Por Sanjuana Martinez
Al principio pensé que la candidatura de Margarita Zavala a la presidencia era una broma. Aunque sabía de las aspiraciones de la ex Primera Dama, consideré que esos anhelos habían quedado aniquilados luego del pésimo resultado del sexenio de su esposo.
Y ahora que la veo en la portada de la revista Vanity Fair con el título “La hora de Margarita” y el subtítulo “¿Dónde ponemos a Felipe?”, pienso que ella vive en un mundo muy distinto al de los ciudadanos de a pie, más bien, creo con certeza, que habita un mundo paralelo.
¿Cómo es posible que después del desastre que significó para México y sus ciudadanos la terrible gestión de su marido, ahora quiera prolongar la estancia de los Calderón en Los Pinos?
¿Sorprendidos? Seguramente muchos seguimos sin dar crédito a las aspiraciones presidenciales de la señora Zavala, particularmente porque sigue a la sombra de Felipe Calderón.
Pero según Federico Arreola y Ciro Gómez Leyva, Margarita Zavala ocupa el primer lugar en las preferencias electoral rumbo al 2018. ¿Es neta? Seamos serios. Bien dicen que hay mentiras, mentirotas, mentirototas y encuestas. Depende quién las pague. ¿Cuánto le costaría esa encuesta a la señora Zavala? Sería interesante saberlo.
Según Arreola, la encuesta realizada por la empresa Opinión Pública, Marketing e Imagen, Zavala del Partido Acción Nacional, obtuvo el 21.8 por ciento de las preferencias electorales, Andrés Manuel López Obrador de Morena 17.6, Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco” como independiente 11.8, Manlio Fabio Beltrones del PRI 11.1, y Miguel Ángel Mancera del PRD 8.2.
Concediendo la razón a esta encuesta, sería importante señalar que la señora Zavala tiene un grave problema, más allá de su triunfo arrollador en los gustos electorales. Su problema se llama Felipe Calderón. ¿Qué hará con su marido? ¿Dónde pondrá a Felipe mientras juega a los votos y las urnas?
Calderón significa un lastre muy pesado de cargar. Significa 100 mil muertos. Significa un millón y medio de desplazados. Significa 25 mil desaparecidos. Significa 20 mil huérfanos. Significa 10 millones más de pobres. Significa crímenes de guerra. Significa un mil por ciento de tortura cometida por las fuerzas de seguridad. Significa la muerte en condiciones extrañas de los secretarios de Estado Juan Camilo Mouriño y Francisco Blake Mora. Significa el desastroso decreto de extensión de Luz y Fuerza del Centro. Significa el crimen de Villas de Sálvacar de 17 jóvenes que acusó de ser pandilleros. Significa la corrupción de Estela de Luz. Significa la suspensión irregular de Mexicana de Aviación. Significa 72 migrantes ejecutados en San Fernando, Tampaulipas. Significa la proliferación de casinos para blanquear dinero negro. Significa 52 muertos del Casino Royale. Significa la reelección de los líderes sindicales empedernidos Elba Esther Gordillo y Carlos Romero Deschamps…
En fin, Felipe Calderón es la viva representación de la descomposición del sistema político mexicano. Comprendo que los simpatizantes panistas lo sigan defendiendo porque durante su gestión hubo aparentemente una estabilidad económica y se registró la inflación más baja. Pero en términos generales su gestión continúo produciendo a marchas forzadas miles de pobres al día. Es decir, les fue bien a unos cuantos, pero la mayoría siguió angustiada en términos financieros y peor aún, en términos sociales porque las ciudades se convirtieron en pueblos fantasmas a partir de las ocho de la noche debido al incremento exacerbado de la violencia.
Durante el sexenio de Calderón se conocieron niveles insospechados de barbarie. Se registraron más decapitaciones que durante la Revolución Francesa, los Semefos se llenaron de rompecabezas, es decir, de cuerpos mutilados, descuartizados, desollados, pozoleados…
No ha habido un presidente en la historia reciente de México tan bélico como el señor Calderón; el único presidente mexicano que ha sido denunciando ante el Tribunal de la Haya, nada menos que, por crímenes de guerra, y por continuar una guerra delirante que ocasionó 100 mil muertos, miles de desaparecidos y heridos.
Su gestión dejó una estela de dolor que aún perdura y que se manifiesta en los rostros de esas miles de madres que siguen buscando a sus hijos desaparecidos. Las secuelas de su sexenio son miles y miles de familias enlutadas por la pérdida de sus seres queridos al dejar un país ensangrentado, fragmentado, fracturado…
Es Calderón el responsable del incremento de la drogadicción en México. La droga que normalmente pasaba por territorio mexicano, durante su mandato se empezó a quedar y así creció vertiginosamente el narcomenudeo. Gracias a su nefasto sexenio el tejido social de México ha quedado daños de manera irreversible.
¿No son suficientes motivos para sentirnos asqueados de todo lo que huela a Felipe Calderón? Entonces, ¿cómo es posible que ahora su señora esposa pretenda continuar con su “legado”?
Seguramente el consejo que muchos le darán a Margarita Zavala es: el divorcio. No sería la primera que lo hace por razones estratégicas electorales. El caso más próximo es el de Sandra Torres, la ex primera dama de Guatemala que se divorció de Álvaro Colom para poder optar a las elecciones, un requisito legal que rápidamente solucionó.
Aunque en el caso mexicano, a simple vista, pareciera que es Felipe Calderón el que pretende reelegirse. Bien sabemos que el poder enferma. También conocemos las patologías que padece el ex inquilino de Los Pinos.
Si Margarita Zavala quiere realmente ganar las elecciones del 2018, deberá divorciarse necesariamente de Felipe Calderón para “casarse” con la presidencia de la República. ¿Lo hará?
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