De jesuitas y franciscanos

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Por Héctor Alfonso Torres Rojas

¿Serán capaces de acompañar, desde ya, la dinámica y el movimiento de posibles reformas de  Francisco, “Papa jesuita-franciscano”? ¿Ayudarán a forjar una nueva primavera? ¿Acogerán el “kairós” que les ofrece la Historia?

Algo de historia. En los albores del siglo XIIIla Iglesia estaba sumida en una enorme crisis. En algunos aspectos, muy parecida a la actual. Los obispos estaban dedicados a sus feudos, a la buena vida, a enriquecerse con la extensión de sus tierras, con el método de la guerra,  al concubinato, a la cacería, a mandar construir sus palacios y palacetes y a hacerse servir por sus siervos. Eran, en el sentido estricto de la palabra “Señores feudales”. No sabían qué era la pobreza. Expoliaban a sus siervos. Un alto número ni siquiera vivía en las diócesis. No predicaban, no evangelizaban. Eran todos salidos de familias de la nobleza. Existía el clero alto (entre otros, los canónigos…), en las mismas andanzas que los obispos. Y el clero bajo, sobreviviendo.

Las críticas contra los obispos y el clero alto arreciaban y se perseguía a cuantas personas las hacían. En ese contexto se organiza la inquisición. Los pueblos, en el analfabetismo total de lecto-escritura y también en el analfabetismo bíblico y teológico, quedaba a la merced de todo tipo de predicadores. Surgieron  movimientos y “sectas” con múltiples mensajes y ofrecimientos: los albigenses, los cátaros, los Pobres de Lyon, entre otros. Este fenómeno se dio, en primer lugar, en el sur de Francia. También en Italia.

En ese contexto surgen dos hombres contemporáneos: Domingo de Guzmán y Francisco de Asís. De familias ricas. Domingo en España, sacerdote y canónigo. Francisco en Italia, laico, hijo de un acaudalado mercader de telas.

Las leyendas sobre Domingo dicen que su madre, embarazada, tuvo un sueño: llevaba en su seno un cachorro con una antorcha prendida, que incendiaba el mundo. Por tal razón las imágenes o estatuas de Domingo van acompañadas de un perro con la tea. Domingo conoce el mundo de las herejías y de las llamadas “herejías”. Y también tuvo un sueño. No hay que olvidar que los sueños son un recurso literario en diferentes tradiciones religiosas… El Cardenal Martí, de Milán, también tuvo sueños eclesiales. Y como no se concretizaron, dejó de soñar. Escribió: “Ya no he tenido más esos sueños”. Domingo soñó que una basílica de Roma se caía. Si no me equivoco, la basílica de San Juan de Letrán y dos hombres impedían su derrumbe. Con sus hombros la sostenían. La leyenda posterior se refirió a Domingo y a Francisco. Francisco también tuvo un sueño o una visión o un audición. Cristo le dijo: “Reconstruye mi iglesia”, cuando estaba orando en una capilla en ruinas.

Domingo decidió que el método para reformar la Iglesia no era otro que predicar el Evangelio. Orden de Predicadores (O.P). Pero estudiando. Y mandó a sus frailes a las nacientes universidades, en el naciente movimiento de conformación de “las ciudades”. Francisco con la vida en pobreza y el buen ejemplo. Pero para ambos, en primer lugar, la contemplación del misterio de Dios en Jesús de Nazaret.

Domingo y Francisco tuvieron clara la idea de “convertir” la Iglesia, de “reformar” la Iglesia. Para ello se rodearon de colaboradores y fundaron sus respectivas órdenes. Llamadas órdenes mendicantes porque decidieron vivir la pobreza y pedir limosna para sobrevivir. Además, vivir en comunidad, con los tres votos. Ante un clero, obispos y sacerdotes, en concubinato, la castidad y soltería. Ante un clero, obispos y sacerdotes, dedicados a hacer riqueza, el voto de pobreza. Ante un clero, obispos y sacerdotes, desobedientes del Evangelio, la obediencia al Señor del Evangelio.

En el proceso de aprobación de sus fundaciones, se desconfió de ellos y tuvieron un buen número de dificultades. Las dos órdenes fueron aprobadas por el papa Inocencio III.

