Por Arturo Rodríguez García
El pasado mes de junio, en el momento de mayor intensidad del proceso electoral, el Fondo de Cultura Económica (FCE) publicó 11 títulos correspondientes al mismo número de Reformas Estructurales aprobadas durante los dos primeros años de administración de Enrique Peña Nieto.
Dichas reformas son consideradas por el propio Peña Nieto como el principal legado de su administración. Su aprobación fue producto del llamado Pacto por México, ese contubernio que tan caro salió a los partidos que lo integraron durante el breve período dorado del sexenio, descompuesto tan temprano por la corrupción y los excesos, desgastado antes de cumplir dos años por la violación masiva de derechos fundamentales, impopular al interior y desprestigiado en el ámbito internacional.
Resulta imposible desvincular los agravios concretos del peñismo de la imposición de dichas reformas que, sin embargo, quiso el FCE bajo la conducción de José Carreño Carlón, convertirse en instrumento de divulgación, aparato propagandístico, vehículo difusor en el ocaso de un sexenio que detonó el hartazgo ciudadano como nunca.
Poco se dijo entonces de esa decisión editorial que, como muchas otras, resultaba cuando menos cuestionable tanto por el momento electoral, como por el sesgo político, como poco se dijo en su oportunidad de la designación de Carreño –exdiputado federal del PRI, cuya trayectoria administrativa se limitaba al período en que fue coordinador de Comunicación Social de la Presidencia en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari–, que llegó al FCE en enero de 2013 avalado por el grupo Nexos, sin experiencia conocida en la gestión editorial ni obra de relevancia.
Hace unos días, Carreño renunció a su gestión junto con los ahora exconsejeros del FCE, José Woldenberg, Juliana González y Fernando Escalante. En una carta, estos últimos tres, se refirieron a la editorial como “una pieza fundamental, insustituible del sistema de educación superior del país, del circuito de discusión ilustrada y uno de los recursos en que se basa el prestigio de México en el mundo”.
Podríamos abundar en cada aspecto de esa afirmación, pero basta observar que ese “circuito de discusión ilustrada” fue inescrupuloso, por ejemplo, en particular con la publicidad a las reformas estructurales, y en general con el paso gris de Carreño Carlón por el FCE. Tampoco es que les importe, porque su posición lleva una intencionalidad:
Hoy convocan a “defender” el FCE en medio de la polémica detonada en torno a la designación de Paco Ignacio Taibo II, el prolífico escritor –que además de su amplísima obra y con el reconocimiento internacional que jamás tendrán Carreño ni su consejo–, ha dedicado más de una década a la promoción popular de la lectura con ediciones gratuitas y a bajo costo, en espacios públicos y barrios, desde la asociación civil Brigada Cultural para Leer en Libertad.
Taibo, socialista como es, se ha pronunciado desde el 2 de octubre, cuando se le anunció para el cargo, precisamente por generar una política de lectura para todos, algo que por lo visto, alarma al “circuito” mencionado.
Con honestidad, Taibo aceptó la invitación que personal y públicamente le hizo el presidente electo –en un extraño episodio, por cierto, que excluyó sin explicación suficiente a otra escritora con prestigio, Margo Glantz–, advirtiendo que no contaba con preparación administrativa ni experiencia editorial pero que se prepararía para asumir el cargo.
Lo ha hecho. En la lógica de adelgazamiento del próximo gobierno, Taibo se plantea fusionar al FCE con la Dirección General de Publicaciones y la red de librerías Educal –por cierto, quebradas y sin libros de editoriales comerciales por lo abultado de su deuda; generar colecciones y relanzar los Breviarios; activar un vínculo de las librerías con las comunidades en las que se encuentran y relacionar su producción con la educación formal e informal de los ciudadanos. En entrevistas recientes, habla ya con estadísticas, datos presupuestales, de producción y calidad.
No gusta al “circuito ilustrado” el perfil social de Paco y, aunque el disgusto es ideológico, en su contra se invoca una vetusta ley de entidades paraestatales donde se exige, para ser titular, ser mexicano nacido en México. Taibo, que llegó a México en sus primeros años de vida, hijo de la oleada de refugiados españoles que tanto aportó a la cultura en este país, es mexicano pero ve socavados sus derechos por una norma anclada en los años sesenta y que, fácilmente, podría ser revertida invocando el Artículo 1 constitucional.
Sin embargo, la ruta fue trazada por la senadora Citlali Hernández que presentó una iniciativa que ya está en análisis en comisiones y que, dada la representación legislativa de Morena pasará, de manera que la designación de Paco, va.
Lo que resulta extraordinario para el FCE es la discusión pública. Casi siempre en la intrascendencia, el “circuito ilustrado” –“intelectuales orgánicos” les decían también–, atestigua el movimiento que, a través de las redes sociales se viralizó el fin de semana con la etiqueta #QuieroFCEconTaibo y que, naturalmente, suscribo.
Fuente: Notassinpauta.com