La obsesión por el crecimiento económico ha eclipsado la preocupación por la sostenibilidad, la justicia y la dignidad humana. Las personas no son desechables y el valor de la vida debe situarse fuera de este ‘desarrollo’, opinan algunos filósofos.
“El crecimiento económico sin límites es sueño de economistas, empresarios y políticos, visto como una medida del progreso, pero que eclipsa la pobreza generada a través de la destrucción de la naturaleza, que a su vez conduce a la aparición de naciones incapaces de valerse por sí mismas”, opina la filósofa y escritora india Vandana Shiva en un artículo del diario británico The Guardian.
Según Vandana, el concepto de crecimiento económico apareció durante la Segunda Guerra Mundial como una medida para movilizar recursos. “El producto interno bruto se basa en la creación de una frontera ficticia, en el supuesto de que si produces tanto como lo que consumes, entonces no produces. En efecto, este ‘crecimiento’ mide la rapidez de la conversión de la naturaleza en dinero y los bienes comunes en materia prima”, explica Shiva.
En este contexto, los ciclos naturales como “la renovación del agua y alimentos que produce la naturaleza” no entran en la categoría productiva de este concepto. “Un bosque vivo ha dejado de contribuir al desarrollo de la economía pero si los árboles son talados y vendidos como madera nuestra economía va a crecer. Una sociedad saludable no contribuye al crecimiento, pero las enfermedades generan crecimiento a través de, por ejemplo, la venta de medicamentos patentados”, continúa.
El agua es un bien común que pertenece a todos por igual para garantizar las necesidades de todas las personas. “Sin embargo, no genera crecimiento económico. Pero cuando la multinacional Coca-Cola construye fábricas, y empieza a bombear el líquido vital de las profundidades de la tierra para meterlo en las botellas, entonces sí hay un crecimiento económico”, critica Vandana.
“La evolución nos ha dotado de semillas. Los agricultores las han seleccionado y cruzado creando una diversificación que es la base de nuestra producción alimentaria. Pero estas semillas, que dan y renuevan la vida, que son cultivadas y almacenadas por los agricultores para la siembra no contribuyen al crecimiento de la economía. El crecimiento económico empieza cuando las compañías modifican las semillas y las patentan introduciendo cerraduras genéticas, obligando a los agricultores a comprarlas cada temporada de siembra”, agrega.
Sin embargo, este crecimiento se basa en la generación de más pobreza, tanto para la naturaleza como para las comunidades locales, expone la filósofa, quien señala que la biodiversidad se está destruyendo y los recursos naturales de todos y de libre acceso se han convertido en materias primas patentadas.
De igual manera la pobreza sigue ampliando sus fronteras con la privatización de los sistemas públicos, se expone también en el artículo. “La privatización del agua, electricidad, salud y la educación conducen al crecimiento económico, ya que crecen los ingresos de los empresarios. Pero también genera pobreza, obligando a la gente a gastar grandes cantidades de dinero en algo que debería estar disponible para todos a precios asequibles”, censuró Shiva.
“Cuando todos los aspectos de la vida son comercializados y mercantilizados, la vida se vuelve más cara y la gente más pobre. Algo que no es sostenible e injusto económicamente”, finalizó la escritora india.
Fuente: Rusia Today