Por Sergio Sarmiento
Estamos acostumbrados a celebrar a las madres el 10 de mayo, pero como sabemos las olvidamos el resto del año. Les regalamos flores o licuadoras, pero no las apoyamos en los temas más importantes. No les garantizamos, por ejemplo, que los padres se responsabilicen financieramente por sus hijos, ni les damos las guarderías que les permitirían tener la posibilidad de trabajar y defenderse por sí mismas, ni las protegemos de manera adecuada ante la violencia familiar.
Las madres mexicanas ya no cumplen necesariamente con el perfil tradicional. Sólo el 52.7 por ciento vive en un matrimonio tradicional. El 19.4 por ciento se encuentra en unión libre, 10.1 por ciento son viudas, 8.4 por ciento están separadas, 6.5 por ciento son solteras y 2.8 por ciento están divorciadas (INEGI). Muchas de las mujeres que viven en matrimonios tradicionales o en unión libre, por otra parte, trabajan fuera de casa y realizan una jornada laboral doble.
Las madres mexicanas han ganado el derecho legal de recibir una pensión alimenticia de los padres para sus hijos. Esto es positivo, por supuesto, pero en nuestro país una cosa es lo que dice la ley y otra muy distinta lo que realmente se cumple. La obligación de pagar pensión alimenticia la cumplen muy pocos padres, en general sólo los que trabajan en la economía formal. Pero éstos son menos del 40 por ciento del total. Una cosa que han encontrado los padres que no quieren hacerse cargo de sus hijos, es que resulta muy sencillo esconder los ingresos o simplemente no contribuir al mantenimiento de los hijos. Esto significa que las madres tienen que hacerse cargo ellas solas de los niños.
Contar con guarderías de confianza es un requisito indispensable para que las madres puedan trabajar y ganarse la vida por su cuenta y alimentar a sus hijos. Pero hasta en eso estamos fallando. Sólo el 9.3 por ciento de las madres trabajadoras tienen a sus hijos en guarderías. Esto es producto en parte de la falta de guarderías, pero también de la falta de confianza en el cuidado que pueden recibir los niños en estas instituciones. Las madres que tienen que trabajar recurren usualmente a sus propias madres para cuidar a sus hijos. Las abuelas mexicanas, así, tienen que trabajar hasta avanzada edad para permitir a las madres ganar dinero y mantener a sus hijos.
Los sistemas de seguridad y justicia tampoco parecen preparados para los casos de violencia familiar. Los policías se resisten a intervenir porque consideran que son temas que la familia debe resolver en su seno. Si una mujer presenta una denuncia por violencia del marido o la pareja, sabe que no se le hará caso. Le dirán que tiene que llegar con heridas que tarden más de 15 días en sanar para que se actúe en contra del agresor. Muchas mujeres responden que quizá haya que llegar muertas para que realmente se tomen medidas contra sus parejas violentas. Por eso son tan pocas las mujeres que se atreven a denunciar. Sus vidas se convierten en una pesadilla en la que tienen que dormir con el enemigo.
La clase política no se interesa por los problemas reales de las mujeres. Ha estado más interesada en establecer cuotas para que las políticas puedan ocupar un mayor número de cargos públicos y de elección popular. Esta exigencia, sin embargo, nunca la han tenido las mujeres comunes y corrientes, a las que poco les importan las cuotas que benefician a las políticas. Lo que necesitan es un sistema más eficaz para el cobro de pensiones alimenticias, un sistema de guarderías que sea realmente confiable y un trato más firme contra los casos de violencia de sus parejas.
Las flores y las licuadoras son bienvenidas, como también los abrazos y el cariño de este día, pero los políticos se pueden ahorrar las cuotas y los discursos empalagosos.
Madres. El 67.4 por ciento de las mujeres mexicanas de más de 12 años de edad han sido madres según el INEGI. Entre las que tienen 45 años o más, la cifra asciende a 90.8 por ciento. En 1960 la mujer tenía en promedio siete hijos. En 2011-2013 la cifra había bajado a 2.2.
Twitter: @SergioSarmiento
Fuente: Reforma