El insignificante populismo del que habló Peña Nieto

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Por J. Jesús Esquivel

La discusión sobre el populismo durante la conferencia de prensa en Quebec, Canadá, entre los presidentes Barack Obama y Enrique Peña Nieto, y el primer ministro Justin Trudeau, expuso una vez más la incapacidad intelectual del mandatario de México.

Nunca, la explicación que dio Obama al asunto del populismo estuvo dirigida a Peña Nieto. En su soliloquio, el presidente mexicano parecía estar hablando de Andrés Manuel López Obrador, algo que a Obama ni siquiera le inquieta.

Es entendible la facilidad con la cual se armó el debate en algunos medios de comunicación mexicanos, asumiendo que lo dicho por Obama era una respuesta directa al argumento insignificante de Peña Nieto.

El populismo del que habló Obama tenía un objetivo muy claro: Donald Trump, el multimillonario empresario y virtual candidato presidencial del partido republicano. La elocuente respuesta de Obama también iba dirigida al liderazgo republicano del Congreso federal de su país.

El populismo peligroso del que habló Peña Nieto en Canadá no está en el radar de Obama, ni de otros políticos, ni periodistas de Estados Unidos.

La explicación de los riesgos que corre una nación con un populista como Trump fue perfectamente palpable en las palabras del presidente de Estados Unidos. De manera inteligente, Obama puso sobre la mesa su tesina de como un populismo al estilo Trump desata odio y xenofobia. Y el casi candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos es eso. Con sus mensajes racistas en contra de los mexicanos, los musulmanes, las mujeres y los homosexuales, tiene dividido al electorado de su país. Un populista como Trump en la Casa Blanca no solo es un peligro para la estabilidad de Estados Unidos, sino para todo el mundo. De eso habló Obama.

El presidente de Estados Unidos no estaba respondiendo a los comentarios insignificantes de Peña Nieto que tenían otro destinatario. Hasta entre los populistas hay clases sociales.

Para contextualizar todavía mejor su mensaje, Obama recordó las etiquetas políticas que le pusieron los republicanos hace siete años, tras ganar la presidencia y convertirse en el primer mandatario de raza negra en llegar a la Casa Blanca.

De George W. Bush, Obama heredó una economía casi en ruinas. Los gastos por las invasiones sin sentido a Irak y Afganistán dejaron vacías las arcas del gobierno federal cuando llegó Obama a la Oficina Oval. El desempleo había aumentado y muchos sectores productivos de su país se veían amenazados por la bancarrota.

Obama actuó en consecuencia. Con fondos del gobierno arriesgó todo para rescatar a la industria automotriz, emblema histórico del capitalismo de Estados Unidos. Su plan para salvar al capitalismo fue una antitesis del credo capitalista. Los republicanos del Congreso acusaron a Obama de ser populista, lo compararon en ese entonces con el finado presidente de Venezuela Hugo Chávez.

“Socialista” y “comunista” fueron otros calificativos usados por los republicanos para desacreditar a Obama. Al final, su fórmula tuvo el efecto esperado. Obama, el populista y socialista, rescató a la industria automotriz, reactivó el crecimiento de la economía de Estados Unidos y bajó la tasa de desempleo que se consideraba tarea casi imposible.

De ese populismo efectivo habló Obama en Quebec y por ello recordó que él fue acusado “erróneamente” de ser populista.

Ese paralelismo entre un populismo etiquetado por rencores políticos de los republicanos y el populismo de Trump, del que no hablan los republicanos en el Capitolio, fue la esencia del asunto que equivocadamente en México se atribuyó como respuesta de Obama a Peña Nieto.

No vale la pena tratar de explicar porqué el gobierno de Peña Nieto es tan insignificante para los intereses políticos de Estados Unidos, y menos en un año de elecciones presidenciales.

La prensa estadunidense, como era de esperarse, ignoró olímpicamente al argumento de Peña Nieto sobre el populismo. Las menciones de la prensa sobre el tema, como lo hizo Obama, se enfocaron en Donald Trump, en nadie más.

Fuente: Proceso

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