partidos buscarán en el Congreso modificar las reglas para dificultar el acceso de los ciudadanos a las boletas electorales o complicar el financiamiento de las campañas de los independientes. Y sin embargo, una fisura como esa en el edificio hasta ahora blindado de la partidocracia podría ser suficiente para obligarles a introducir modificaciones a favor de la apertura. Soñar no cuesta.
Más allá de lo sucedido en el Distrito Federal y con los candidatos ciudadanos, también acierta Volpi al señalar que el verdadero impacto de las elecciones no está en las sumatorias a nivel nacional, sino en los verdaderos tsunamis que tuvieron lugar en la escala local. Para la vida regional no es poca cosa que una entidad cambie de partido en el poder, al menos no para los servidores públicos y las élites empresariales locales. Y en ese sentido, cinco de las gubernaturas y cientos de alcaldías en juego cambiaron de signo en la jornada dominical. Visto desde el despacho presidencial o un gabinete académico, el Excel de sumas y restas que arroja la jornada electoral puede no ser demasiado significativa en términos de avances y retrocesos; pero una mirada local y cuidadosa revelaría que bajo las aguas quizá algo mucho más importante se mueve, pese a todo.
@jorgezepedap
Fuente: Sin Embargo