Damos un salto en la historia (Siglo XVI) y nuevamente otra gran crisis de la Iglesia. Obispos y clero licenciosos, amantes de las riquezas, en concubinato, ignorantes, no se predica y lo poco que se predica, en latín. El Pontificado en crisis, llevada al extremo por Alejandro VI o el papa Borgia. El Papa que cometió el crimen de Lesa Humanidad, de expropiar la tierra y los bienes de los pueblos aborígenes de las Américas, para regalarlas a los imperios de España y Portugal. Eso fue sencillamente un robo papal que no ha sido reparado. Luego León X, se dedica al mecenazgo del Renacimiento y a la construcción de la basílica de San Pedro, con la venta de las indulgencias. Lutero es el abanderado y la voz de esa crisis. No se le escucha. Y las circunstancias político-económicas llevan a la ruptura.

En ese contexto, muy apologético, nos encontramos con Ignacio de Loyola, de la nobleza y también mandatado en su interior, durante el proceso de recuperación de su enfermedad y de sus heridas, para defender y reformar la Iglesia, a causa de la crisis que generó la Reforma protestante. Funda la Compañía de Jesús. El estudio tendrá un lugar clave en sus compañeros. Desafortunadamente un alto número de eclesiásticos no toma en serio la auto-reforma y el Concilio de Trento se queda a mitad del camino reformador.

Otro salto en la historia. Nueva crisis. O mejor, una muy prolongada crisis que se evidenció en el contexto de la Revolución de Francia (1789), pasando por la crisis modernista y el Syllabus o largo catálogo de los llamados errores modernistas, condenados por los pontífices del Siglo XIX.

Tardíamente responde el Concilio Vaticano II. Pero no se le toma en serio y se establece la involución y el neoconservadurismo del largo Pontificado Juan Pablo II-Benedicto XVI. Ahí estamos. Y acontece la inesperada y sorpresiva elección del Arzobispo-cardenal de Buenos Aires, Argentina, Jorge Mario Bergoglio, Francisco-Papa.

¿Estamos en los inicios de una nueva primavera eclesial? Por coincidencia, la elección de Francisco ha correspondido con la primavera de la Madre Naturaleza, en Europa. La primavera europea ha sido precedida de una oleada de frío, esto es, de los estertores de muerte del muy frío y hasta trágico invierno. Los analistas de la Iglesia afirman desde hace varios años, que luego de la muy breve primavera provocada por Juan XXIII, se estableció “un muy largo invierno” en la Iglesia. ¿Se avecina el inicio del tránsito hacia la primavera eclesial?

Interrogantes

Algún analista calificó a Francisco de “Papa jesuita-franciscano”. ¿Serán capaces los miles de jesuitas y la variedad de familias franciscanas de estar a la altura de los “Signos de los tiempos”? ¿Serán capaces de acompañar a Francisco, ya en la mira de los sectores conservadores y neo-conservadores? ¿Serán capaces de entrar en un proceso inmediato y rápido de “aggiornamento”? ¿Serán capaces de revitalizar los brotes de la primavera?

La compañía de Jesús quiso estar a la altura del Concilio Vaticano II, pero Juan Pablo II la intervino de manera fulminante, destituyó al Prepósito General Pedro Arrupe y le impuso un superior que llegó amedrantado y con las manos atadas. Las conclusiones de la famosa Congregación 33 quedaron en el papel. La opción de la Compañía por los pobres, fue mitigada, aunque en América Latina un conjunto de jesuítas se la han jugado por el Evangelio de la Liberación, contra viento y marea, e inclusive sellando su compromiso con el martirio, como Ignacio Ellacuría y Luis Espinal.

La opción por los pobres de las familias franciscanas no ha sido tan evidente. Sí que lo han hecho frailes y de manera valerosa, en diferentes países, como Brasil, Nicaragua, Colombia…

Pero no la Orden y sus ramificaciones, en el acontecer de los días, meses y años. A menos que esté equivocado. En el caso de Colombia, para optar por los pobres y la Iglesia de los Pobres, la provincia se dividió y surgió la Provincia de San Pablo, en los años ochenta. Hay, pues, dos provincias.

Quiera Dios que jesuitas y franciscanos asuman cuanto antes el reto y comiencen con gestos y hechos, al estilo de Francisco-Papa. Y las demás congregaciones, obvio, también. Como el conjunto del Pueblo de Dios-Comunidad de hermanas y de hermanos.

Pero pareciera que la Historia depara un “kairós”, un tiempo particular, un momento de gracia, a jesuitas y franciscanos.

* Héctor Alfonso Torres Rojas, Licenciado en Teología y Sociología

Fuente: http://alainet.org/active/62791&lang=es

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