Del 8 de marzo al 10 de mayo

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Por Carlos Murillo González

Sin mujeres no es democracia

Anónim@

Coca-Cola, fuente principal de diabetes y osteoporosis en mujeres

Vox Populi

No deje que las campañas electorales empañen su memoria. Acontecimientos importantes y desapercibidos por las/los políticos y candidatos son en realidad las necesidades constantes de la sociedad, principalmente de los sectores más vulnerables.

Es increíble la transformación de un día para otro, de una conmemoración a otra, a veces sin aparente conexión alguna, pero sin duda en un revoltijo colorido y no pocas veces dolorido, de la sociedad mexicana, en eso que Carlos Monsiváis llamó “los rituales del caos”, título de uno de sus libros  (Editorial Era, México, 1995) esa metáfora viva de lo sagrado y lo profano: la mujer guerrillera sobreviene a la familia para luego convertirse en madre abnegada; el espíritu infantil amanece luego como obrero indomable o borrego anestesiado; después la batalla ganada de una segunda independencia librada a fuego y sangre (por cierto, celebrada más en los estados del sur de EEUU que en México) todo eso revuelto con la Semana Santa, la liga de fútbol, las vacaciones, las telenovelas, la primavera.

Se suman también los acontecimientos más recientes en materia de violaciones a derechos humanos, significativamente los actos de limpieza social perpetrados por el Estado ya sea por comisión, omisión o aquiescencia en Ayotzinapa, Tlatlaya, Apatzingán, la desaparición forzada, la tortura y el feminicidio; todas y cada una para hacer caer presidentes y generales, pero por lo pronto alimento del enojo y “santuario” de mártires. El caos administrado por el Estado se llama “democracia electoral” sin la cual no podría legitimar sus prácticas y aplicar el monopolio de la violencia, característico del patriarcado.

Aquí entra la desvalorada participación de la mujer en todos los acontecimientos importantes de la humanidad. A Marx no le alcanzó el tiempo para vislumbrar en todo su potencial el poder femenino ni la deuda de equidad de género con ellas. Por eso tampoco alcanzó a percibir la idea de la vía hacia el socialismo a través de una Estada (es decir, a través de imaginarse una transición matriarcal, dejando esa responsabilidad a las mujeres) inconcebible en la época. La idea de ceder poder político a las mujeres tampoco es un tema muy popular actualmente, mucho menos pensar en dejarles todo el poder.

Actualmente para que la mujer acceda a posiciones de poder (sobre todo el político-económico) tiende a masculinizarse, o lo que es lo mismo, a adaptarse y reproducir los patrones masculinos y por lo mismo, el patriarcado. Es una lucha muy dura por el reconocimiento que muchas veces termina fortaleciendo el sistema manteniendo la desigualdad de género y la subordinación a lo masculino. Sin embargo, como los soldados anónimos que mueren en todas las luchas y que provienen principalmente de los estratos más humildes de la sociedad, las mujeres son partícipes de todas las guerras recibiendo a penas un mínimo de reconocimiento.

Las mujeres no hacen la guerra, participan de la locura patriarcal regida por la testosterona y la ley del más fuerte.  A su manera, hacen frente a las vicisitudes de la vida dirigida por hombres: de la agricultura, la crianza de los hijos e hijas, la esclavitud sexual  y trofeo de guerra,  a las contradicciones y resistencia del feminismo del siglo XXI como bandera de lucha cuya vitalidad depende de la consciencia de la mundo femenino tome de ello, la aspiración femenina trabaja por mejores tiempos para hombres y mujeres, por la emancipación de ambos.

El sufrimiento que ocasiona el patriarcado en la versión capitalista neoliberal del México actual, sería intolerable bajo un régimen matriarcal. ¿Qué madre, esposa o hermana ha renunciado a encontrar a su hij@ perdido, a exigir justicia para su esposo encarcelado injustamente o el hermano asesinado por policías, militares o el crimen organizado (que al caso es lo mismo)? Están en todas las batallas, en todas las trincheras, incluso en las electorales, aunque escasamente. En una democracia femenina el capitalismo habría sucumbido y ninguna elección sería posible sin antes establecer un mínimo de justicia.

El peso del activismo juarense en la ciudad, por ejemplo, no sería el mismo sin la destacada participación de las mujeres en ONG´s, movimientos sociales, la academia y el trabajo comunitario, quienes hacen posible la visualización de las carencias e injusticias sucedidas a diario en Juárez. En este sentido, Ciudad Juárez es una ciudad femenina, una protagonista de las luchas de la mujeres y de la equidad en general, una visión horizontal de las cosas.

Todavía no es posible desprendernos del siglo XX, seguimos repitiendo clichés del pasado sin advertir las necesidades del presente. ¿A quiénes representan los partidos, los candidatos y los políticos en activo? A sí mismos. Confío en la contribución de las mujeres para esta ciudad, este país y este siglo a fin de cambiar el actual y autodestructivo paradigma patriarcal-capitalista.

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