Por Eduardo Ibarra Aguirre
Un disenso entre el coordinador parlamentario del Revolucionario Institucional en la Cámara de Diputados y el gobernador de Guerrero, motivado por las posiciones asumidas ante la multiplicación de los grupos comunitarios de autodefensa armada frente al auge del crimen organizado y la incompetencia gubernamental, obligó a Enrique Peña a convocar al “diálogo y la prudencia entre los actores políticos” firmantes del Pacto por México, una suerte de joya de la corona del novel gobierno, tanto que en San José de Costa Rica, en la cumbre del Sistema de Integración Centroamericana, lo presentó como “un referente de lo que aquí estamos comprometiendo”.
Manlio Fabio Beltrones aparentemente perdió los estribos en el intercambio de frases cuando Ángel Aguirre le recordó que su opinión –si los gobernadores de las entidades donde han surgido las guardias comunitarias “no son capaces de brindar protección, seguridad y justicia a la población, deberían replantear el funcionamiento de su gobierno y de ellos mismos”–, obedecía a “que quedó anclado en el pasado” y que “esas declaraciones responden a su vocación represora, y si no, recuerden en dónde se formó”.
Es del dominio público la formación del exgobernador sonorense como brazo derecho de Fernando Gutiérrez Barrios, personaje siniestro y clave en la Guerra sucia de los años 60-70, quien por cierto era mejor conocido como Don Fernando más por el miedo, pavor, que suscitaba entre sus colaboradores y amigos. La trayectoria del líder parlamentario resulta incomprensible sin el destacado papel que desempeñó como plomero del drenaje profundo del sistema político. No es casual que sus críticos más severos lo denominen Don Beltrone y otros impublicables.
A la frase de Aguirre Rivero, de amplia trayectoria en el tricolor como el diputado, éste contestó con gesto de malestar: “Yo no personalizo ninguna discusión. Primero me voy a enterar si estaba sobrio para saber en qué condiciones pudo emitir una declaración tan irresponsable”.
Por fortuna el otrora precandidato presidencial no personaliza, de lo contrario conocería usted la intolerancia que mal oculta con actitudes más que actuadas. Es sabido que el guerrerense saca de quicio al legislador porque derrotó en las urnas a su hombre, Manuel Añorve, quien de acuerdo con la columna Satiricosas, de Manú Dornbierer, compró la candidatura a gobernador por el PRI en multimillonaria cantidad de pesos a la hoy embajadora de México en Brasil.
Como animal político, Beltrones no se cuece al primer hervor y sabe que este desencuentro, así como el que se produjo públicamente entre Gustavo Madero y Ernesto Cordero, lastima la política de alianzas de Peña Nieto hacia los partidos de la Revolución Democrática y Acción Nacional. Tómese en cuenta, además, que como precandidato presidencial fue derrotado por el de Atlacomulco sin siquiera acudir a las urnas partidistas.
No huelga decir que la muy pertinente pregunta formulada por el ahora presunto aliado del titular del Ejecutivo federal: ¿Estamos cumpliendo con nuestras obligaciones o simplemente eludiendo nuestras responsabilidades?, también debería hacerla a los gobernadores de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Durango…
Por lo demás llama la atención la angustia del dirigente de los diputados priístas por los presuntos excesos etílicos de Ángel Heladio Aguirre, cuando durante los seis años que cogobernó desde la Cámara de Senadores con Felipe Calderón, no se dio por enterado de esa socorrida práctica en Los Pinos. Seguramente porque el tercero tomó posesión del cargo gracias al papel desempeñado por el primero.