El feminicidio por la cabeza empieza

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Por Víctor M. Quintana S.

No transcurren ni siquiera los primeros setenta días del año y ya se cuentan 26 feminicidios en Chihuahua. Y desde 1993, dos mil 200. Esa es La estadística cuidadosa, proporcionada por Justicia para Nuestras Hijas, después de buscar como gambusinos entre la opacidad de los datos oficiales y los de la prensa.

No se acaban de encender la ira y la indignación por el asesinato de la niña Lizeth Berenice Chavira, de apenas 13 años, cuando aparece el cuerpo de la joven Esperanza Chaparro, de 19 años, desaparecida desde el 26 de enero pasado… Como si alguien quisiera gritar que la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, este ocho de marzo, no viene a interrumpir o siquiera retardar sus intenciones feminicidas.

Pero ahora hay un factor más visible que otras veces que da una de las claves para entender por qué esta epidemia macabra que avergüenza a Chihuahua, no tiene visos de erradicarse: las declaraciones del Fiscal General del Estado, Lic. Jorge González Nicolás. Antes del hallazgo del cuerpo de Esperanza, atado, mutilado en la Sierra de Nombre de Dios, el funcionario aventura que una carta de ella hacía pensar que se había suicidado por “problemas con su familia”.

El dicho del fiscal general nos revela la operación de lo que el gran sociólogo francés Pierre Bourdieu llama un “habitus”: una estructura del pensamiento estructurante de la forma de percibir y actuar sobre la realidad de una persona o de un grupo de personas. Resulta así que, González Nicolás procesó la información sobre la desaparición de Esperanza a partir de una estructura mental que hace que lo primero que se piense cuando una mujer desaparece es que: la propia desaparición responsabilidad de ella, ya sea por depresión, forma como iba vestida, tipo de relaciones que sostenía, o de los problema que tenía con su familia.

Si ese habitus se detecta en el Fiscal General del Estado, ¿qué será en los oficiales de barandilla, en los agentes policíacos, que son los primeros en recibir las denuncias de las víctimas de la violencia de género y de sus familiares? Ahí, indudablemente, está mucho más acendrado. La más reciente prueba nos la brinda el aparato judicial del Distrito Federal que encarceló a la joven Yakiri Rubio, quien fue encarcelada 86 días por matar en evidente defensa propia a su violador. “El machismo me trajo aquí” manifestó Yakiri al ser liberada el miércoles pasado.

Precisamente el machismo, que es un habitus, en el sentido de Bourdieu, está aún muy presente en las mentes por una parte de los muchos asesinos reales o potenciales que rondan por ahí acechando a nuestras muchachas. Pero también, en la mente de toda la pirámide de procuración y administración de justicia en nuestro país y sobre todo en nuestro estado. Y, si bien no puede decirse que sea una de las causas de tanto feminicido, sí puede afirmarse que, junto con la impunidad, es un factor decisivo en la reproducción ampliada de dichos feminicidios. Si cuando se asesina a una mujer, la primera sospechosa para las autoridades es ella misma, y luego su familia, y si la inmensa mayoría de los asesinatos y agresiones quedan sin castigo alguno, se incentivan las conductas feminicidas, pues cualquier cálculo elementalmente racional arrojará que hay muy pocas probabilidades que el perpetrador del crimen sea detenido, juzgado y castigado conforme a derecho.

Por esto es muy necesario e importante el combate que han dado las organizaciones de mujeres de Chihuahua por cambiar no sólo las estructuras externas, institucionales del sistema de justicia, sino también las estructuras de pensamiento de las autoridades.

Por eso cobra gran importancia el gesto de la poetisa Gabriela Borunda al rechazar el premio de Chihuahuense Destacada en el ámbito de las letras. Porque representa un acto significativo, un llamado a la conciencia de las autoridades para que no entren en el contentamiento con premios simbólicos a las mujeres que se consideran destacadas, mientras a las no destacadas se les sigue asesinando y desapareciendo impunemente. Sólo con acciones y gestos como el de Gabriela se podrán ir cambiando los habitus que permiten que Chihuahua sea también el estado grande en cuanto a violencia de género.

Además de una ofensiva contra los habitus machistas, urge en Chihuahua una acción efectiva para la construcción de ciudades seguras para las mujeres. A este respecto, hay muchas experiencias internacionales; las propias organizaciones de mujeres en el estado han desarrollado conocimientos y competencias muy relevantes y existen investigaciones científicas en nuestras instituciones de educación superior que pueden aportar cursos importantes de acción.

La mejor conmemoración del Día Internacional de la Mujer es que en Chihuahua se emprenda una ofensiva categórica contra las estructuras mentales que facilitan y reproducen la violencia de género y se ponga en pie un proceso participativo para que las mujeres caminen sin miedo por nuestras calles.

 

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