Por Damián Alcázar
Sabía que debido a compromisos de trabajo sería difícil cumplir con la Asamblea Constituyente, encargada de aprobar la Constitución de la Ciudad de México, por lo que intenté negarme a participar por esa falta de tiempo; sin embargo, la convicción de que Morena es el único ente político que de verdad tiene la moral, la energía y la honestidad necesarias para recomponer al país, me animé a integrarme como constituyente.
Además, porque nuestra urbe necesita seguir siendo gobernada por la izquierda. Eso es lo que la ha hecho inmune al deterioro y al saqueo al que han sometido a las demás entidades federativas los políticos neoliberales. El caso es que salí electo en la votación que se organizó el 5 de junio pasado con los capitalinos.
Al mismo tiempo, llegó la hora de cumplir mis compromisos con mi carrera: dos series de televisión en Colombia, desde mucho antes pactados con contratos.
Soy actor y mi labor es itinerante debido, principalmente, a la poca producción de cine y televisión de calidad en mi país, así que me fui a trabajar fuera de México, más siempre traté de estar al tanto de lo que se gestaba y discutía entre mis compañeros; sobre todo, respecto a los temas y los puntos que se establecerían en las propuestas de Morena. Tópicos bien sustentados por especialistas en diferentes disciplinas sociales, judiciales, económicas y culturales que, resumidos, conforman los “Sentimientos de la Ciudad”, que presentó el maestro Bernardo Bátiz.
Destaco que no renuncié, pero tuve que pedir licencia, como ya mencioné, por mis obligaciones actorales y en mi lugar entró mi joven suplente, Jaime Eduardo Rojo Cedillo.
No obstante, me parece importante relatar mi experiencia en la Cámara de los Constituyentes. Los diputados de esta instancia, electos por el voto ciudadano, fuimos en mayoría los de Morena.
Además, debido a los candados de la política mexicana, es “legal y normal” que los políticos de los otros partidos hayan impuesto constituyentes para defender la postura del político mexicano que ha crecido dentro de la corrupción y acostumbrado a no perder el control que le permite manejar las leyes a su entera disposición.
Así que a la hora de votar los contenidos de los artículos planteados para la Constitución de la Ciudad de México, los diputados de Morena ¡somos minoría! porque los grupos parlamentarios votan en bloque y, ¡claro!, bloquean la mayoría de las propuestas y enmiendas extraordinarias que formulan acertadamente algunos compañeros de Morena.
Mis primeras reacciones al estar entre los políticos del país fueron de sorpresa, luego pasé a la indignación, la risa y el coraje, y de nuevo a la sorpresa, la risa y después de plano a la chacota, porque es una burla lo que el “Pacto por México” realiza al votar en contra del poder del ciudadano.
Lo que justamente le hace falta a la nueva Constitución de la Ciudad de México es ¡Poder ciudadano! Desgraciadamente, lo que se está votando lleva en su origen el ¡germen de la corrupción! Esta carta magna es votada por componendas e intercambios de fuerzas entre esos políticos.
Los “jefes” de esos grupos parlamentarios deciden según sus intereses qué legalizar a favor y qué en contra y el ciudadano recibirá algunas pequeñas cosas porque nunca aceptarán darle de verdad soberanía y poder para defender sus derechos.
Me sorprendía cómo en la casa de Xicoténcatl, antigua sede del Senado, al presentar propuestas y enmiendas formidables para los diferentes artículos, no eran capaces ni de escucharlas, ¡no se detenían a sopesarlas!, ¡a reflexionarlas! Llevaban ya la consigna de votar en contra y según lo pactado entre ellos.
Me daba pena ver a los políticos jóvenes que no se permiten ser librepensadores ¡porque están haciendo carrera política! y deben alinearse a lo establecido por sus jefes; mientras los políticos ya con experiencia, marcan la pauta a seguir.
Es decir, realizando chapuza para poner candados al ciudadano y que no tenga fuerza frente a lo que ellos demagógicamente enarbolan como “la más moderna y humanista Constitución hecha hasta ahora”.
¡Lo peor! Pasan a la tribuna, exponen relatos aprendidos de memoria o estructurados por la costumbre y el tiempo que han estado gastando como políticos de partido y al finalizar sus discursos, se abrazan, besan, aplauden, como si hubieran metido un gol, y los asuntos de su perorata son ínfimos y muy pobres en contenido humanista y de acción social.
Ratifican una serie de artículos minados y con muchas fisuras para que los políticos puedan ejercer las “nuevas leyes” y crear las reformas que a ellos les convenga.
Estas son algunas de mis interrogantes durante las sesiones a las que asistí: ¿Por qué votan que no se proteja a los locatarios de los más de mil mercados en la ciudad de empresas como Wal-Mart? ¿Por qué no aceptar que estas empresas se coloquen por lo menos a dos kilómetros de donde se encuentran los mercados?
¿Cómo que no quieren permitir que exista un grupo de cinco ciudadanos que vigilen cuánto presupuesto gastará el Jefe de Gobierno, en qué y cómo lo distribuirá para bien de la ciudad? No aceptan la austeridad republicana.
¿Por qué no consienten que la ciudad sea soberana como lo son los otros estados de la República frente a la federación?
¿Cómo que no quieren permitir los mecanismos necesarios para una Democracia Participativa, donde los ciudadanos tengamos las posibilidades de revocar el mandato de los políticos, como un referéndum para aceptar o no la nueva Constitución?
Tampoco se acepta el derecho a la resistencia. No se manifiestan en contra de privatizar el agua. Quieren penalizar el aborto con un engañoso derecho a la vida. ¡Uf!, finalmente el PRD se mantiene firme y se echa abajo ese sofisma del derecho a la vida que no es otra cosa que criminalizar el aborto.
Todas estas maravillosas propuestas surgieron de diferentes compañeros de verdad sensibles e inteligentes.
Bueno, ¡si es una pena cómo se ejerce la política mexicana! Para muestra, ahí están las tan cacareadas reformas estructurales que sólo están despojando en muchos sentidos a los mexicanos.
Lo peor es que se perdió la oportunidad histórica de gestar una Constitución Política de avanzada, humanista y de espíritu social y libertario, donde la ciudadanía tenga voz y voto asegurados. ¡Eso sí es una pena!…
Fuente: Proceso