Por Francisco Javier Pizarro Chávez.
El ser humano/ es el temor del planeta y la humanidad/ su metástasis”.
Luis Eduardo Aute
El traslado de “Susana Distancia” a la “Nueva Normalidad” (*), previsto para el 2 de junio, aún y cuando cuenta con el mismo semáforo a nivel nacional, no va a funcionar en tiempo y forma en todas las entidades, por razones tanto sanitarias, económicas, como políticas.
Estados y municipios con el menor número de personas contagiadas y fallecidas por el coronavirus, tendrán que activar la luz verde la próxima semana.
En cambio, los que tienen una alta conglomeración de personas enfermas y muertas a causa de la pandemia, tendrán que esperar varias semanas o meses –junio, julio y agosto– para que los ciudadanos den el salto a la “nueva normalidad.”
Dicho en términos de tráfico vial: Si el virus disminuye su celeridad de contagios se activará la luz verde, para que los ciudadanos arribemos a la “nueva normalidad” con menos riesgo, con el fin de reactivar la actividad productiva.
Por el contrario, si la circulación del virus continúa se mantendrá la luz roja y los transeúntes tendrán que esperar a que se prenda primero la luz naranja, luego la amarilla y finalmente la verde, que como todos sabemos, es la que nos indica o señala que ya podemos cruzar la calle.
Chihuahua se ubica junto con otras siete entidades de la República, con una carga de enfermedad de 101 a 250 casos activos, lo cual lo coloca en luz amarilla y podría pasar a luz verde en junio, pero no en todo el estado, ya que hay municipios de alto riesgo, como el de Ciudad Juárez.
El gobernador del Estado y la presidenta de la Ciudad de Chihuahua, sin embargo, señalaron en días pasados, que mantendrán las medidas de distanciamiento y aislamiento social y pospondrán las actividades económicas no esenciales; mantendrán cerrados los espacios públicos y privados; las escuelas y las medidas de salud pública de distanciamiento físico.
La Secretaría de Gobernación, por su parte, dejó en claro que el semáforo epidemiológico es federal y se pondrá en vigor en todo el país, por lo que no puede haber resoluciones locales. Su titular, Olga Sánchez Cordero, fue contundente: “El semáforo debe ser federal. No podemos tener consideraciones de semáforos locales porque entonces sería una descoordinación total en nuestro país, de que cada quien tiene su propio semáforo, cada quien abre cuando quiere y cada quien cierra cuando quiere”.
En este contexto, a las autoridades estatales y municipales, no les queda de otra, más que ponerse las pilas para dar el silbatazo y aceptar en la próxima semana, cruzar a “Susana Distancia” a la acera de la “nueva normalidad”.
Dejemos de lado el semáforo epidemiológico y, quien lo opera. Abordemos lo que, sin duda, eso lo más relevante. ¿Cuáles son las rutas de transporte más adecuados en términos de sanidad para arribar a la “Nueva Normalidad”?
¿Las de los camiones públicos (Estado); de las Limosinas (Sistema financiero); automóviles particulares (Sector privado); los Servicios de taxis (centros comerciales y medicina privada); motocicletas y bicicletas; (Pequeños y medianos negocios) o la de irse caminando (trabajadores y desempleados)
Empecemos por los camiones públicos. Siempre que se sube uno a ellos, va atiborrado y en malas condiciones. Muchos pasajeros no alcanzan asiento, muchos otros van prendidos como changos y todos tienen que soportar los malos humores.
¿Este medio de transporte nos garantiza la inmunidad de rebaño que no es otra cosa más que grupos de personas que son inmunes por contagio previo lo cuales supuestamente no pueden contagiarnos? Lo dudo.
En lo que se refiere a las rutas de las limosinas financieras, automóviles y taxis (negocios, entre ellos el de la medicina privada), su meta es que el Estado cancele los impuestos vehiculares de sus limosinas y automóviles de lujo, les provea de combustible, y por si fuera poco se haga cargo de las deudas de sus confortables vehículos.
Los servicios de taxis, son hábiles extorsionadores. Nos trasladan durante horas por rutas que desconocemos a dónde nos llevan, nos cobran altas tarifas e incluso nos roban, por lo que, al regresar a casa, llegamos sin dinero y sumamente molestos por haber sido defraudados.
El traslado a pie descalzo (Sector social) de la Susana Distancia a la Nueva Normalidad, por su parte, tiene sus pros y contras: Pros, porque les abre a las puertas a los trabajadores para darle sustento económico a sus familias que ya no resisten estar permanentemente confinadas y con hambre y violencia familiar.
En contra, porque corren el riesgo de que los trabajadores se contagien de dos formas; que al cruzar la calle se topen con una atiborrada conglomeración de transeúntes, muchos de los cuales no acatan las reglas de vialidad (Normas Sanitarias). El otro ángulo negativo es que pasan del confinamiento del hogar que ha mitigado el coronavirus, al laboral en especial en las cadenas productivas de la industria manufacturera, fabricación de equipo de transporte, bicicletas y venta de cervezas y minería, que es donde más pulula el virus como ha quedado fehacientemente demostrado.
Adicional a ello, no hay que olvidar que el sistema inmunológico de la mayoría de los mexicanos en pobreza y extrema pobreza es sumamente vulnerable, por la desnutrición alimentaria y el consumo de “comida chatarra”, que les bajan las defensas de su organismo, y les generan un cúmulo de enfermedades graves.
Concluyo estas metáforas con tres preguntas:
¿Podemos los ciudadanos confiar en los camiones públicos (sector salud) desvencijados que heredaron las anteriores administraciones al gobierno de la 4ta Transformación? Si, si se les repara con mecánicos capacitados, se pone al volante choferes responsables y por supuesto, se les suministra buen aceite y gasolina.
¿Están dispuestas las grandes empresas maquiladoras transnacionales que van a reactivar su actividad productiva en acatar las normas sanitarias que la Secretaria de Salud les impuso y pagar a los que se contagien el traslado mediante taxis (medicina privada que tanto alaban) para que atiendan a los obreros? Lo dudo. Los laboratorios privados cobran las pruebas que se realizan para saber si una persona es negativa o positiva al coronavirus, arriba de tres miles pesos. El que resulta positivo lo hospitalizan y atienden con un costo superior a los 100 mil pesos.
Finalmente, ¿El pueblo tiene la entereza y fortaleza para dar ya el salto de la Sana Distancia a la de la Nueva Normalidad, sin que los grandes potentados (oligarquía) se apropien otra vez de las mejores calzadas y periféricos (políticas neoliberales y libre mercado) por donde siempre han transitado en sus faustosas limosinas o vamos a dejar que, una vez más, arrollen al transporte público (Estado); embistan a los automovilistas, motociclistas y bicicleteros ( MYPES); hagan redondos negocio con los taxis (Medicina privada) y, atropellen a los transeúntes de a pie (trabajadores) a los que han explotado durante toda su vida? Espero sus respuestas. Veremos y diremos.
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(*) Nueva normalidad se refiere a una situación en la que lo habitual u ordinario no será lo que mismo que en las situaciones previas. Es decir, una normalidad frente a la que conocíamos.