“El Chapo”, filántropo

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Por Sanjuana Martínez

Recorrer las calles de Badiraguato, el pueblo de ilustres narcotraficantes es adentrarse en un mundo donde esta actividad ha penetrado el tejido social. Aquí Joaquín “El Chapo” Guzmán es considerado un humanista, un hijo predilecto, un filántropo.

Las leyendas sobre él corren a lo largo y ancho de su tierra natal. Desde que llegas, los halcones en bicicleta, camioneta o moto registran la presencia de forasteros. Aquí, en el feudo del poderoso Cártel de Sinaloa, impera la ley del silencio: ver, oír y callar es el pan de cada día.

Las mismas autoridades municipales consideran a “El Chapo” como “hijo predilecto”. Su historia está ligada supuestamente a obras de beneficencia, a actos de filantropía. Dicen que ha ayudado a cientos de personas, gente que le cuenta sus problemas económicos y que él de manera “generosa” los apoya.

Es de todos conocido que “El Chapo” fue quien pagó una carretera desde Culiacán hasta aquí y fue el  quien hizo construir parques, glorietas y hasta pagó el alumbrado público en este pueblo de 36 mil habitantes y está compuesto por once sindicaturas y casi 500 pueblos. Solo el diez por ciento de los caminos de la Sierra está asfaltado. Es la entrada al famoso “Triángulo Dorado” de la droga donde convergen Durango, Sinaloa y Chihuahua. Solo se puede subir en camionetas cuatro por cuatro, helicóptero o burro. Esta tierra es fértil para sembrar, cosechar y procesar marihuana y amapola. La mayoría de los habitantes de esta zona participan de alguna u otra forma en la próspera industria. Y “El Chapo” es considerado por muchos como un hombre de empresa, un generador de riqueza.

Este es su santuario. Un lugar donde militares, marinos o policías se dedican a proteger los bienes del ahora narcotraficante más buscado del mundo. La connivencia y corrupción de las autoridades han permitido a este hombre construir un gran imperio. Su historia inicia en La Tuna, donde aún vive su madre, una mujer muy católica que habita una casa que destaca no por su ostentación, sino por la fama del ahora fugitivo número uno. Para llegar hasta allí es necesario recorrer ocho horas de camino de terracería. Nació pobre, aunque ahora su fortuna supere los mil millones de dólares, según la revista Forbes.

Es la ley de la selva. Estos son los fueros de “El Chapo” Guzmán, el hombre capaz de fraguar una fuga de película, una fuga que le costó por lo menos 50 millones de dólares, dinero que ahora se han embolsado sus cómplices al más alto, medio y bajo nivel gubernamental.

“El Chapo” y Pablo Escobar tienen eso en común. Son hombres queridos en su tierra, admirados, respetados. Resulta sumamente complejo entender desde afuera de estas tierras, la permisividad que existe aquí a la hora de analizar el fenómeno social del narcotráfico y su penetración en la población, cultura, economía y política.

“’El Chapo’ ha ayudado a su pueblo, difícilmente deja a una persona en la enfermedad, la gente se forma allá en su rancho para contarle sus necesidades y él es sensible por eso ayuda a todos”, me dice un funcionario municipal que además me cuenta que antes de ser detenido, el narcotraficante se paseaba por estas calles en moto, llegaba a los restaurantes de Sinaloa, cerrando los locales, retirando los celulares de los demás clientes, pero pagándoles luego la cuenta. “El Chapo” fue antes de su detención un hombre invisible para la autoridad, pero no para el resto de los ciudadanos.

La faceta de “El Chapo” filántropo, capaz de escuchar y ayudar a los habitantes de aquí y allá no gusta al gobierno, pero es y seguirá siendo una aplastante realidad. La faceta de “El Chapo” empresario, capaz de construir uno de los más grandes laboratorios de producción de drogas sintéticas rumbo al mercado estadounidense donde sigue dominando el 70 por ciento del mercado de la cocaína.

Si antes, “El Chapo” fue convertido en mito, ahora después de su cinematográfica fuga, explotada por el gobierno de Enrique Peña Nieto como un patético y vergonzoso vodevil, ahora se está convirtiendo rápidamente en una leyenda.

Badiraguato, es tierra de grandes capos. Además de “El Chapo”, aquí nacieron Caro Quintero, actualmente en su misma condición de prófugos de la justicia. Aquí también nació Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto “Don Neto” Fonseca, Amado Carrillo Fuentes “El Señor de los Cielos”, Juan José Esparragoza alias “El Azul” o Arturo Beltrán Leyva “El Barbas” y su hermano Alfredo, “El Mochomo”.

El mayor atractivo turístico de este pintoresco pueblo no es la Rotonda de los Hombres Ilustres o el templo de San Juan Bautista construido en 1851, lo espectacular es visitar el panteón, un lugar donde los narcos ilustres y todos aquellos dedicados a la gran “industria” del tráfico de drogas, van construyendo con tiempo sus mausoleos.

Desde lejos se ven las cúpulas del opulento cementerio narco, como en el camposanto Jardines de Humaya en Culiacán. En estos lugares las tumbas son auténticas residencias con aire acondicionado, teléfono y todo tipo de lujosos acabados, incluidas piedras preciosas incrustadas en las tumbas y en cuyos altares colocan fotos de los difuntos ostentando poderoso armamento. Al caminar por este lugar es fácil ver la celebración a ritmo de banda y tequila que los familiares y amigos ofrecen a sus muertos.

Es aquí donde terminan todos, algunos sabiendo que su vida durará poco, pero será intensa. Es aquí donde se construyen con antelación sus fastuosos sepulcros. “El Chapo” lo sabe. Ahora disfruta de su libertad, pero sabe que le pisan los talones.

Hay quien dice que su mejor santuario esta en estas tierras, otros que voló rápidamente a Guatemala donde la estructura del Cártel de Sinaloa sin tocar por el gobierno mexicano, extendió su poder, pero lo cierto es que será buscado hasta debajo de las piedras. Por ahora él solo podrá confiar en pocas personas para moverse con sigilo, pero tarde o temprano lo atraparan. La duda es saber si lo dejarán vivo. Son muchos los secretos que guarda de corrupción gubernamental que le han permitido su libertad y la construcción de su imperio y seguramente habrá gente interesada en preferir que Estados Unidos no se lo lleve. Él seguirá pagando complicidades para seguir gozando del aire libre.

Pero la pregunta queda en el aire: ¿Cuánto tiempo puede vivir alguien a salto de mata?

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Fuente: Sin Embargo

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