Por José Gil Olmos
En una especie de dislexia o quizá de esquizofrenia, Enrique Peña Nieto y el PRI miran todo al revés. Como presidente, Peña acusa a la sociedad de bullying por las críticas al fracaso en su política de seguridad, mientras que el PRI sigue pensando en el “tapado” con la creencia de que la sola designación de su candidato es un “pase automático” para ocupar de nuevo la silla presidencial a partir del 2018.
Peña Nieto tiene una rara forma de mirar la realidad que la transforma a su gusto y conveniencia. Dice, por ejemplo, que la sociedad está acosando a las autoridades encargadas de la seguridad por criticar su trabajo, debido a que los índices de violencia no paran y son los más altos desde la administración del panista Felipe Calderón.
“Se escuchan más las voces que vienen de la propia sociedad civil que condenan, que critican y que hacen bullying sobre el trabajo que hacen las instituciones del Estado mexicano (…) y muy pocas voces escuchamos cuando hay algo digno que reconocer”, reprochó al destacar los trabajos de la policía y las fuerzas armadas.
Qué maneras más curiosas tiene Peña de defenderse ante los cuestionamientos de agrupaciones sociales que, con bases, acusan de negligencia a las autoridades en su responsabilidad de detener la espiral de violencia que golpea todos los días a miles de familias en todo el país.
Usa el término bullying aplicado al acoso de niños y jóvenes en edad escolar, para defenderse y acusar a la sociedad de no entender la labor de los cuerpos policiacos y militares.
Algo no funciona en la lógica de Peña, pues confunde la gimnasia con la magnesia usando un término completamente ajeno a la tarea de justicia y de seguridad del Estado mexicano. O quizá lo que pretende hacer es eludir la responsabilidad que, como jefe del Ejecutivo federal y de las fuerzas armadas, tiene de salvaguardar la seguridad de la población.
Como ocurrió con Calderón al final de su sexenio, a Peña Nieto la realidad del país se le ha venido encima y se le está cayendo a pedazos su proyecto político que se basó en las reformas estructurales que no beneficiaron a la gente como lo prometió el priista mexiquense.
La demanda social de ofrecer mayor seguridad y acabar con los índices de violencia nunca fue atendida como debiera, y eso ha generado enojo social en contra de Peña y el PRI por los miles de muertes, desapariciones y desplazamientos de familias acosadas por el crimen organizado.
Algo similar ocurre con el PRI que ha creado toda una campaña mediática de distracción social con el famoso “tapado” y, en su lógica de poder, aseguran que volverán a ganar en 2018.
Como en sus viejos tiempos, el PRI cree que la sociedad mexicana está atenta a su ritual de sucesión presidencial como si no hubiera otros asuntos más importantes.
Pero cuando les cuestionan los pésimos resultados económicos de Peña, entre ellos el aumento de la inflación, de la gasolina, la luz y del número de pobres, así como de la violencia creciente, los priistas contestan en su propia lógica que gracias al buen gobierno de Peña Nieto volverán a ganar.
Por cierto…
Hay muchas formas de evadir la realidad y de transformarla mentalmente en beneficio propio. La más común se llama mentira.
Fuente: Proceso